En el interior, no queda nada para llevarse
Osvaldo Costamagna es productor lechero de la zona de Tío Pujio, en el departamento General San Martín. Heredó el establecimiento de su padre y, con 75 vacas en ordeñe, produce 1.400 litros de leche. “Estoy fundido”, según reconoce a La Voz del Interior, luego de su intervención en la asamblea de productores realizada ayer en la Sociedad Rural de Río Cuarto y encabezada por la Mesa de Enlace Nacional. “Me endeudé para darles de comer a las vacas, pero la suba de los costos hizo que se hiciera inmanejable”, sostiene.
Tendría que vender 50 vacas para cancelar el pasivo que ronda los 240 mil pesos. Significaría dejar de existir como productor.
El caso de Costamagna se extiende a otros productores lecheros de la provincia y se multiplica por cientos en el resto de las economías regionales, donde la producción agropecuaria sigue perdiendo competitividad.
Esta pérdida no sólo está dada por la inflación que expande los costos, o por la intervención cambiaria que hace que el dólar oficial siga perdiendo terreno respecto al tipo de cambio paralelo.
Sin infraestructura. También a la competitividad la hace la infraestructura, cada vez más venida a menos en el interior. En el departamento Pocho, con 3.207 kilómetros cuadrados, hay sólo 25 kilómetros de asfalto, según relató en la asamblea un productor de la zona.
La presión impositiva tampoco se queda atrás. Los productores del norte de Córdoba están a 700 kilómetros del puerto para llevar su producción y pagan por el combustible uno de los valores más altos del país, por obra y gracia de la tasa vial que impuso el gobernador José Manuel de la Sota.
Los productores aseguran que en el interior ya no hay más renta de la que el Gobierno nacional pueda apropiarse.
De acuerdo con un análisis de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), por cada 100 pesos que distribuye de renta una hectárea promedio de soja, maíz o trigo, 79 pesos se lo llevan los impuestos nacionales y provinciales.
A eso hay que sumarle lo que se queda el propietario de la tierra, más, si tenemos en cuenta que en Argentina el ?60 por ciento de la superficie agrícola es arrendada. Así, es difícil imaginar qué más se le puede sacar al interior.
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