Entre todos los reclamos de los rurales uno de los más justos y factibles de atender es la rebaja del precio del gasoil.
Aunque una medida del gobierno en tal sentido no sería suficiente para muchos de los “autoconvocados”, su aplicación tendría el valor de una primera señal de comprensión de Tabaré Vázquez y su elenco a los pedidos de la campaña. Una medida que ayudaría además a entablar el diálogo en mejores condiciones.
Las cifras cantan que los productores están pagando demasiado caros los combustibles, en particular el gasoil, un insumo esencial para el agro y las cadenas agroindustriales. Incluso algunos voceros del gobierno reconocen que su precio es muy superior a lo que costaría importarlo pagando todos los impuestos, que no son pocos. Casi un 38% más caro. Una locura. Esa situación que viene de años atrás tornó más irritante el aumento de su precio en un 4.8% a principios de año. Fue una de las gotas que desbordó el vaso y lanzó a los rurales a la lucha.
Ante ese movimiento las primeras reacciones del frenteamplismo gobernante fueron de indiferencia cuando no de desdén. Una vez más quedó clara la incomprensión del poder central ante los problemas del campo. Su actitud inicial de evaluar a los rurales como un conjunto de privilegiados protestones solo sirvió para alimentar el incendio en la pradera. Después de ver lo de Durazno, la movilización en todo el país y el tenor de la protesta, el gobierno pareció calibrar la gravedad del caso y se mostró más dispuesto a negociar y encontrar soluciones.
En esa búsqueda el caso del gasoil rompe los ojos. Una estimación derivada de datos de la propia Ursea (Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua) indicó que en 2016 el sobrecosto pagado por todos los combustibles fue de 415 millones de dólares, de los cuales 367 millones venían del gasoil. Está claro que se les fue la mano. Un gasoil que es el más caro de la región (el doble del que se cobra en Chile, por ejemplo) y uno de los más costosos del mundo.
Se dirá que sablear así a los productores es la única forma de lograr que Ancap no siga dando pérdidas. Según la ministra de Industria, Carolina Cosse, rescatar las finanzas del ente petrolero es una prioridad. Lo demás no parece interesar tanto por lo que hay que concluir que empresas públicas co-mo Ancap en lugar de servir a la sociedad se sirven de ella para sobrevivir. Si bien importar el gasoil directamente rebajaría su precio en un 38% con el consiguiente beneficio para los productores, lo relevante para el gobierno es que Ancap no se desfinancie. Seguimos pagando la herencia maldita que dejó Raúl Sendic, quien dicho sea de paso integró esta semana la aberrante excursión a Brasil para defender la ética de Lula y al llegar allá dijo que “la derecha” estaba detrás de los actos de los “autoconvocados”.
Un último apunte: estuvieron bien los políticos que fueron a dar la cara a Durazno. Comprendieron que un movimiento como este puede conducir a la condena general del sistema político y al “que se vayan todos”. Con su presencia ayudaron a dejar en claro que el Frente Amplio, con su insensibilidad ante las quejas del agro, es la causa principal de la falta de soluciones a los problemas del campo.
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