Para las decisiones de importancia, el Gobierno sigue empeñado en dejar afuera de las decisiones que toma a los productores. De esa forma aplica las mismas recetas que viene utilizando en los últimos ocho años y que provocan un estancamiento y en algunos casos retroceso de la producción agropecuaria. Lo demostró esta semana con la [...]
Para las decisiones de importancia, el Gobierno sigue empeñado en dejar afuera de las decisiones que toma a los productores. De esa forma aplica las mismas recetas que viene utilizando en los últimos ocho años y que provocan un estancamiento y en algunos casos retroceso de la producción agropecuaria. Lo demostró esta semana con la carne y el trigo. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, les pidió a industriales frigoríficos, directivos de feedlots, propietarios de carnicerías y supermercadistas que presenten un acuerdo de precios para la carne vacuno. Lo hizo mientras el secretario de Comercio, Augusto Costa, mantiene pisado los ROE rojos y autoriza exportaciones a cuentagotas. Cuando el sector externo apenas se lleva un porcentaje mínimo del volumen total de la producción de carne -siete por ciento-, al restringir las exportaciones se ahoga al único segmento que puede dar señales de mediano y largo plazo para incentivar una mayor producción de carne. Además, sigue sin aplicar una estrategia conjunta que incluya al resto de las carnes, como si el consumo interno se moviera en compartimentos estancos y no hubiera vasos comunicantes en las decisiones del gasto de las familias cuando la carne vacuna, aviar o porcina tienen variaciones de precios. Además, en la reunión que se autorizó la exportación de otras 500.000 toneladas de trigo, del cupo de 1,5 millón de toneladas, conocida esta semana no se evaluó qué actitud tomarán los productores en la siembra de la campaña 2014/15. Al anular con el sistema de cupos la tradicional competencia entre exportadores y molineros por abastecerse de mercadería se le quita el incentivo del precio a quienes podrían sembrar el cereal fuera de las regiones exclusivamente trigueras. La apuesta exclusiva del Gobierno al fideicomiso para devolver el porcentaje correspondiente a los derechos de exportación no parece ser el mejor incentivo para aumentar el área sembrada con el cereal para la próxima campaña.
Es tal la desconfianza y rechazo hacia un mecanismo esencial de un mercado como la competencia, que quienes deciden las políticas económicas son capaces de volver a tropezar con la misma piedra. Es lo que ocurrió con la decisión de no autorizar hasta abril nuevos ROE blanco para la exportación de leche en polvo (aunque el CIL haya dicho después que se exportarán los mismos volúmenes que en 2013). Cuando los tamberos están advirtiendo que, por la reciente devaluación del peso, sus costos quedaron desfasados respecto del precio que perciben, el Gobierno no tiene otra mejor idea que pisar el precio vía restricción de exportaciones.
Esta visión de largo plazo del Gobierno se vio con el caso Repsol. El agro fue víctima colateral de la confiscación a la compañía petrolera y padece todavía los efectos de la represalia española con el cierre de las importaciones de biodiésel. Tampoco puede desligarse de ese contexto a la decisión de la Unión Europea de sacar a la Argentina del Sistema Generalizado de Preferencias o de la demora en autorizar al país en la “cuota americana” de carnes.
Es es que el mundo se mueve en otra velocidad. Lo demostró el gigante alimentario chino Cofco que adquirió esta semana el 51% de la propiedad de Nidera a nivel mundial. Mientras aquí hay quienes sueñan con recrear la Junta Nacional de Granos, en otras regiones hay quienes dan pasos estratégicos para asegurarse la originación y ser competitivos a escala global. Que una compañía china pretenda competir con gigantes de tradición centenaria como Cargill, Bunge o ADM está indicando que el eje del mundo está en el Este. Habría que preguntarse por qué las empresas argentinas no tienen en su agenda de mediano plazo colocarse en esa carrera.
Una de las consecuencias de la intervención del Gobierno en los mercados es precisamente esa: que las empresas íntegramente nacionales oscilen en ajustarse o cerrar, en el peor de los casos, que en expandirse en el exterior. Lo explicó muy bien hace unas semanas Gustavo Grobocopatel, CEO de Los Grobo, en declaraciones a Infobae TV. “La Argentina podría estar produciendo un 30% más [que en la actualidad], podríamos haber creado grandes multinacionales argentinas, unas 30 o 40 empresas que impacten en el resto del mundo”, dijo, y destacó que el país no tiene “traders globales, los traders son de Estados Unidos y de Europa”.
Y ahora también chinas.
El crecimiento a multinacionales argentinas llegará cuando haya una visión de largo plazo.
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