Una de las consecuencias del cambio climático es que los fenómenos extremos, tales como sequías o inundaciones, son más frecuentes que en el pasado, según advierten los científicos. Frente eso, si no hay políticas de largo plazo que ayuden a mitigar el riesgo climático aumentan las posibilidades de que se repitan los daños por lluvias […]
Una de las consecuencias del cambio climático es que los fenómenos extremos, tales como sequías o inundaciones, son más frecuentes que en el pasado, según advierten los científicos. Frente eso, si no hay políticas de largo plazo que ayuden a mitigar el riesgo climático aumentan las posibilidades de que se repitan los daños por lluvias excesivas como las que afectan a la provincia de Buenos Aires.
Caminos de tierra en pésimo estado, obras hidráulicas incompletas, desvíos de fondos para construir canales y la ausencia de un sistema sólido de seguro agrícola son algunas de las realidades que quedan al desnudo cada vez que llueve de más. A eso se suma un esquema económico y tributario regresivo para la producción. Esta vez le tocó a la cuenca del Salado y al sudeste bonaerense, pero mañana podrá ser cualquier otra región del país. Mientras tanto, se contabilizan las pérdidas, que ya no son sólo económicas sino humanas.
Sólo en agricultura, según un relevamiento realizado en el sudeste bonaerense por un equipo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el 27,7% de la superficie dedicada a la siembra fina, unas 313.000 hectáreas, está afectada. Se perdieron 60.000 hectáreas sembradas con trigo y 89.000 con cebada. “Las pérdidas representan un 13% de la siembra fina total”, señala el informe. A eso se suma el riesgo para la gruesa, con 165.000 hectáreas que no están en condiciones por el exceso de lluvias, según el informe
El anegamiento de los caminos rurales impide el paso de los equipos para refertilizar y realizar aplicaciones para trigo y cebada. En los lotes libres, añade el informe, hay imposibilidad de realizar los barbechos para la gruesa.
Mientras tanto, la ganadería también tiene serios daños. Según estimó el presidente de la Cámara de la Industria y Comercio de la República Argentina (Ciccra), Miguel Schiariti, la zafra de terneros podría reducirse en un 15% el año próximo ya que hay 4,2 millones de vacas en los 53 partidos afectados por las inundaciones. “Podría haber unos 600.000 terneros menos; cuando se realice la vacunación contra la aftosa en marzo próximo se conocerá con certeza el daño”, explicó. Animales muertos, perdidas de peso, enfermedades y otras complicaciones describen una realidad dolorosa para gran parte de la zona de cría de la provincia de Buenos Aires. No se trata de alarmismo, como creen en el Ministerio de Agricultura, es la realidad.
A este panorama se suma la intención del gobierno de Daniel Scioli de aumentar el inmobiliario rural con la nueva ley impositiva que presentaría en la Legislatura. Por eso salió al cruce la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) y recordó que existía un compromiso del propio Scioli de que cualquier actualización tributaria se realizaría en el marco de la Mesa Agropecuaria Provincial.
Aquí queda en evidencia el contraste entre las necesidades de corto plazo y la competitividad que puede alcanzar el agro argentino. Por medidas erróneas se anulan sectores que no tienen techo para su crecimiento. Un ejemplo de eso lo dio el Gobierno esta semana al fijar un nuevo método de cálculo para el etanol que deriva en una baja del precio del producto. Si bien se amplía el mercado, al establecer un corte del 10% en las naftas a partir del 1» de diciembre, la caída en los valores le pone un techo a una industria como la del etanol de maíz que está con plantas que tienen poco tiempo de operación.
la frase
Juan Casañas Diputado (UCR Tucumán)
“Capitanich miente con total descaro, el diálogo con el campo es nulo”
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