Hablar de una mejora del 20 al 25 por ciento en la producción de granos en la zona de Victoria, Entre Ríos, no es un dato menor, pero el secreto está en la aplicación de fósforo líquido y una de las experiencias se realizó en la estancia San Fernando, un establecimiento agroganadero de 3.000 hectáreas. En la región ya hay 50.000 hectáreas fertilizadas con este sistema
Víctor Martínez logró potenciar la productividad del campo, mejorar la calidad de la tierra y hacer mucho más eficiente el manejo con una herramienta que implica un cambio de paradigma en la nutrición de los suelos: la fertilización líquida fosforada.
El fósforo es un nutriente esencial para el crecimiento de las plantas, sin embargo, su baja reposición y la constante extracción por las cosechas de forrajes y granos en los últimos años provocaron una significativa caída en su disponibilidad. Para quienes se animan a apostar por ella, la fertilización fosfatada, acompañada con la de otros nutrientes esenciales como el nitrógeno, demuestra un efecto muy positivo en los resultados productivos.
Pero la gran diferencia que logró Martínez en sus lotes se debió al modo de aplicación del fósforo. Normalmente se piensa en ese nutriente en formato sólido, y es la forma líquida la que mejores respuestas brinda, tanto en los cultivos como en la estructura del suelo.
Según explicó Orlando Butta, ingeniero agrónomo y especialista en nutrición mineral de cultivos, el fosfato monoamónico (MAP) es el fosfatado por excelencia que eligen los productores para fertilizar. “Esta fuente de fósforo tiene 22 unidades del elemento, de las cuales entre un 20 a 30 por ciento están disponibles para el cultivo en el primer año, pero del porcentaje restante no hay experimentación científica que explique qué sucede y cuándo estará disponible para el suelo y la planta”, cuestionó el técnico.
Por eso, Butta decidió comparar el comportamiento de tres fuentes de fósforo diferentes: dos sólidas y una líquida, y su experiencia lo condujo a importantes conclusiones.
La comparación fue entre una aplicación de 100 kilos por hectárea de MAP, otra de 100 kilos de superfosfato triple de calcio (SPTCa) y una de solo 50 kilos de Phosfertil30, una fuente líquida de fósforo formulada por el propio Butta.
Según explicó el especialista, a los quince meses de aplicación el MAP había entregado 6 unidades de fósforo, el SPTCa 3,8 unidades y Phosfértil30, con la mitad de la dosis, había brindado nada menos que 15,3 unidades de fósforo. “Sin dudas, la fuente líquida es la única que sigue fertilizando el suelo y la planta luego de más de un año de haberse aplicado”, concluye Butta.
En el campo de Victoria, donde maneja una producción intensificada de 3.000 hectáreas -de las cuales un 80 por ciento son bajo una rotación de trigo, cebada o colza junto con maíz y soja de segunda-, Martínez aplica Phosfertil30 en la colza y la soja desde hace ya cuatro años.
Él destacó como grandes ventajas de los fosfatos líquidos los importantes aumentos de los rendimientos, además de la posibilidad de mantener la dotación de este nutriente en el suelo, que está estabilizado en esos campos en 16 partes por millón.
Otra gran ventaja de la fertilización líquida que remarcó Martínez es la autonomía que genera. “A diferencia del sólido, el líquido no ocupa la tolva de fertilizante de la sembradora ni un tractor ni un empleado más para cargar ese cajón de la máquina. El líquido lo aplico en el barbecho o en el nacimiento del cultivo con una pulverizadora, a razón de quince hectáreas por hora, mientras que con la sembradora el trabajo se hace a razón de tres hectáreas en una hora”, remarcó Butta.-
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