"El subsidio que la riqueza natural de los suelos otorga al usuario de la tierra no es otra cosa que una pérdida paulatina del capital del recurso", expresó Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA.
Cada año, los principales cultivos consumen unos 4 millones de toneladas de nutrientes. Sin embargo, con fertilización, sólo se reponen 1,4 millones de toneladas. Este índice de reposición, alrededor del 35 por ciento, arroja un balance negativo que condiciona la competitividad argentina.
Un relevamiento realizado en la Argentina concluyó que unas 60 millones de hectáreas, que representan el 20 por ciento del territorio nacional, están afectadas por procesos de erosión hídrica y eólica. Además, las regiones áridas y semiáridas cubren el 75 por ciento del país y poseen ecosistemas frágiles con grados de desertificación entre moderados y graves.
De acuerdo con Casas, las pérdidas registradas en los últimos 20 años ya son evidentes: "El fósforo asimilable por los cultivos decreció a un ritmo anual de dos partes por millón, la materia orgánica se redujo en promedio un 0,5 por ciento, el calcio intercambiable un 50 por ciento y el pH del suelo se redujo en alrededor de una unidad".
"Sin las rotaciones adecuadas ni los niveles de reposición de nutrientes necesarios, la intensificación productiva registrada en la región pampeana y extrapampeana, determina la disminución paulatina de la calidad de los suelos. Los procesos erosivos generan al país una pérdida anual de producción superior a los 2000 millones de dólares", afirmó Casas, para quien esa cifra puede triplicarse si también se consideran daños provocados por inundaciones y sedimentación en rutas, caminos, embalses, puentes, alcantarillas y dragado de canales de navegación.
Asimismo, añadió, "por cada centímetro de suelo perdido, el rendimiento de maíz disminuye alrededor de 250 kilogramos por hectárea; el trigo, 150 kg/ha y la soja 100 kg/ha".
El técnico se refirió al trabajo del INTA para prevenir y combatir la desertificación y degradación de los suelos, enfocado en "tecnología para el uso sustentable de los recursos naturales, recuperación de áreas degradadas, generación de información estratégica para el ordenamiento territorial, diversificación productiva, promoción de emprendimientos asociativos, educación y concientización de la sociedad sobre la conservación de suelos", enumeró Casas.
En ese sentido, el director destacó la necesidad de que la sociedad pueda valorar y defender al recurso, ya que "es el pilar de la economía nacional, la base de una agricultura que motoriza el desarrollo y nos proyecta al mundo en un rol cada vez más estratégico como productores de alimentos y energía".
Para atenuar la degradación de los suelos se desarrollaron programas de transferencia y adopción de sistemas de labranza conservacionistas, como la siembra directa que permitió mejorar la calidad de los suelos.
Sin embargo, en los últimos años se produjo un desbalance en la rotación de cultivos y "se disminuyó la superficie con cultivos de invierno, se produjo el desplazamiento de pasturas hacia zonas marginales para la producción agrícola y se generalizó el monocultivo de soja", dijo la investigadora Carolina Sasal, investigadora del INTA Paraná (Entre Ríos).
Además aseguró: "La sustentabilidad de sistemas bajo siembra directa depende del tipo de rotación y/o secuencia de cultivos implementada".
De acuerdo con Casas, en sistemas de siembra directa con rotación, "las pérdidas de suelo por erosión son inferiores a 2 toneladas por hectárea y por año, muy por debajo del máximo tolerable, que ronda las 10 toneladas por hectárea".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.