martes, 1 de marzo de 2016

Los Robert Redford del campo


Seguramente muchos habrán visto la película protagonizada por Robert Redford y Demi Moore, “Una proposición indecente” o, al menos, conocerán su argumento. Más allá del guión, la fotografía o la interpretación de los actores, la lectura final –llamémosla moraleja–, es aquello de “todos tenemos un precio”, en palabras del propio Redford cuando pretendía comprar la voluntad del marido de Demi Moore y pasar, así, una noche con ella.
Ahora que han pasado más de 20 años desde que se estrenara y vemos cómo la corrupción campa a sus anchas, parece que esa frase era, más bien, una sentencia; una sentencia condenatoria para todo un país como el nuestro, cuya confianza en muchos de sus gobernantes no alcanza más allá de preguntarse cuánto de caros serán si alguien pretende comprarlos.

Los ciudadanos tenemos la sensación de que la corrupción, en mayor o menor medida, lo inunda todo. Y lo mismo que se nos hace dolorosamente evidente que ha subido a los palacios, también vemos cómo ha acabado bajando a las cabañas y llegando al campo. Quizá con algún punto menos de intensidad en el escándalo. Pero al final, la falta de transparencia en la toma de decisiones, la mano de terciopelo que aplica el poder con el fuerte y la de hierro y rigor con el débil, la parcialidad en la actitud frente a unos intereses u otros según calcen zapato de marca o alpargata, desprende el mismo tufo que los casos con los que desayunamos cada día en los medios de comunicación. A lo mejor no es corrupción premeditada, pero es un dejarse llevar, o un darle un empujoncito a esa puerta giratoria que les lleva a ellos a espacios de apetecible confort en lo político y en lo económico.

Quizá, dada la situación, sería oportuno decirle a los miles de agricultores de nuestro país que llenan las despensas de la ciudadanía, que el abono no puede bajar porque existe en algún lugar un Robert Redford que lo impide, susurrando en el momento oportuno las cosas adecuadas a los oídos indicados. No se va a bajar y ya está. ¿Que una parte importante de la materia prima se ha reducido un 70%?, sí, es correcto, pero para ti, que te levantas al alba con tareas e incertidumbres lógicas de tu oficio y que estas a expensas de si llueve o no llueve, si hace frío o nieva, no va a bajar.

El abono es sólo un ejemplo. Pero el gasóleo o la electricidad para el regadío –las eléctricas ganaron casi un 20 % más hasta noviembre de 2015- también deben tener sus susurrantes galanes particulares. ¿Nada puede hacerse para moderar su avidez?. ¿Ni la de la gran industria y la gran distribución cuando, injustificadamente, multiplica por cuatro o cinco el precio de los alimentos desde que nos los compran en el campo hasta que los venden en los supermercados?

Entre tanta Ley reformada para proteger, presuntamente, determinados intereses empresariales en la costa, o los derechos de las empresas de los obtentores de semillas, o de las constructoras de autopistas de peaje o infraestructuras hidráulicas o de prospectoras de petróleo…¿tan poco ha podido hacerse para que la política agraria beneficie a los agricultores y ganaderos profesionales, para que no estén condenados a vender por debajo de sus costes de producción?, ¿para no seguir engrosando con su ruina las cuentas de las multinacionales de exportación e importación? Da la sensación de que muchas de las instituciones se encontrasen en pleno mercado de abastos, vendiendo al mejor postor las páginas del BOE, sin importar ni sopesar todo lo que hay detrás.

Lo peor no es la falta de confianza en los políticos y la pérdida de respeto a las instituciones, sino el daño objetivo que se está haciendo a la sociedad y que los ciudadanos vivimos en primera persona: los puestos de trabajo destruidos, las explotaciones ganaderas cerradas, los jóvenes rurales sin expectativas, la paralización de una parte de la actividad productiva y de la economía de nuestros pueblos. No por la sequía, ni las heladas, ni el mildiu, sino por la plaga de Robert Redfords que susurran y prometen puertas giratorias para que otros puedan amenazar impunemente al ganadero que no le van a recoger la leche, las mismas empresas que dice Competencia que no le han pagado 900 millones de euros para que haya que pagar ahora un IBI rustico más o que paguemos los préstamos más caros que en Europa a esas entidades que hemos tenido que rescatar con nuestro dinero.

Ahora que, parece, va a haber relevo en el gobierno debe ser la ocasión de sentar las bases para evitar comportamientos poco éticos y que hagan imposible que los políticos puedan actuar a favor a quien ha sido su jefe en la empresa privada , o puede serlo después de dejar el cargo.

Yo no me apunto a la presunción de la culpabilidad de nadie, pero rechazo que en mi país alguien pueda siquiera llegar a plantearse cuál es el precio de un ministerio o de una secretaría general y, lo que es más grave, que pueda acabar pagándolo y se lleve al huerto a la Demi Moore de turno.

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