Ocho delincuentes tomaron el control del establecimiento. Redujeron al encargado, desconectaron las cámaras de seguridad y cargaron animales vivos y faenados en tres vehículos.
Aguantá que falta poco y me voy”, le dijo uno de los delincuentes a Eduardo Romeo, encargado de un matadero en Rivadavia, mientras le apuntaba con un arma para que se estuviese quieto.
Eran las dos de la madrugada, la banda había llegado al lugar cinco horas antes y ya habían escapado en distintos vehículos con más de 300 cerdos; el que hablaba era el último en retirarse: “Pasa que tenemos 40 kilómetros de viaje, cuando los muchachos me avisen que llegaron bien, me voy y te dejo tranquilo”, insistió el ladrón; a los minutos recibió ese llamado y también él se fue.
El insólito asalto ocurrió en el matadero y frigorífico de Víctor Abraham, ubicado en calle Albardón y California, de La Reducción, Rivadavia.
El establecimiento porcino se levanta solitario en un terreno rodeado de campos y cuenta con corrales, matadero, frigorífico, oficinas y también está la casa del encargado, donde vive Romeo, su esposa y el pequeño hijo de ambos; todo el predio está cerrado con alambrado olímpico y es vigilado por ocho cámaras de seguridad.
Los delincuentes conocían estos detalles y también el horario de ingreso del personal, porque se movieron con la precisión de un reloj suizo y el último de los ladrones escapó cerca de las 2.30, media hora antes de que llegaran los obreros de la empresa.
El asalto comenzó a las 22.30, cuando la banda rompió una parte del alambrado olímpico y por allí, dos de los delincuentes entraron al predio y caminaron armados hasta la casa del cuidador, que a esa hora tomaba mates con su esposa y su padre, que había pasado a saludarlo.
En minutos, los delincuentes redujeron a la familia y con las llaves del predio abrieron el portón de ingreso para darle paso a un camión, a una camioneta Ford y también a una Estanciera. Romeo nunca supo cuántos delincuentes conformaban la banda pero le dijo a la Policía que por lo que escuchó y vio podrían haber sido ocho.
Sin cámaras
Lo primero que hicieron tras reducir a la familia fue romper las ocho cámaras de seguridad que vigilan todo el predio y también se hicieron con la computadora donde esas imágenes quedan almacenadas. En algún momento, uno de los delincuentes le confió al encargado que en realidad hacía días que venían estudiando los movimientos en el lugar y que sabían, además, que el personal entraba a trabajar a las tres de la madrugada.
Así, con casi cinco horas de ventaja, el encargado y su familia encerrados en una pieza y el sistema de vigilancia desactivado, la banda se dedicó con paciencia a aquello por lo que había ido, los chanchos: en la camioneta Ford azul cargaron 80 cerdos faenados que se guardaban en las cámaras de frío y luego fueron a los corrales a buscar animales vivos.
”Con el camión y la Estanciera fueron hasta los corrales y cargaron unos 250 cerdos”, explicó Pablo Abraham, uno de los dueños de la empresa familiar, y siguió: “Eran todos animales pequeños, de un promedio de 14 kilos, que iban a ser faenados durante esta jornada”.
La banda se llevó además la computadora de la oficina, unos $ 4.000 que el encargado tenía en su casa, un televisor, una tablet e incluso los anillos de matrimonio de la pareja, además del VW Senda de Romeo.
“No es sencillo ubicar a más de 300 cerdos robados y obviamente se los llevaron hacia algún matadero clandestino”, comentó Abraham, y cerró: “Lo que fallan acá son los controles del Estado; los que estamos en regla pagamos impuestos y tenemos todo en blanco pero hay muchos mataderos clandestinos a los que nadie busca ni controla”. En el establecimiento calcularon el valor de la carne robada en más de 170.000 pesos.
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