Con el año termina también una década, la primera de este siglo y de este milenio, ¡casi nada! Con ella se cierra, por esa arbitrariedad de los números y los promedios, el período más exitoso de los vinos argentinos al tiempo que se ingresa de lleno en una "nueva" vitivinicultura. Ni para los vinos argentinos, ni para los de todo el mundo, los años venideros serán iguales.
Por: Javier Merino
La vitivinicultura se globalizó y con ello, los actores del sector cambiaron su accionar y los resultados pueden ser visualizados en tres movimientos medulares: aumentó significativamente la presencia de los vinos importados en las opciones de los consumidores; la calidad del vino comercializado subió y la demanda de vinos, otrora muy cultural, pasó a estar dominada por el ingreso de los consumidores.
Los vinos importados ganan espacio en las góndolas
Apenas el 20% del total de vinos consumidos en el mundo eran importados a principios de la década, mientras que hoy esta proporción supera el 34%, lo cual muestra la globalización del sector. Ya no existen productores de vino que no observen en su estrategia de comercialización la exportación, pues ha sido la parte más dinámica del negocio. Este fenómeno tuvo su origen en la irrupción que hicieron países nuevos en el consumo de vinos como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y más recientemente los asiáticos con China y Japón a la cabeza. Dado que en su mayoría no son productores, impulsaron las compras externas para abastecerse. Sin perjuicio de ello, algunos también incrementaron considerablemente su producción interna , siendo el caso más notable el de China que en tan sólo 10 años incrementó su superficie plantada de 280 mil hectáreas a más de 600 mil en la actualidad.
Mejores vinos
La década mostró una mayor exigencia de los consumidores. Es lógico, aumentaron las opciones y cuando eso sucede los consumidores de cualquier bien pretenden comprar mejor calidad al mismo precio, y eso hicieron. Todos los productores de vino han tenido que hacer esfuerzos notables en mejora de calidad y allí Argentina tuvo mucho para ganar. En el mundo ha existido, en estos diez años que pasaron, un incremento de demanda muy fuerte en los vinos de precios medios/altos, digamos entre 8 y 15 dólares la botella en la góndola, especialmente en países con niveles de ingresos elevados. Aumentó el precio promedio de consumo y esto impactó en el precio promedio mundial de importación que pasó de 2,5 dólares por litro a casi 3,7 dólares; casi un 50% en una década. Otra señal para los negocios, si se quiere ser competitivo, la calidad es un requisito esencial en todas las categorías de consumo. Porque no sólo hay muchos vinos compitiendo sino que los nuevos consumidores ponen en la canasta posible también a muchas bebidas competidoras.
La billetera de los nuevos consumidores
La sustancial mejora en el ingreso de ciertos países como los asiáticos o algunos del Este europeo, incluido Rusia, ha generado un considerable crecimiento a la demanda por vinos. Ciudades como Shanghai o Seúl, hoy tienen patrones de consumo de vino muy occidentalizados y empiezan a referenciar las decisiones de los productores mundiales. Seguir de cerca el crecimiento de las economías del grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) es vital en las decisiones del negocio. Todo indica que estas tendencias se mantendrán. Nuevas generaciones de consumidores se han agregado en varios países, y en algunos de ellos, como el caso de Estados Unidos, imponen patrones de consumo distintos a los tradicionales. No observar detenidamente este fenómeno puede significar perder varios escalones en la carrera competitiva.
¿Y en Argentina?
En toda su historia vitivinícola nuestro país no presenció un cambio de la magnitud actual. Sólo es comparable a la irrupción de los inmigrantes a principios del siglo pasado para abastecer el creciente consumo de Buenos Aires. Pero hoy es distinto, ya no es el mercado interno el que empuja, es una constelación de 40 o 50 países donde hay que buscar los clientes ¿Y en el mercado interno? Todo cambió también. Mientras que los vinos embotellados han crecido a tasas del orden del 6% anual, los fraccionados en tetra han caído a una tasa superior. El vino de más calidad creció a la par de las bebidas más exitosas, como es el caso de la cerveza, lo cual demuestra que este segmento no perdió ninguna batalla en la mesa de los argentinos. Por el lado de la producción, nueve variedades incrementaron su superficie plantada en casi 60 mil hectáreas, lideradas por el emblemático Malbec que pasó de 10 mil a 27 mil hectáreas en sólo una década, y aún así su crecimiento está por debajo de lo que crece su demanda. Las menos demandadas internacionalmente disminuyeron en casi 50 mil hectáreas. Un cambio productivo de esta magnitud es difícil de observar en cualquier país del mundo. No sólo fueron hectáreas plantadas con variedades demandadas, sino que además se hicieron con la mejor tecnología mundial. Nuevas zonas hoy producen uvas que hace apenas diez años eran incipientes o tan solo eran proyectos.
Argentina, mostró una vertiginosa llegada de inversores que cambió definitivamente el mapa. Las principales asociaciones del sector se poblaron de estos nuevos actores, muchos de ellos extranjeros. El cambio institucional también fue notable, la Coviar es una prueba de ello. Pocos sectores de la economía argentina pueden mostrar este grado de institucionalización y, como todo lo que vendrá, también ésta deberá transformarse a los nuevos tiempos, claro que lo hará desde un escalón muy importante.
Si algo pueden mostrar los vinos argentinos es una tasa de expansión internacional explosiva del orden del 25% anual, especialmente en los últimos cinco años. Sólo Nueva Zelanda tiene tasas de crecimiento similares a las argentinas. Los vinos nacionales hoy tienen visibilidad en los principales mercados mundiales, lo cual les agrega una carga competitiva adicional pues otros países competidores nos miran con mayor atención. La relación calidad/precio y disponer de una variedad emblemática han sido parte de la explicación del crecimiento. La pregunta es si la historia reciente alcanza para explicar el futuro y si podremos mantener estas tasas de crecimiento.
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