La política agropecuaria implementada por el gobierno nacional tiene criterios claros que deben ser comprendidos para obtener beneficios a partir de esquemas asociativos.
Así lo indicó Carlos Seggiaro, socio de la consultora Dellavedova, Seggiaro y Asociados, durante una conferencia desarrollada para los CREA de la región Oeste Arenoso.
Otra pauta de la actual política es la apropiación de parte de la renta agrícola para transferirla a otros sectores. En este rubro se incluye la retención del 35% y 32% sobre las exportaciones de poroto de soja y harina/aceite de soja, respectivamente.
“Además, este gobierno redistribuye dentro del propio sector; le quita a algunos para darle a otros, como sucede por ejemplo en el caso del maíz: los productores de este cereal podrán estar fastidiados con lo que ocurre, pero no conozco a ningún productor de pollos o de porcinos que esté molesto por esa situación”, señaló el consultor.
Seggiaro insistió en el hecho de que la retención del maíz “no esté puesta con un criterio fiscalista, sino para separar el precio local del internacional; eso representa una amenaza para muchos productores y una oportunidad para otros”.
Otro de los criterios base de la actual política agropecuaria es la promoción de la industrialización de la producción agrícola. “Desde 2003 el Gobierno nacional ha destacado que las retenciones están puestas para agregarle valor a la producción primaria. Esa señal no cambió y mi impresión es que no va a cambiar en los próximos cuatro años”, aseguró.
Seggiaro mencionó el caso de la recientemente creada industria del biocombustible. “Si quiero exportar soja tengo una retención del 35%, pero si exporto biodiésel pago una retención del 14%. Por eso, en apenas cinco años la Argentina generó el complejo de biocombustibles más grande del mundo”.
El consultor mencionó el caso de la
compañía Vicentín, que en 2007 inauguró en Avellaneda (Santa Fe) una
planta elaboradora de biodiésel con una capacidad instalada de 145.000
toneladas anuales. “Vicentín amortizó esa planta en apenas tres años”,
comentó Seggiaro.
Otro caso es el trigo, que tiene una retención del 23%, mientras que la harina de trigo paga un derecho del 13% y los fideos, del 5%. “Mientras más valor agregado tiene el producto, más baja es la retención”, distinguió el consultor, para luego recordar que el grupo “Los Grobo tiene molinos harineros (Molinos Cánepa) y están construyendo una planta de fideos, ambos para el mercado brasileño”.
“El proyecto requiere una inversión del orden de 2,5 millones de dólares y se financiará con un crédito de fomento en pesos, con una tasa fija del 8% anual a cinco años y con un año de gracia”, agregó.
Seggiaro dijo que el proyecto de la planta de alimentos balanceados para peces tiene una tasa interna de retorno (TIR) estimada del orden del 30% anual. “Esa tasa es muy alta y quizás en el futuro pueda cambiar, pero ese negocio sería igualmente viable sin derechos de exportación: el diferencial de retenciones permite tener la posibilidad de un mayor retorno al menos durante cuatro años más”, graficó Seggiaro.
“Algunos años atrás hicimos un proyecto
para un grupo de productores de la zona de Bombal (Santa Fe), que
consistía en un molino de trigo. La TIR era del 30% y la inversión fue
amortizada en apenas tres años. Con el tiempo, la TIR debería ubicarse
en tasas más razonables del 10% al 15% anual, pero eso no implica que
deje de ser negocio, porque Brasil es el segundo importador mundial de
harina, lo va a seguir siendo y la Argentina tiene ventajas arancelarias
y geográficas para posicionar tales productos en ese mercado”, explicó.
Oportunidad
El negocio de la agricultura en campos de terceros requiere niveles crecientes de escala para poder licuar los altos costos que registran los alquileres agrícolas. Esta carrera expulsa a los más “pequeños”, ya sea por falta de escala o por la tentación de pasarse al bando de los “rentistas”.
“A una cooperativa le planteamos un
proyecto de un molino harinero de 60 toneladas diarias; la cooperativa
es la principal fuente de empleo del pueblo de unos 3000 habitantes, es
decir, si desaparece la cooperativa, desaparece el pueblo”, relató.
“Existe la posibilidad de financiar el proyecto con un crédito oficial muy conveniente. Pero el abogado de la cooperativa me plantea que el proyecto puede poner en riesgo la historia de 60 años de la entidad. Pero yo creo que es el revés: la cooperativa está en riesgo si no hacen nada. En un pueblo existe otra cooperativa que tiene un molino harinero que exporta el 70% de su producción a Brasil y jamás tuvo un problema en conseguir ROE (licencias de exportación)”, explicó Seggiaro.
“Existe la posibilidad de financiar el proyecto con un crédito oficial muy conveniente. Pero el abogado de la cooperativa me plantea que el proyecto puede poner en riesgo la historia de 60 años de la entidad. Pero yo creo que es el revés: la cooperativa está en riesgo si no hacen nada. En un pueblo existe otra cooperativa que tiene un molino harinero que exporta el 70% de su producción a Brasil y jamás tuvo un problema en conseguir ROE (licencias de exportación)”, explicó Seggiaro.
Factores necesarios
Seggiaro indicó que se requieren varios factores para poder llevar adelante un emprendimiento que avance sobre la cadena de valor: financiamiento, tecnología, infraestructura, logística comercial, personal y mentalidad asociativa.
En lo que respecta a la infraestructura, la
principal limitante es que no en todas las zonas productivas existe
disponibilidad de energía eléctrica suficiente para poder montar plantas
industriales.
“Pero el obstáculo más grave que generalmente se enfrenta en estos emprendimientos es la cuestión asociativa, que es un factor cultural que debemos considerar para poder encarar un proyecto en sociedad”, apuntó el consultor.
“No se pueden hacer estos proyectos de manera solitaria: los productos
se tienen que juntar y ahí es dónde la mayor parte de los obstáculos,
que son culturales”, concluyó Seggiaro.
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