¿Será 2011 el año de la cosecha de los 100 millones de toneladas? Para el Ministerio de Agricultura, sí. El secretario Lorenzo Basso pronosticó esta semana que se llegará a los 103 millones de toneladas. El interrogante que se abre es si desde las esferas oficiales se reconoce que habrá un crecimiento de la producción por qué no se pueden comenzar a levantar las trabas que pesan sobre la comercialización de los cultivos, especialmente el trigo y el maíz.
Si el Gobierno quiere aprovechar una oportunidad para desactivar el estado de malestar que aún subsiste en el agro con la mayoría de las políticas oficiales este es el momento ideal de tomarla.
Al reconocer que la producción puede ser récord, el Ministerio de Agricultura emite una señal al resto del Gobierno. "La mesa de los argentinos" no corre peligro con una cosecha de trigo de 12 o 13 millones de toneladas, podría pensarse desde la óptica oficial. Claro, tampoco corría peligro cuando en la campaña pasada se llegó a los 8 millones de toneladas. Lo mismo podría suceder con el maíz. Con un volumen superior a los 22 millones de toneladas, quedaría un saldo exportable de, al menos, 15 millones de toneladas. Por ese motivo, la Asociación del Maíz y del Sorgo Argentino (Maizar) solicitó a Agricultura la apertura permanente del mercado para el cereal. El cepo de los ROE y los cupos provoca un descuento en el precio del maíz de 25 dólares la tonelada, según una investigación de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea). Además, según Maizar, hay dos millones de toneladas remanentes de la campaña pasada.
Por su parte, la Asociación Argentina de Trigo (Argentrigo) pedirá la apertura de dos millones de toneladas adicionales a las tres ya otorgadas para la actual campaña. La entidad estima que si el productor recibe una señal positiva en la próxima campaña el área sembrada puede crecer de las 4,3 millones de hectáreas del ciclo 2010/11 a 5,5 millones de hectáreas, que garantizarían un piso de producción de 15 a 16 millones de toneladas, similar al registrado hace tres años.
No sólo con la eliminación de las trabas al maíz y al trigo el Gobierno tiene la oportunidad de mejorar su vínculo con el campo. Al no ajustarse por inflación la declaración de las existencias para el pago del impuesto a las Ganancias, los productores ganaderos tendrán que desprenderse de hacienda para cumplir con el pago del tributo. La Federación Agraria Argentina (FAA) le presentó a la AFIP una propuesta para que se tome el valor de la hacienda a principios de año y que se ajuste por el incremento del costo de vida, tomando el índice de precios básicos al productor. Según la entidad, esta modificación se podría disponer para los ganaderos que posean hasta 500 animales. El beneficio alcanzaría a unos 187 mil establecimientos. Quizás se pueda cuestionar la implementación de un sistema diferenciado según la escala, pero en momentos en que la producción está recomponiendo el stock, deshacerse de vaquillonas sólo para cumplir con una obligación impositiva no parece ser una buena estrategia de política agropecuaria. Si el propio Gobierno dice que vuelca al sector unos 600 millones de pesos por el Plan Ganadero, a los que habría que sumar lo que invierten las provincias, sería contradictorio que obligue a los productores a recortar sus existencias. Más que pensar en definiciones grandilocuentes respecto de la "profundización del modelo", la administración kirchnerista, conmovida todavía por el fallecimiento de su líder político, tiene una nueva oportunidad de hacer compatible su declarado interés de incrementar la producción con las medidas económicas que elabora. Si pretende "agregar valor" a los granos o a la carne, lo peor que podría hacerse es ahogar al eslabón más débil de la cadena. El control de precios que se instrumentó desde la Secretaría de Comercio Interior, a cargo de Guillermo Moreno, lo único que provocó es el desincentivo de los productores y la transferencia de ingresos a los eslabones industrial y comercial.
El contexto internacional continúa favoreciendo a la producción argentina, tanto en lo financiero como en los fundamentos de largo plazo. La debilidad del dólar respecto de otras monedas ha vuelto a llevar el precio de las materias primas a niveles altísimos en términos nominales. Esta semana la Reserva Federal de Estados Unidos anunció que inyectará en el mercado 600.000 millones de dólares en un intento por darle competitividad a la economía norteamericana, por lo que los inversores continuarán refugiándose en las commodities y en los mercados emergentes. Una soja de 300 dólares la tonelada para la próxima campaña es un valor nada despreciable por cierto.
A los datos de la realidad financiera se suman las señales del mediano plazo. Esta semana llegará al país el ministro de Agricultura chino, Han Changfu, para cerrar con su par argentino, Julián Domínguez, una serie de acuerdos que le permitirían a la Argentina incrementar su presencia en China. Los funcionarios chinos les han expresado a los argentinos que su país necesita alimentos, pese a que estratégicamente tienden al autoabastecimiento, en Pekin advierten que el crecimiento de la economía y la mejora de ingresos de la población van más rápido que la capacidad de incrementar la producción local. Por eso recurren a las importaciones. La Argentina podría exportar carne vacuna (hay un mercado de hasta 400.000 toneladas), carne aviar y lácteos, entre otros productos.
Son demasiadas las oportunidades que se presentan como para dejarlas pasar nuevamente
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