En la apertura del encuentro, el presidente de la institución que nuclea a la cadena girasolera, Luis Arias, pidió la baja del 32 al 17% de los derechos de exportación. Asegura que está garantizado el consumo interno y la incidencia fiscal apenas roza el 1% de la recaudación por ventas externas
“Hemos concluido una de las peores campañas de girasol de los últimos 40 años. La superficie fue de alrededor de 1.400.000 hectáreas y la producción final estuvo en 2.300.000 toneladas”, sostuvo Luis Arias, presidente de la Asociación Argentina de Girasol (Asagir), durante la apertura del 6º Congreso Argentino de Girasol celebrado este martes en la Ciudad de Buenos Aires.
La razón principal que explica la caída de la superficie sembrada y productiva la ve Arias en las retenciones que paga la oleaginosa. “Si bien tenemos debilidades propias de la cadena y enfrentamos amenazas externas”, reconoció, “la elevada carga tributaria y el 32% de derechos de exportación para el grano y 30% para el aceite y harinas son una pesada mochila que frena e impide potenciar las fortalezas del girasol”, dijo el presidente de Asagir.
En lo que respecta a la caída de la superficie sembrada de la última campaña la explicación que da el mismo sector privado no está relacionada con los derechos de exportación sino más concretamente con cuestiones climáticas.
Aunque la expectativa de siembra al inicio de la campaña 2013/14 se cifraba en torno a 1,9 millón de hectáreas, la superficie cubierta fue de solo 1,48 millón de hectáreas. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires no atribuyó la reducción a los niveles de derechos de exportación. Para la entidad bursátil “la falta de adecuadas condiciones climáticas durante la siembra fue la principal causa” que provocó una merma de 420 mil hectáreas al momento de la implantación del cultivo.
Arias, recordó que en el año 2000, “Argentina tenía una participación del 53% del comercio internacional de aceite de girasol (Ucrania solamente un 15%). Hoy es del 8% mientras Ucrania comercializa el 55%”, una muestra más de los efectos negativos de la política nacional trasladada al plano internacional.
Resulta difícil de creer que la caída de la producción de girasol se explica pura y exclusivamente por los derechos de exportación. Basta con mirar las estadísticas de siembra y producción, sin mencionar que la mayor productividad del cultivo se alcanzó en la campaña 2010/11, la última del primer gobierno de Cristina Kirchner.
El récord de la superficie sembrada y la producción de girasol se logró en la campaña 1998/99, cuando se registraron 4,23 millones de hectáreas implantadas y una cosecha récord de 7,12 millones de toneladas. Gobernaba Carlos Menem: no había retenciones y la economía estaba completamente desregulada sin precios de referencia ni cupos de exportación.
En la campaña 1999/00, entre la salida de Menem y la asunción de Fernando De La Rúa, la superficie sembrada de girasol se desplomó un 53%. Apenas se sembraron 1,9 millones de hectáreas, la caída de la producción fue peor: disminuyó un 55%, con una cosecha de 3,18 millones de toneladas.
En la campaña 1999/00 las condiciones económicas internas en Argentina eran las mismas que en la 1998/99: no existían las retenciones ni había regulación de mercados, nadie conocía a Guillermo Moreno, y muy pocos habían escuchado hablar alguna vez de un tal Néstor Kirchner. Si algo no explica la caída del girasol por esos años son los derechos de exportación.
Hay que suponer –siguiendo los argumentos de los que reclaman el fin de los derechos de exportación- que las retenciones instauradas en 2002 (por la variación en el tipo de cambio) profundizaron la mencionada caída de la producción y siembra en los años posteriores. Pero esa disminución no resulta tan clara.
La producción de la oleaginosa llegó en 2007/08 a 4,65 millones de toneladas, un 46% más de lo que se había cosechado en la catastrófica campaña 1999/00 donde no existían las retenciones ni la intervención estatal ni el kirchnerismo, pero sí una fuerte competencia externa de los aceites de palma por parte de Asia, y una restricción sanitaria de la Unión Europea para el ingreso de aceites argentinos.
“Si el abastecimiento del mercado interno está garantizado y el precio en la góndola acompaña al poder adquisitivo del consumidor al estar subsidiado por la industria aceitera a través de un fideicomiso privado, ¿cuál es la razón de seguir insistiendo con este arancel para un cultivo que se exporta con agregado de valor?”, argumentó Luis Arias. Esas sí parecen razones atendibles que el gobierno (este y cualquier otro) podrá evaluar o no.
La propuesta de Asagir es una reducción de 15 puntos en los actuales derechos de exportación, ello “representaría para el productor un ingreso adicional de 140 dólares por hectárea, para un rendimiento de 2.000 kilos por cada hectárea, mejorando así la competitividad del cultivo y fomentando la utilización de un mejor paquete tecnológico”, explicó Arias.
Un dato productivo que contrasta con la poca o nula rentabilidad que tendría el girasol, razonamiento al que se apela generalmente para reclamar la baja o eliminación de los derechos de exportación, se brinda desde el mismo sector cuando se analizan situaciones microeconómicas. Es decir la capacidad empresaria de obtener mayores ganancias, en el mismo contexto macroeconómico para los que “pierden” plata.
Eduardo Barrios un productor de Chapadmalal a solo 3 kilómetros de la playa, aseguró en los días previos al Congreso de Asagir que “hace 10 años las rotaciones eran agronómicas, hace 5 años eran económicas y hoy son financieras”. Para llegar a producir 4.000 kilos de girasol por hectárea como los que levanta, el secreto está en la inversión que realiza: genética, riego (fundamental), fertilización y en el manejo de ambientes.
Luego del girasol, a Barrios el trigo le rinde 8.000 kilos por hectárea: un 166% más que el promedio nacional, y asegura que con semejante productividad “no me corren ni con los valores de arrendamiento más altos que se pagan, como puede ser a un semillero para maíz o para producción de papa”.
También con el maíz Barrios mejora la ecuación ya que el riego le permite equiparar los ingresos que le da el cereal haciendo girasol, y nuevamente el secreto está en la inversión y no en el precio de venta. Es decir el rendimiento en plata por hectárea es el mismo pero “el costo del girasol requiere una inversión de alrededor de la mitad que el de maíz”, aclara.
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