Desde hace varios años insistimos en que antes de hablar de la producción del campo y de su productividad, se debe hablar de irrigación en verano y de desagües en la temporada de lluvias. Es frecuente que se opine del agro, especialmente el del Caribe, sin conocerlo a fondo y las críticas más comunes a [...]
Desde hace varios años insistimos en que antes de hablar de la producción del campo y de su productividad, se debe hablar de irrigación en verano y de desagües en la temporada de lluvias.
Es frecuente que se opine del agro, especialmente el del Caribe, sin conocerlo a fondo y las críticas más comunes a los “fincahabientes”, ya que muy pocos califican como terratenientes, los descalifican por atrasados, por no tecnificar sus explotaciones, por ser primitivos, en fin, por ser casi tarados.
Los críticos de escritorio no sabían que el agro en Colombia depende del régimen de lluvias y del verano, y que en la Costa Caribe los veranos pueden durar seis meses y las lluvias otro tanto, y que ambas, aun antes de acentuarse el cambio climático, van de un extremo al otro.
Los inviernos de 2010 y 2011 cambiaron un poco el estereotipo en el país, pero aún falta que los burócratas rubicundos afincados en Bogotá, de quienes depende el agro del Caribe, comprendan que los ciclos climáticos de esta región siempre fueron de la sequía extrema a las lluvias torrentosas.
Con frecuencia el IDEAM habla del invierno “en el país”, pero se refiere a la Colombia andina, aunque en su página web incluye los pronósticos para el Caribe colombiano.
La mayor y más especializada producción de leche en Colombia siempre ha estado en la Sabana de Bogotá y en las demás tierras frías y templadas del área andina, pero la mayoría de las tierras allí se cambiaron a los cultivos de flores desde hace algunas décadas, y más recientemente se urbanizan a gran velocidad.
La lechería de Colombia baja de altitud y sube de temperatura a medida que la floricultura y la urbanización la empujan a tierra caliente, de manera que la Costa Caribe será una de sus áreas mayores de producción en poco tiempo, pero para esta actividad y para cualesquiera otra del agro se requiere agua para regar y canales y demás infraestructura para conducirla hasta las distintas explotaciones, y para drenar la tierra de los excesos de lluvia cuando la tierra es plana. Esa infraestructura es una responsabilidad estatal y no privada, y la Costa tiene un rezago allí tan grande como en lo demás: educación, salud, y lo peor, la proporción del Presupuesto Nacional que nos toca.
Celebramos que ayer un medio capitalino se ocupó de la baja producción de leche en un departamento del Caribe colombiano, en este caso Atlántico, con un titular en la primera página de El Tiempo que decía: “Hay menos leche por larga sequía”.
Es un buen comienzo que este litoral tiene que agradecerle a El Tiempo para que en la capital entiendan lo que nos pasa, pero la reducción dramática en la producción de leche en el Atlántico y en todo el Caribe no es por la sequía de este año, ni se parece a lo ocurrido en Casanare, sino que la hay casi idéntica -y a veces peor- todos los años.
Nuestros políticos deberían insistirle al Gobierno nacional para que se mejore la infraestructura agraria. O quizá la región debería asesorarse de quienes hacen los paros agrarios para que nos paren bolas.
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