La ciencia, en general, ha supuesto incontables beneficios para el bienestar del ser humano. Uno de los métodos que utiliza para lograr ese fin es arruinar la reputación de alimentos que nos encantan y considerábamos ‘sanos’. Como somos defensores de la ciencia, nos vemos en la obligación de desmentir lo ‘saludables’ que son algunas comidas que consumimos habitualmente. La causa de que estos alimentos sean más insanos de lo que parecen es la sacarosa, popularmente conocida como azúcar. Es un disacárido, muy calórico, con un poder edulcorante descomunal. Su mayor riesgo reside en que es uno de los alimentos que más (y más rápido) aumentan nuestro nivel de glucosa en sangre(índice glucémico), lo que a su vez aumenta el riesgo que tenemos de padecer ciertas enfermedades metabólicas, la diabetes tipo II y el sobrepeso (también se la relaciona en algunos estudios con un riesgo aumentado de cáncer, aunque no existen conclusiones al respecto).
Vinagre balsámico
Si ya explicamos que existen prácticas engañosas en la industria y que probablemente ninguno hemos llegado a probar el auténtico aceto balsámico de Módena (o de Reggio Emilia, la otra denominación de origen protegida), peor es enterarnos de que 100 mililitros (un tercio de una lata de refresco) contienen 33 gramos de azúcar (tres veces más que la misma cantidad de Coca-Cola), lo que suponen, por sí solos, más de 150 kcal. Lo verdaderamente sorprendente es que esta descomunal cantidad de sacarosa está presente en una cantidad de producto ínfima.
A esto tenemos que añadirle que no es que tomemos el vinagre balsámico solo, sino que lo utilizamos para aderezar otros alimentos, normalmente ensaladas. Y sin querelo, aumentamos el escaso valor calórico de unas hojas de lechuga y un par de pedacitos de queso de forma muy sustancial. Además, si en vez de puro y simple vinagre balsámico, consumimos el sirope hecho con este, la cantidad de azúcares se dispara todavía más. Es lo que tiene que sea casi caramelo.
Pan integral
Sí, tiene cosas buenas como estar lleno de fibra o contener carbohidratos de absorción lenta. La parte mala es que la fibra es insípida. Para solucionar esa carencia de sabor, la industria añade su ‘toque personal’, que consiste principalmente en sal y azúcar. Según la base de datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés), 100 gramos de pan integral contienen 6 g de azúcar, lo que representa una cuarta parte de la máxima cantidad diaria recomendada de azúcar según la OMS. Esto no significa que otros panes sean más saludables, no tiene por qué ser así (de hecho, su carencia de fibra y estar hechos con harinas refinadas los hace peores), pero la imagen que el pan integral transmitía es algo falsa.
Por supuesto, en la receta tradicional de el pan (de cualquier tipo) no tiene cabida el azúcar (ya son bastante calóricos los hidratos de carbono por sí solos), pero eso no significa que la industria no recurra a la sacarosa de forma habitual siguiendo la máxima de que ‘todo puede estar más rico’.
Productos sin gluten
Aunque la mayor parte de sus consumidores ni siquiera tenga la necesidad de evitar el gluten (según el estudio ‘Consumidor Sensitivo’ de Nielsen, solo un 1% de la población española sufre alguna afección que le obligue a no consumir esta proteína, y aún así, un 13% de los consumidores lo evita de todos modos). Esto se debe a la demonización de este nutriente y, además, a la visión que tiene quien los compra de que son más saludables que el resto. Menuda trampa.
Por poner un ejemplo, en una pizza vegana sin gluten, según datos de USDA, hay 10 gramos de azúcar por porción, lo que sumado al resto de ingredientes, supone 520 kcal. Esto significa que un simple trozo de pizza tiene más de una cuarta parte de las calorías diarias recomendadas (cifra que para los hombres se sitúa en 2.200 kcal al día y para las mujeres en 2.000 kcal). Sano, lo que se dice sano, no es.
Zumo
Es una pena pero, sí, la fruta contiene azúcar; en concreto, fructosa, un monosacárido que es incluso más energético que el azúcar de mesa. El problema es que no todas las naranjas, y por tanto no todos los zumos, son igual de dulces. Esto se acentúa todavía más en los que son elaborados a partir de concentrado o en las bebidas ‘a base de zumos de frutas’. Incluso si miramos bien las etiquetas en el súper, podemos encontrarnos con envases en los que pone explícitamente ‘100% naranja’, y en el momento de ver la lista de ingredientes, encontrarnos que estos son: “Agua, concentrado de naranja, azúcar, ácido cítrico y vitamina C’.
Por supuesto, siempre será más sano, y posiblemente más rico, el que nos elaboremos nosotros mismos en casa, pero incluso entonces deberemos tener en cuenta que rebosará de azúcar. Llegados a este punto, no podemos olvidar que lo saludable que es un alimento no depende únicamente de si contiene azúcar o no. Las vitaminas, por ejemplo, son fundamentales para la salud del cuerpo humano. Así que lo único que podemos decir del zumo es que es muy sano y, a la vez, contiene azúcar. Por eso está tan rico.
Yogur
Mucho se ha discutido sobre este producto. Siempre ha sido uno de sus fuertes ser un probiótico, pero la mala imagen que tenía la enorme cantidad de grasas que contiene nos obligó a buscar alternativas, como los ‘bajos en grasas’ (que ni saben a yogur), o directamente a olvidar este producto. Por suerte, las grasas gozan de una mejor reputación hoy en día (en parte gracias a la famosa dieta keto) y los yogures vuelven a estar en el menú. Serían muy buenas noticias si la historia acabase aquí, pero no. Si nos encontramos en el lineal del supermercado y miramos con cierto detenimiento la etiqueta de estos productos, podemos llevarnos una importante sorpresa. Por cada 100 gramos de producto, la media de hidratos de carbono se sitúa en los 14 gramos, una cantidad razonable. No lo es tanto cuando especifican que 13 de esos 14 gramos corresponden a azúcares añadidos.
Por supuesto hay cientos de variedades de yogur y productos similares, unos contienen más sacarosa y otros menos. Pero mirar la etiqueta no estará nunca de más, porque esconden más de lo que podemos percibir a simple vista.-
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