La oposición habla de gradualismo y el Ejecutivo ningunea los problemas de déficit fiscal, desequilibrio cambiario e inflación, para financiar un Estado insostenible que se forjó, desde 2005 -con el pago al FMI y la apropiación de las reservas del Central y la más injusta (en 2008) de los fondos de pensión-. Los desequilibrios eran grandes en 2005, pero más sostenibles, que los de ahora. Es difícil que un desaguisado de 9 años, en los que se contó con viento de cola, pueda ser corregido con un modelo gradualista (SIC) en, digamos, 2 o 3 años del nuevo gobierno. Los que vengan, tendrán que arremangarse. La licuación cambiaria del gasto público ya no será suficiente.
La situación fiscal, en sí, es la de un barril sin fondo, por lo menos a nivel nacional. Algunos, en la oposición, tienen claro que pueden encontrarse, si llegan al poder, con “tierra arrasada”. Parece que quieren parar a comer, aunque “los perros estén flacos”.
“¡Y qué iba a hallar al volver!
Tan sólo hallé la tapera.
No queremos cantar loas a Néstor, en su Presidencia. Pero, se nos ocurrió comparar los resultados fiscales del Tesoro Nacional, para los datos (anualizados) del tercer trimestre del corriente año, que recién se conocen ahora, con igual período de 2005.
Elegimos esa base de comparación porque ya se había efectuado el primer canje de deuda, se le había pagado al FMI y el Presidente estaba a punto de echar a su Ministro de Economía. Desde entonces, muchas cosas han cambiado y uno no puede creer que, así nomás, sea sencillo llevarlas a una situación mejor: la de antes que -se profundizara el avance en materia de des-endeudamiento vía canje, -se emplearan con abuso, reservas del BCRA y –se diera un manotazo a las AFJP, para engrosar las fuentes de financiamiento de manera decisiva (la Ley salió a fines de 2008, pero seguramente estaba in pectore, en la estrategia oficial, muy cajera, de aquel entonces).
La comparación entre ambos trimestres la efectuamos al Dólar oficial promedio de cada momento. En pesos, sería agregar brumas a la confusión. Veamos algunos resultados:
- El gasto público total del Tesoro Nacional apenas superaba (2005) los MU$S 46.000 y representaba el 25,3% del PBI; y 1,14 veces las exportaciones, gracias a la licuación que se había producido por la impactante suba del Tipo de Cambio real, producida tras la salida de la Convertibilidad. Anualizado, en base al tercer trimestre del corriente año, el gasto total creció 299%, en dólares y si bien las exportaciones aumentaron 81,7% (gracias a buenas cosechas y mejoras en las commodities), el gasto pasó de 1,14 a 2,51 veces nuestra capacidad de generar dólares genuinos (expo) y del 25,3 al 40,9% del PBI.
- Uno puede decir que el PBI de 2005, en dólares, era muy flaco, apenas unos U$S per cápita 4.756 y que el mismo subió 131%, hasta 10.975, hoy. Las exportaciones per cápita no tuvieron igual performance, ya que crecieron un 70%, en verdes. El problema es que el Gasto Público Nacional subió, por habitante, 273%, lo que refleja que no todo fue crecimiento genuino de la economía, ni tampoco modificación del Tipo de Cambio real, sino principalmente una formidable invasión “bárbara” de gasto público, financiado de cualquier manera, que ahora nos sorprende en un nivel insostenible, incluso para las más lúcidas “muñecas” de la oposición.
- Veamos incrementos nominales, siempre en dólares, para tener una idea del descalabro fiscal:
a) Mientras los recursos tributarios nacionales crecían 98%, los gastos corrientes lo hacían al 356% y las remuneraciones al 366%. Las transferencias totales aumentaron, en dólares, 100% y aquellas al sector privado, donde están los subsidios tarifarios, lo hicieron al 489%. La inversión de capital lo hizo al 478% y la real directa, que no incluye transferencias a universidades y provincias, lo hizo al 565%.
b) Las perlitas más brillantes son las siguientes: el déficit operativo de las empresas públicas creció 199 veces, mientras que las transferencias del Banco Central, la ANSES y toda otra caja que anduviera por allí, eufemísticamente llamadas “rentas de la propiedad”, lo hicieron 80 veces.
c) Como consecuencia de lo anterior, los ingresos públicos aumentaron, en dólares, 251% (dos veces y media los recursos genuinos), gracias a la estatización de las AFJP, que hizo que el sistema previsional gozara de una suba del 470% y a la deuda con el BCRA (“paga-dios” que nadie cuenta).
d) El único problema es que el gasto creció al 299% y que, de un superávit primario, como porcentaje del PBI, del 2,1%, se pasara a un déficit, bien computado, es decir incluyendo los manoseos, equivalente al 6,5% del PBI. O sea que, para normalizar la economía y hacerla un poquito más sostenible, habría que “dar vuelta” al menos 7 puntos del PBI (unos 30000 palitos verdes-año) y encontrar cómo financiarlos de manera un poco más prolija, que la observada en los últimos años. Una alternativa (parcial), que fuera empleada en la época de Remes, fue la licuación cambiaria, sobre la cual hablaremos luego ya que es, en virtud de ella, que aparecen los “perros flacos”.
- El gobierno hizo gala del des-dendeudamiento, sin computar, por supuesto, el vaciamiento del Banco Central. Así, por ejemplo, entre 2002 y 2008, la llamada deuda pública externa bajó del 92,4 al 19,7% del PBI. Medida contra las exportaciones, pasó de 355,7 al 92,0% y comparada con los ingresos fiscales corrientes, bajó de 392,3 a apenas 58,9%. Quiere decir que ahora que volvemos a pensar en la solución “mágica” de volver a deuda pública externa, no debemos olvidar que estos artificios o Cajas de Pandora deben reemplazar por un buen tiempo a los mangos que se logran: devaluando bruscamente el Peso, endeudando al Estado con el “paga Dios” (Banco Central) y/o captando recursos que no son del Tesoro sino del sistema previsional.
En síntesis, las cifras son más que abrumadoras y hacen dudar seriamente de cualquier enfoque gradualista ya que, si tomar las cajas del Central y los fondos de pensión, permitió el des-dendeudamiento y el financiamiento de cualquier tipo de gasto público durante 9 años, (captar semejante “bola” de recursos públicos y usarlos en mecanismos de transferencia de ingresos que no agregan exportaciones ni productividad), no queremos ni imaginar que las nuevas autoridades, al encontrar esta tapera, tarden dos períodos presidenciales, para convencer a inversores nuevos o reincidentes, en volver a transformarla en rancho.
“Y que a tanta alversidá
sólo me arrojó el maltrato.”
Es evidente que el tipo de cambio real alto, de 2002 a 2005, está en la clave de la licuación de la deuda y del aumento posterior, a medida que se iba cambiando la política (hacia la exactamente inversa: re-flación y cambio atrasado), que justifica sin ponerse colorados, nuestros “falsos” altos ingresos por habitante, medidos en dólares de hoy.
Quiere decir que, más allá del destrato a las finanzas públicas, a las políticas monetaria y cambiaria, hubo una estrategia concreta que supo usar todas las fuentes a mano, empleando el criterio de “caja única”, para acumular el nunca visto poder de manejo de los recursos que todavía conserva, pese a la alversidá , la Señora Presidenta.
Es natural que parte del regreso a un Estado financiable, sobre todo midiendo su gasto en términos de exportaciones, requiere de un tipo de cambio más alto. Uno no puede creer que entre 2005 y 2014, nuestro PBI en dólares haya subido nada menos que el 147%. Está claro que, entre el adelanto anterior y el atraso actual, hay que buscar medidas que permitan demostrar cuál sería un Tipo de Cambio razonable para financiar (Que no se les ocurra achicar!!!) un Estado que es un barril sin fondo.
La primera idea ingenua es suponer que hoy hay más cajas (la ANSES, sobre todo), que podría haber acceso a deuda pública externa y que, con un Tipo de Cambio nominal de $/U$S 12 estaríamos todos contentos, mientras sufrirían un poco los asalariados públicos, los proveedores del Estado y las empresas estatizadas.
No tenemos espacio para explicar las razones, pero salta a la vista que esta estrategia es absolutamente insuficiente y que el Tipo de Cambio que recuperaría una relación Gasto / PBI o Gasto / Exportaciones, razonable, ronda por lo menos los $/U$S 13,5.
Obviamente, estamos hablando de un valor 60% superior al actual. Este dato no es una exageración. Si uno toma el PBI en dólares, de 2005, y lo relaciona con el de fines de la Convertibilidad, puede llegar a demostrar que -por entonces- regía un adelanto cambiario de nada menos que del 70 al 75%.
Por eso, teníamos un PBI de MU$S 182.000, completamente falso, igual que el actual -de aproximadamente MU$S 450.000-, pero que justificaba las admirables cifras de superávit fiscal y de participación de las exportaciones que mostró Néstor. Con el mismo criterio, se nos hace “perro flaco” y no se nos dice de cuánto será el sacrificio que tendremos que hacer para volver a relaciones razonables entre exportaciones genuinas o productividad física (laburo), versus artificios nominales (cajeríos de todo pelaje, locales o cipayos) nada más que para mantener ingresos verdes.
Dar vuelta, como se dijo antes, de un déficit fiscal superior a 6 puntos del PBI, a una relación de equilibrio razonable, con precios internacionales más bajos, requerirá una capacidad de endeudamiento formidable, si es que el nuevo gobierno quiere encarar un enfoque gradual (de dudoso éxito político) que, digamos, en 3 o 4 años, pueda poner, en marcha, el carro, y acomodar andando los melones. Tiene que elegir entre usar bien los primeros cien días o correr el riesgo de ser pato rengo en 2017.
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