Tiembla Brasil: las claves económicas detrás de la crisis
Mientras continúan las violentas manifestaciones en las calles brasileñas, la sorpresiva erupción social de la potencia regional aún desconcierta al mundo. Detrás de los reclamos por los servicios, las denuncias por corrupción y los gastos para el Mundial 2014, aparecen como telón de fondo el estancamiento económico y los ya endémicos problemas de competitividad.
Desafiado a explicar los vaivenes económicos de Brasil, alguna vez Antônio Delfim Netto, ministro de Hacienda durante el llamado milagro brasileño durante la década del 70, sostuvo: Brasil siempre está al borde del precipicio, pero es tan grande que cuando cae, lo tapa.
Luego de 12 días convulsionados -con masivas manifestaciones en las principales ciudades del país, hechos de violencia y cinco muertos- una vez más el gigante de América del Sur camina por la cornisa y se tambalea ante una crisis social.
Y mientras la presidenta Dilma Rousseff, junto a todo el arco político, ensaya medidas para calmar el tenso clima de rebelión civil, el mundo entero busca consternado las razones que ayuden a entender la sopresiva erupción de la 5° economía del mundo, la misma que un par de semanas atrás era elogiada por su estabilidad política y considerada una de las más prometedoras potencias.
Al respecto, los analistas internacionales y economistas consultados por El Cronista WE coinciden en que los reclamos que coparon las calles -focalizados en el transporte, la salud y la educación- son problemas estructurales que Brasil arrastra desde hace décadas, pero que por estos días crujen debido a una combinación de factores: entre ellos, la desaceleración económica, la alta exposición mundial y la sucesión de hechos de corrupción.
“Lo que está pasando en Brasil es el producto de lo que fue la inclusión en los últimos diez años”, abre el juego Dante Sica, director de la consultora Abeceb.com y uno de los economistas locales más lúcidos a la hora de leer el mercado brasileño. Y agrega: Siempre fue un país de mucho contraste social entre pobres y ricos. En los últimos años mejoró la distribución del ingreso, lo que permitió que surgiera una nueva clase media.
Luego de 12 días convulsionados -con masivas manifestaciones en las principales ciudades del país, hechos de violencia y cinco muertos- una vez más el gigante de América del Sur camina por la cornisa y se tambalea ante una crisis social.
Y mientras la presidenta Dilma Rousseff, junto a todo el arco político, ensaya medidas para calmar el tenso clima de rebelión civil, el mundo entero busca consternado las razones que ayuden a entender la sopresiva erupción de la 5° economía del mundo, la misma que un par de semanas atrás era elogiada por su estabilidad política y considerada una de las más prometedoras potencias.
Al respecto, los analistas internacionales y economistas consultados por El Cronista WE coinciden en que los reclamos que coparon las calles -focalizados en el transporte, la salud y la educación- son problemas estructurales que Brasil arrastra desde hace décadas, pero que por estos días crujen debido a una combinación de factores: entre ellos, la desaceleración económica, la alta exposición mundial y la sucesión de hechos de corrupción.
“Lo que está pasando en Brasil es el producto de lo que fue la inclusión en los últimos diez años”, abre el juego Dante Sica, director de la consultora Abeceb.com y uno de los economistas locales más lúcidos a la hora de leer el mercado brasileño. Y agrega: Siempre fue un país de mucho contraste social entre pobres y ricos. En los últimos años mejoró la distribución del ingreso, lo que permitió que surgiera una nueva clase media.
La clase B
La llamada clase B, es decir, aquella masa de más de 40 millones de brasileños que antes pertenecía a los segmentos C y D de la pirámide, según los parámetros de pobreza e indigencia, es precisamente el motor de las multitudinarias manifestaciones que hoy tienen en jaque al país.
Todo una paradoja para el oficialista Partido de los Trabajadores. El hecho de haber sumado a la sociedad de consumo a millones de brasileños parece ser su mayor logro, pero por estos días también su peor pesadilla, señalan los expertos.
Tal como sucedió con las revueltas estudiantiles en Chile en 2011, la flamante clase media dejó de contentarse con la posibilidad de acceder a alimentación y vivienda para comenzar a exigir mejores servicios y cambios de fondo que impacten en una mayor calidad de vida.
Si a este panorama se le suma el hecho de que por estos días Brasil es el epicentro global a nivel deportivo por ser el anfitrión de la Copa de Confederaciones – suerte de ensayo general con vistas al Mundial de 2014-, el resultado es un cóctel explosivo. “La gente sale a protestar ahora y no hace un año porque hoy Brasil tiene visibilidad mundial que nunca antes tuvo. Todos están viendo cómo se preparan para la Copa y para los Juegos Olímpicos, con lo cual es un momento estratégico para salir a la calle”, opina Ignacio Mamone, profesor de política comparada en la UCA.
La llamada clase B, es decir, aquella masa de más de 40 millones de brasileños que antes pertenecía a los segmentos C y D de la pirámide, según los parámetros de pobreza e indigencia, es precisamente el motor de las multitudinarias manifestaciones que hoy tienen en jaque al país.
Todo una paradoja para el oficialista Partido de los Trabajadores. El hecho de haber sumado a la sociedad de consumo a millones de brasileños parece ser su mayor logro, pero por estos días también su peor pesadilla, señalan los expertos.
Tal como sucedió con las revueltas estudiantiles en Chile en 2011, la flamante clase media dejó de contentarse con la posibilidad de acceder a alimentación y vivienda para comenzar a exigir mejores servicios y cambios de fondo que impacten en una mayor calidad de vida.
Si a este panorama se le suma el hecho de que por estos días Brasil es el epicentro global a nivel deportivo por ser el anfitrión de la Copa de Confederaciones – suerte de ensayo general con vistas al Mundial de 2014-, el resultado es un cóctel explosivo. “La gente sale a protestar ahora y no hace un año porque hoy Brasil tiene visibilidad mundial que nunca antes tuvo. Todos están viendo cómo se preparan para la Copa y para los Juegos Olímpicos, con lo cual es un momento estratégico para salir a la calle”, opina Ignacio Mamone, profesor de política comparada en la UCA.
¡É a economia, estúpido!
Dos fueron los detonantes de la crisis. El aumento del transporte público -según un informe publicado por el diario Folha, el precio del colectivo en San Pablo es uno de los más caros del mundo- y el inédito gasto público por la organización del próximo Mundial y de los Juegos Olímpicos de 2016: las estimaciones de la Universidad de San Pablo dicen que alcanzará los u$s 33.000 millones.
Sin embargo, los analistas sostienen que el trasfondo de la ebullición del gigante brasileño está signado por la desaceleración económica. La economía de Brasil presenta muchas dificultades para recuperar el crecimiento, señala Sica. Y agrega: Tiene una contradicción que arrastra hace años y pasa por la supremacía de la política monetaria por sobre la fiscal. De alguna manera, el control de la inflación siempre ha sido la principal mirada que han tenido estos últimos gobiernos brasileros. Comenzó con Cardoso, siguió muy fuerte con Lula y cuando le tocó a Dilma la flexibilizó un poco en 2012, pero este año volvió sobre los mismos parámetros. Y eso genera incertidumbre. Esta semana el ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, compareció ante el Congreso, donde sostuvo que la inflación está bajo control y en caída. Así desestimó a los economistas del mercado financiero de Brasil que habían reducido del 2,94% al 2,46% la previsión de crecimiento económico para 2013, y elevaran la de la inflación del 5,83% al 5,86%.
Sin embargo, los reclamos en las calles indican que la suba de precios comienza a presionar al bolsillo. Y los salarios no acompañan. El año pasado aflojaron la tasa de interés con la idea de oxigenar y recuperar la economía, dejando que el dólar flotara hasta 2 reales. Eso vino acompañado de fuertes incentivos fiscales para intentar impulsar la producción, agrega el director de Abeceb.com. Lo que pasa es que la demanda se recuperó mucho más rápido que la oferta, lo que generó una impacto sobre el nivel de inflación.
Para los analistas, tal parece que Brasil está condenado a seguir siendo el país del futuro y nunca la potencia del presente, mientras no logre resolver sus problemas de competitividad sistémica, sobre todo respecto al transporte y a la logística.
Mamone opina que las dificultades económicas no surgen por el lado de la demanda, que fue donde puso el foco el PT, al proteger los niveles de consumo de la población, incluso durante la crisis internacional. Más bien, sostiene, se trata de complicaciones que aparecen por el lado de la oferta: la baja productividad de las empresas y las gravísimas deficiencias en infraestructura son prueba de ello”.
Hoy las carreteras y los puertos no dan abasto frente al volumen del intercambio comercial que mantiene Brasil con China y con el resto del mundo. La falta de caminos eficientes, de nuevos aeropuertos y de infraestructura en general son temas que ya estaban presentes -principalmente en los reclamos del sector empresario- pero que a partir de la apreciación de tipo de cambio se pusieron en el tapete.
Nadie podrá recriminarles a Lula Da Silva y a Rousseff escasa voluntad para resolver la falta de competitividad. Los llamados PAC (Plan de Aceleración del Crecimiento), surgieron como una suerte de plan quinquenal de inversiones en infraestructura pública. Pero los resultados no fueron los esperados, según Mamone, por dos razones: “Por un lado, no se quiso descuidar la política social que viene manteniendo el PT. Y por otro lado, esos miles de millones de dólares en obra pública se convirtieron en fuente de corrupción”.
Dos fueron los detonantes de la crisis. El aumento del transporte público -según un informe publicado por el diario Folha, el precio del colectivo en San Pablo es uno de los más caros del mundo- y el inédito gasto público por la organización del próximo Mundial y de los Juegos Olímpicos de 2016: las estimaciones de la Universidad de San Pablo dicen que alcanzará los u$s 33.000 millones.
Sin embargo, los analistas sostienen que el trasfondo de la ebullición del gigante brasileño está signado por la desaceleración económica. La economía de Brasil presenta muchas dificultades para recuperar el crecimiento, señala Sica. Y agrega: Tiene una contradicción que arrastra hace años y pasa por la supremacía de la política monetaria por sobre la fiscal. De alguna manera, el control de la inflación siempre ha sido la principal mirada que han tenido estos últimos gobiernos brasileros. Comenzó con Cardoso, siguió muy fuerte con Lula y cuando le tocó a Dilma la flexibilizó un poco en 2012, pero este año volvió sobre los mismos parámetros. Y eso genera incertidumbre. Esta semana el ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, compareció ante el Congreso, donde sostuvo que la inflación está bajo control y en caída. Así desestimó a los economistas del mercado financiero de Brasil que habían reducido del 2,94% al 2,46% la previsión de crecimiento económico para 2013, y elevaran la de la inflación del 5,83% al 5,86%.
Sin embargo, los reclamos en las calles indican que la suba de precios comienza a presionar al bolsillo. Y los salarios no acompañan. El año pasado aflojaron la tasa de interés con la idea de oxigenar y recuperar la economía, dejando que el dólar flotara hasta 2 reales. Eso vino acompañado de fuertes incentivos fiscales para intentar impulsar la producción, agrega el director de Abeceb.com. Lo que pasa es que la demanda se recuperó mucho más rápido que la oferta, lo que generó una impacto sobre el nivel de inflación.
Para los analistas, tal parece que Brasil está condenado a seguir siendo el país del futuro y nunca la potencia del presente, mientras no logre resolver sus problemas de competitividad sistémica, sobre todo respecto al transporte y a la logística.
Mamone opina que las dificultades económicas no surgen por el lado de la demanda, que fue donde puso el foco el PT, al proteger los niveles de consumo de la población, incluso durante la crisis internacional. Más bien, sostiene, se trata de complicaciones que aparecen por el lado de la oferta: la baja productividad de las empresas y las gravísimas deficiencias en infraestructura son prueba de ello”.
Hoy las carreteras y los puertos no dan abasto frente al volumen del intercambio comercial que mantiene Brasil con China y con el resto del mundo. La falta de caminos eficientes, de nuevos aeropuertos y de infraestructura en general son temas que ya estaban presentes -principalmente en los reclamos del sector empresario- pero que a partir de la apreciación de tipo de cambio se pusieron en el tapete.
Nadie podrá recriminarles a Lula Da Silva y a Rousseff escasa voluntad para resolver la falta de competitividad. Los llamados PAC (Plan de Aceleración del Crecimiento), surgieron como una suerte de plan quinquenal de inversiones en infraestructura pública. Pero los resultados no fueron los esperados, según Mamone, por dos razones: “Por un lado, no se quiso descuidar la política social que viene manteniendo el PT. Y por otro lado, esos miles de millones de dólares en obra pública se convirtieron en fuente de corrupción”.
Frente externo
En las últimas semanas, también aparecieron algunos frentes de tormenta desde el hemisferio norte. Las recientes declaraciones del presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, sobre limitar su política de estímulos fiscales y volver a subir las tasas de interés, también impactaron sobre la economía de Brasil y la de otros mercados emergentes.
De hecho, generó una inmediata fuga de capitales tentados a regresar a los países desarrollados. “En general, los primeros que se van son los capitales financieros más especulativos. Pero da la sensación de que los Estados Unidos viene recuperándose, pero lentamente, con lo cual se estima que recién llegará el año que viene el impacto de la desactivación de la política monetaria y sobre tasas, matiza Sica. En tanto, el mercado de valores local, el Bovespa, registra el menor nivel desde abril de 2009. En total, la caída de este año supera el 20%.
Sobre el posible impacto regional de la crisis brasileña, los analistas destacan que la desaceleración a nivel latinoamericano se consolida más allá de lo que suceda en la mayor economía de la región. Chile recortó un 0,4% su tasa de expansión, lo mismo Perú, que pasó de 6,2% a 5,9%. Y lo mismo sucedió en Brasil, abunda Sica. Y concluye: “Mi sensación es que esto va a impactar más en el sistema político brasilero que en su economía.
En las últimas semanas, también aparecieron algunos frentes de tormenta desde el hemisferio norte. Las recientes declaraciones del presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, sobre limitar su política de estímulos fiscales y volver a subir las tasas de interés, también impactaron sobre la economía de Brasil y la de otros mercados emergentes.
De hecho, generó una inmediata fuga de capitales tentados a regresar a los países desarrollados. “En general, los primeros que se van son los capitales financieros más especulativos. Pero da la sensación de que los Estados Unidos viene recuperándose, pero lentamente, con lo cual se estima que recién llegará el año que viene el impacto de la desactivación de la política monetaria y sobre tasas, matiza Sica. En tanto, el mercado de valores local, el Bovespa, registra el menor nivel desde abril de 2009. En total, la caída de este año supera el 20%.
Sobre el posible impacto regional de la crisis brasileña, los analistas destacan que la desaceleración a nivel latinoamericano se consolida más allá de lo que suceda en la mayor economía de la región. Chile recortó un 0,4% su tasa de expansión, lo mismo Perú, que pasó de 6,2% a 5,9%. Y lo mismo sucedió en Brasil, abunda Sica. Y concluye: “Mi sensación es que esto va a impactar más en el sistema político brasilero que en su economía.
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