Los precios internacionales van lentamente en alza, pero la inflación come la rentabilidad de la cosecha. Una mejor competitividad, el desafío que deben asumir los productores locales. Dónde están las oportunidades para los principales jugadores del sector.
El segundo cereal más cultivado en el mundo está hace tiempo lejos de ser en la Argentina un cultivo digno del podio. Sucede que la cosecha argentina tiene los ojos puestos en el exterior, a pesar de que los precios internacionales y las falencias internas traicionan el bolsillo del productor. En momentos en que la cotización en Chicago muestra un leve repunte, los arroceros -en especial, los más pequeños- piden modificaciones para librarse del yugo que les impide crecer.
El fenómeno de El Niño deterioró la campaña arrocera alrededor del globo. Los principales productores y consumidores - India, Myanmar, la Corea o Tailandia- vieron afectada su cosecha, así como también la Argentina. De acuerdo a las proyecciones de la FAO, la campaña 2015-2016 arrojó 738,2 millones de toneladas, un 0,8% menos que 2014-2015, otro campaña mala y afectada por la reducción de 160 millones de hectáreas de siembra. América Central y el Caribe vio afectada su producción, y los productores argentinos -concentrados principalmente en el Litoral, con una producción de 1.300.000 toneladas- vieron alguna que otra perspectiva de negocio. De todas maneras, los reducidos márgenes de ganancia y las sequías o inundaciones (como la acontecida en abril en el norte de Entre Ríos y Santa Fe) complican la mirada a largo plazo.
Pero hay más. El consumo per cápita en los hogares argentinos no supera los 7 kilos anuales, cuando en Brasil o Perú se demanda diez veces más. Esto obliga a considerar entre el 60% y el 70% de la cosecha como saldo exportable. En los últimos años se profundizó una diversificación de destinos, con Irán e Irak a la cabeza de los destinos exóticos y pagadores de buenos precios. Pero no alcanza para todos.
Rayos X sobre el sector
Corrientes lleva la delantera en producción, con un progreso lento pero constante desde 2001 hasta la fecha, en la que aporta unas 80.000 hectáreas -la mitad del área sembrada- y más de la mitad de las ventas de la provincia al extranjero. Como contrapartida, Entre Ríos descendió a 72.000 hectáreas, menos de la mitad de lo que aportaba a fines del siglo XX. Santa Fe, Chaco y Formosa, en tanto, colaboran con cerca de 50.000 hectáreas.
Según cálculos de entendedores del sector, en el país hay cerca de 500 productores, cerca de la mitad de los que había a inicios del siglo, pese a que subió mucho el área sembrada. Para Pedro Tomasella, presidente de la Asociación Correntina de Productores de Arroz (ACPA), sostiene que en los últimos años se perdieron cerca de 300 empresas familiares. "El pequeño productor tiende a desaparecer. Intentamos recuperar a los productores, pero reinsertarse tiene un alto costo", comenta este empresario.
Pese a los precios, el mayor lastre viene del contexto interno, que le resta interés y competitividad a la actividad. De hecho, ya es común ver a productores que suplen el arroz por soja o hasta forraje. Para Claudio Francou, presidente de la Federación de Cooperativas Arroceras (Fecoar), con base en Entre Ríos, el levantamiento de las retenciones y el sinceramiento del tipo de cambio quedó corto con la escalada de los precios, las paritarias y las subas del combustible. "No nos gusta pedir un dólar más alto, pero sí se puede mejorar la situación si se baja la carga impositiva", opina. "Los costos son extremadamente altos y la logística es horriblemente mala", agrega Francou, quien remata con un dato: el productor argentino está 30 u$s arriba en costos por cada tonelada exportada.
A pesar de todo, el arroz argentino (95% largo fino y 5% doble carolina) es bien valorado y usualmente salen despachos al exterior. El punto es el potencial desaprovechado. Por eso, además de un reintegro a las exportaciones, la Cámara de Industriales Arroceras de Entre Ríos (Ciaer) junto con Fecoar y otras entidades ha pedido al Ministerio de Agroindustria una devolución de impuestos internos, que -según cálculos de los productores- podría significar una mejora del 10% en los precios. Y en varias provincias, la tasa vial les resta competitividad. "Al menos quisiéramos no pagar de contado el combustible, el gas o la energía eléctrica", comenta Francou. "En el gasoil -añade- se incluye la tasa vial con el argumento de la construcción de rutas, pero nuestros motores estáticos que está en medio del campo". Las señales son de alerta, pero el horizonte no está del todo nublado. Solo requerirá de esfuerzo, colaboración y un poco de suerte en los mercados.
El fenómeno de El Niño deterioró la campaña arrocera alrededor del globo. Los principales productores y consumidores - India, Myanmar, la Corea o Tailandia- vieron afectada su cosecha, así como también la Argentina. De acuerdo a las proyecciones de la FAO, la campaña 2015-2016 arrojó 738,2 millones de toneladas, un 0,8% menos que 2014-2015, otro campaña mala y afectada por la reducción de 160 millones de hectáreas de siembra. América Central y el Caribe vio afectada su producción, y los productores argentinos -concentrados principalmente en el Litoral, con una producción de 1.300.000 toneladas- vieron alguna que otra perspectiva de negocio. De todas maneras, los reducidos márgenes de ganancia y las sequías o inundaciones (como la acontecida en abril en el norte de Entre Ríos y Santa Fe) complican la mirada a largo plazo.
Pero hay más. El consumo per cápita en los hogares argentinos no supera los 7 kilos anuales, cuando en Brasil o Perú se demanda diez veces más. Esto obliga a considerar entre el 60% y el 70% de la cosecha como saldo exportable. En los últimos años se profundizó una diversificación de destinos, con Irán e Irak a la cabeza de los destinos exóticos y pagadores de buenos precios. Pero no alcanza para todos.
Rayos X sobre el sector
Corrientes lleva la delantera en producción, con un progreso lento pero constante desde 2001 hasta la fecha, en la que aporta unas 80.000 hectáreas -la mitad del área sembrada- y más de la mitad de las ventas de la provincia al extranjero. Como contrapartida, Entre Ríos descendió a 72.000 hectáreas, menos de la mitad de lo que aportaba a fines del siglo XX. Santa Fe, Chaco y Formosa, en tanto, colaboran con cerca de 50.000 hectáreas.
Según cálculos de entendedores del sector, en el país hay cerca de 500 productores, cerca de la mitad de los que había a inicios del siglo, pese a que subió mucho el área sembrada. Para Pedro Tomasella, presidente de la Asociación Correntina de Productores de Arroz (ACPA), sostiene que en los últimos años se perdieron cerca de 300 empresas familiares. "El pequeño productor tiende a desaparecer. Intentamos recuperar a los productores, pero reinsertarse tiene un alto costo", comenta este empresario.
Pese a los precios, el mayor lastre viene del contexto interno, que le resta interés y competitividad a la actividad. De hecho, ya es común ver a productores que suplen el arroz por soja o hasta forraje. Para Claudio Francou, presidente de la Federación de Cooperativas Arroceras (Fecoar), con base en Entre Ríos, el levantamiento de las retenciones y el sinceramiento del tipo de cambio quedó corto con la escalada de los precios, las paritarias y las subas del combustible. "No nos gusta pedir un dólar más alto, pero sí se puede mejorar la situación si se baja la carga impositiva", opina. "Los costos son extremadamente altos y la logística es horriblemente mala", agrega Francou, quien remata con un dato: el productor argentino está 30 u$s arriba en costos por cada tonelada exportada.
A pesar de todo, el arroz argentino (95% largo fino y 5% doble carolina) es bien valorado y usualmente salen despachos al exterior. El punto es el potencial desaprovechado. Por eso, además de un reintegro a las exportaciones, la Cámara de Industriales Arroceras de Entre Ríos (Ciaer) junto con Fecoar y otras entidades ha pedido al Ministerio de Agroindustria una devolución de impuestos internos, que -según cálculos de los productores- podría significar una mejora del 10% en los precios. Y en varias provincias, la tasa vial les resta competitividad. "Al menos quisiéramos no pagar de contado el combustible, el gas o la energía eléctrica", comenta Francou. "En el gasoil -añade- se incluye la tasa vial con el argumento de la construcción de rutas, pero nuestros motores estáticos que está en medio del campo". Las señales son de alerta, pero el horizonte no está del todo nublado. Solo requerirá de esfuerzo, colaboración y un poco de suerte en los mercados.
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