Hace unos días tuve la posibilidad de viajar a Holanda y pasar unos días allí. Fui invitado por el programa de visitantes del Ministerio de Asuntos Exteriores en vísperas de la visita de Estado que realizó esta misma semana el presidente Mauricio Macri.
Durante la estadía recorrí una diversidad de puntos interesantes estratégicamente elegidos por los anfitriones en base a temas en común entre Holanda y nuestro país. Visité desde la Universidad de Wageningen (número uno en temas de agricultura y alimentos) hasta la Corte Penal Internacional de La Haya, pasando por el Concejo Económico y Social Holandés (SER).
Descubrí un país impresionante. Con poco más de 17 millones de habitantes y la mitad del área de la provincia de Entre Ríos (41.5 mil km2), el PBI de Holanda es el doble del nuestro y el ingreso per cápita casi cinco veces mayor (apenas 5% de pobreza). Además, Holanda es el segundo exportador del mundo de productos agropecuarios (después de Estados Unidos), exportaciones que en parte derivan de agregar valor a productos primarios que compran en otras partes del mundo.
Lo de impresionante no lo digo necesariamente por los números anteriores. A pesar de la variedad de sitios visitados y temas vistos, en todos los casos aparece un elemento común que pareciera ser el secreto del buen funcionamiento: la colaboración. La palabra fue explícitamente nombrada por muchas personas que nos recibieron. Eso me impresionó.
A pesar de las distancias y diferencias, tenemos muchos temas en común con Holanda: agronegocios, energía, agua, logística, derechos humanos, entre otros. La visita de Estado abre grandes oportunidades para cultivar colaboraciones que potencien a ambos países.
Las autoridades que recibieron al contingente de argentinos transmitieron una gran expectativa por la visita. Y yo entiendo que la oportunidad es especialmente grande para nuestra comunidad agroindustrial.
El manejo del agua es sin dudas uno de los temas promisorios. Holanda tiene casi la mitad de su área debajo del nivel del mar y parte importante del territorio en tierras ganadas al agua. Pero tienen siglos de experiencia en el tema. Tuvimos la oportunidad de hablar con H. Ovink, enviado especial del International Water Affairs, una división inaugurada hace dos años para trasladar esa experiencia en manejo del agua de Holanda al resto del mundo.
Antes de la llegada de Ovink imaginé que íbamos a hablar de obras, modelaciones, etc. Sin embargo, a instantes de comenzar nos dijo “el manejo del agua requiere colaboración”. Por si quedaban dudas, al rato nos dijo que “la infraestructura social” puede ser más importante que la infraestructura física. Se refería a la capacidad de los actores de hablar, coordinar, etc. Así, las autoridades del agua (estructura de gobernanza del agua de Holanda) emergen de la capacidad de colaborar, dijo Heink.
Lo que decía Ovink llenaba de sentido algunos hallazgos del proyecto Clima de AACREA, en el cual también participan instituciones como Servicio Meteorológico Nacional (SMN), Instituto Nacional del Agua (INA), Grupo de Estudios Ambientales (UNSL) y es financiado por National Science Foundation de EE.UU. Aquí encontramos que ciertos usos de la tierra pueden bajar la profundidad de la napa y por lo tanto reducir los riesgos de anegamiento. Pero que lo que hace un productor en su campo no es suficiente para generar cambios a escala de cuenca sino que se necesita de la colaboración entre todos para lograr un cambio significativo.
Desde ya que los holandeses no desestiman la importancia de infraestructura física; basta mirar la “barrera de Maeslantk” (evita ingreso de agua del mar a un área que alberga 5 millones de personas), obra que costó 450 millones de euros y se usó una vez en 20 años. A propósito de esto, “anticipación” fue la otra palabra clave que me traje.
Otra de las cuestiones que me llamó la atención (muestra a la colaboración como factor clave) fue el Concejo Económico y Social. Es una organización independiente del gobierno, formada por representantes de empleados, empleadores y expertos que realiza estudios y reportes en temas económicos y sociales para asesorar al gobierno. Se logra un espacio de diálogo que permite consensuar visiones y formular aportes con la convicción de que el bien común será mayor a la suma del bien que las partes pueden lograr aisladamente.
El viaje me inspiró y quería contagiar esa inspiración. Me abrió nuevas miradas respecto a la resolución de algunos de los conflictos que tenemos hoy, tanto a nivel de sector (inundaciones, semillas, etc.) como a nivel de país (tensiones entre sectores, paros). Y me mostró que el desarrollo genuino no depende de fórmulas mágicas. Depende de una cuestión simple y alcanzable -si nos lo proponemos- como el espíritu colaborativo.
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