Era bien sabido que el nuevo gobierno iba a tener limitaciones. También que encontraría la mayoría de los sectores en estado crítico. “Tierra arrasada”, dicen ahora algunos observadores, por la magnitud del deterioro. Se conocía, además, que la situación internacional había revertido los vientos de la economía que, ya hace 1-2 años dejó de […]
Era bien sabido que el nuevo gobierno iba a tener limitaciones. También que encontraría la mayoría de los sectores en estado crítico. “Tierra arrasada”, dicen ahora algunos observadores, por la magnitud del deterioro.
Se conocía, además, que la situación internacional había revertido los vientos de la economía que, ya hace 1-2 años dejó de crecer exponencialmente, de ser “de cola”, y ahora lejos de ayudar, frenan muchos movimientos y hacen más pesadas las exportaciones.
Todo eso era conocido, así como las dificultades para cambiar la tendencia local, y volver al crecimiento.
Sin embargo, de todas las restricciones, tal vez la mayor era la del “tiempo” para poner en marcha el nuevo esquema, cambiar las reglas de juego, asumiendo las limitaciones “físicas” insuperables, como la cantidad de años que demandará recuperar la producción energética, o la infraestructura vial, de comunicaciones, o el perdido stock ganadero.
¿Por qué, entonces, algunos funcionarios se muestran tan sorprendidos ahora?
Y, pero aún, ¿porque se sigue perdiendo un tiempo precioso para comunicar al país cual es el plan para salir del retroceso??
Porque se supone que hay un plan…, ¿no?
También es llamativa la ampliación del lapso para instrumentar determinadas resoluciones, más allá de la media docena de promesas de campaña, que se fueron poniendo en marcha en los 80 días transcurridos desde la asunción del nuevo gobierno, periodo que se amplía desde que ganó el ahora partido gobernante y, mucho más, si se considera la fecha en la que adoptaron la decisión de competir por la Presidencia de la República momento en el cual, seguramente, habrán pensado en el plan con el que iban a corregir los errores de la Administración anterior, si se erigían ganadores (lo que ocurrió).
En el caso del campo y su agroindustria, uno de los principales sectores productivos del país y el mayor generador de divisas “genuinas” que tiene la Argentina, los ejemplos abundan…
Desde los pronósticos de los excesos de agua que iba a generar El Niño, y las inundaciones que ya se venían produciendo desde septiembre pasado, igual se tardó más de 20 días en asumir lo que estaba ocurriendo. No hubo medidas de ayuda, ni paliativos, y las Emergencias recién comienzan a salir ahora.
Sobre la lechería, en crisis desde 2005, con achicamientos productivos, y desaparición de establecimientos productivos contínuos, no hace falta decir nada más…Sin embargo, siguen las reuniones de “diagnóstico”, y parece no saberse hacia donde apuntar.
Mientras nadie explica, ni a productores, ni a consumidores, que es lo que está sucediendo, y que es “lo que va a pasar”, que también se sabe, como es el caso de la carne vacuna, su precio, y el de las carnes alternativas (sobre todo el pollo y el cerdo), la difusión oficial apenas contempla las fotos de los funcionarios recibiendo distintas visitas, reuniones del más variado tenor, y viajes…
La negación a las “malas noticias” es la misma de la Era Cristina Fernández. “De lo malo no se habla”, pero entonces la gente no se entera. No se puede preparar para lo que viene. La excepción, el Ministro de Energía, Aranguren…
Y, mientras entre los productores se distribuyen los más que escasos fondos que aparentemente están disponibles (para colmo bastante mal en muchos casos o, en forma muy poco eficiente), trascienden latransferencia de más de U$S 6.000 millones a la petroleras por los malos precios internacionales que hay, aunque no se menciona que también las cotizaciones de los granos, o de la leche, cayeron abruptamente.
Según lo ya anunciado, entre los tamberos, la vitivinicultura, los arroceros, la emergencia agropecuaria, y los fondos para poder cosechar las peras y manzanas de los árboles, actividades en las que trabajan miles de personas en todo el país, los parches económicos no llegan a U$S 250 millones. Un 4% del monto de las petroleras y, mientras a las destilerías se les autorizó una suba de precios del combustible en febrero y, seguramente, otra en los próximos días, cuando subió la carne saltaron varios funcionarios amenazando importar el producto (lo que tampoco es posible) para controlar los precios internos.
¿Quién determina cuales son las prioridades?, ¿con que criterio?, ¿de que lado de la sábana corta se destapa?
Mientras, los consumidores –que, a su vez- somos todos- afrontan aumentos continuos del costo de vida sin el consuelo de ver, siquiera, que el Gobierno acompaña ese esfuerzo procediendo a racionalizar efectivamente los gastos públicos, inocultablemente sobredimensionados en la Era K. Lo que se hizo hasta el momento es apenas una “muestras gratis”.
Ahora, queda tal vez una de las últimas chances para hacer lo que la sociedad espera (y merece): la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, momento en el que el Presidente Macri dará su discurso a la Asamblea y en el que se espera, al menos, algún balance de los primeros 3 meses de gestión, un informe sobre lo que “se encontró” en el Gobierno, y un lineamiento de hacia adonde apunta la gestión oficial.
Lo ideal sería que fuera todo acompañado por un paquete de proyectos de ley que respaldaran los dichos oficiales, que tuvieron tiempo sobrado para elaborar, y promocionados grupos técnicos que, se supone, trabajaron durante años en la materia.
Para el campo, semillas, propiedad intelectual, correcciones respecto a tenencia de la tierra, política impositiva y de incentivos a la producción, etc., etc. son solo algunas de las herramientas que habría que tener a la brevedad, y sobre las que se espera que el Gobierno anuncie que va a hacer.
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