Desde el barco que recorrió el puerto de Rotterdam, el presidente Mauricio Macri pudo observar un mecanismo de relojería a gran escala. El paseo náutico por el mayor puerto de Europa es tan esclarecedor y contundente que quizás haya sido el punto más alto de la reciente gira presidencial por Holanda.
Después de Rotterdam, Macri vuelve al país con algo más que una buena cosecha de promesas de inversiones. Tuvo la oportunidad de comprobar en forma directa los beneficios que obtienen los holandeses por tener la mejor logística del mundo. El funcionamiento de Rotterdam, que se maneja con los estándares más altos de eficiencia en el manejo de los productos que importan y exportan, explica buena parte de la competitividad holandesa. Es decir, transportan, almacenan, cargan y descargan, más rápido, mejor y más barato. Razones más que suficientes para posicionarlos en el ombligo de los negocios internacionales.
La visita presidencial a Holanda fue además muy oportuna porque se dio en el comienzo de la cosecha gruesa, cuando se pondrá de manifiesto una vez más que la logística corre varios cuerpos por detrás de la producción. Esta vez con una cosecha récord, con por lo menos 10 millones de toneladas de granos más que el año pasado, el sistema permanecerá varios meses al borde del colapso.
En este sentido, qué mejor que invitar al presidente Macri a visitar el complejo portuario de Rosario y sus alrededores en cualquier día de mayo. Las imágenes aún frescas del orden y la eficiencia de Rotterdam las podrá contraponer con las largas colas de camiones para descargar, el caos, las demoras y el estado de las rutas.
Está claro que todas las ineficiencias del sistema se trasladan y ajustan con un menor precio pagado al productor. Desde que el grano salió del establecimiento comienzan a jugar factores como la disponibilidad de camiones, que estará muy complicada, y las mayores demoras en la descarga y en los puertos. Cada día de demora de un barco en el puerto sale entre 15.000 y 20.000 dólares.
Y ya que estamos con los ejemplos que se pueden incorporar de Holanda, es necesario incorporar también su experiencia en el manejo del agua. Cuando las inundaciones pasan a ser el factor de mayor riesgo en buena parte de la pampa húmeda, es imprescindible grabar a fuego un concepto que los holandeses no se cansan de repetir: la solución sólo llega si se integran todos los actores.
Lamentablemente, aquí ocurre todo lo contrario. Un caso grosero es el de los intendentes que mantienen sus diques y lagunas siempre llenos de agua para incentivar la pesca y las actividades turísticas. Así, al perder su capacidad de retener los excesos de lluvias, los campos se inundan. “Es como poner debajo de una gotera del techo una palangana llena de agua en lugar de vacía. Siempre va a rebalsarlo”, ejemplifica Juan Carlos Duhalde, coordinador de la cuenca La Picasa. Por caso, el intendente de Junín Pablo Petrecca (Pro), mantuvo la laguna de Gómez en la cota 77 con las compuertas cerradas en lugar de dejar que se vaciara hasta la cota 76. Cuando llovió, con el ingreso del agua la laguna creció hasta la cota 77,5 y miles de hectáreas quedaron bajo el agua. Lo insólito es que Petrecca también es el presidente del comité de cuenca del Salado. Si Florentino Ameghino viviera…
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