El héroe, o forajido, de la leyenda inglesa medieval, con el modernismo se transformó en alguna especie de justiciero que “robaba a los ricos, para repartir entre los pobres”.
De ahí, al sarcasmo de invertir su nombre para representar exactamente lo contrario, localmente, donde la picaresca popular hace alarde, hubo un solo paso.
De forma tal que, “Hood Robin”, pasó a representar los excesos del poder, o de sectores oligopólicos, sobre quienes los deben soportar. Y en estos últimos meses, uno de los ejemplos que parece enmarcarse en esa clasificación sería el de los abruptos aumentos de precios internos de los combustibles, justo cuando internacionalmente los valores del barril de petróleo se habían desplomado a los más bajos de las últimas décadas llegando a atravesar, incluso, la barrera de los U$D 30, cuando el promedio casi triplica esa cifra.
Semejante coincidencia, junto a la falta de explicaciones exhaustivas de parte de las autoridades, se prestó a cantidad de interpretaciones, la mayoría incompletas, con la única realidad de que con subas superiores a 30% en un cuatrimestre, el resto de la economía transfirió al sector petrolero, una cifra que oscila entre U$S 5,5-7.000 millones, según quien haga las cuentas.
Para los que analizan los números, y mucho más para quienes los sufren, el monto entra en la categoría de“obsceno”, aunque el hecho tiene derivaciones muchísimo más graves que la simple calificación moral, o ética.
En el caso del campo, por ejemplo, el combustible es uno de los insumos básicos de particular impacto en la ecuación económica, tanto directo como indirecto. En el primer aspecto, porque se estima que el agro consume alrededor de 4-4.500 millones de litros anuales de gas oil (poco más de un tercio del total de la demanda país), especialmente, en labores y cosecha de los cultivos anuales, además de otras actividades más “intensivas” (arroz, vitivinicultura, frutas, etc.), la mayoría de las cuales constituyen las mal llamadas “economías regionales”. Pero hay un segundo aspecto casi de tanto impacto como el anterior, que son los fletes, dado que el 90% del transporte de la producción agropecuaria se hace por camión (apenas 7% es ferrocarril, y 3% la Hidrovía).
Esto es lo que determinó que, tras el segundo aumento, antes del último en abril pasado, dirigentes y analistas salieran a reclamar fuertemente con un argumento para anda menor: el incremento en los costos se “comía” buena parte de la mejora lograda con el recorte de las retenciones de diciembre La inflación hacía el resto.
Pero el incidencia no queda ahí. Es que desde que Argentina perdió su condición de exportadora” de combustible, en la última década, la administración anterior dio un fuerte impulso a los biocombustibles, como una forma de aliviar, aunque sea parcialmente, las necesidades de importación. Esto se fue cumpliendo con altibajos, si bien la caída internacional de los precios del petróleo ahora juega en contra de estos productos, al menos en el plano internacional.
Por supuesto, que no es novedad la situación por la que atraviesa el país, y la necesidad que había de sincerar tarifas atrasadas, y otros costos, lo que determinó una fuerte escalada de la inflación con un pico de 7%-8% en abril, de acuerdo a distintos relevamientos.
Lo que muchos se preguntan es cual hubiera sido el número si la transferencia de recursos millonarios que se hizo a las petroleras se hubiera postergado por algunos meses, sobre todo considerando que las subas en los fletes tienen “efecto cascada” sobre todos los precios, y mucho más en los alimentos.
El segundo gran interrogante se asienta en porque la Administración Macri tomó semejante decisión, descartando de plano el hecho de que pudieran desconocer el impacto negativo. Incluso, ¿sobre quien recaería la responsabilidad de haber priorizado a este sector (por sobre todos los restantes) cuando los recursos son más que limitados, y en el momento en el que el conjunto de la sociedad está soportando una pesadísima carga fruto del ordenamiento?.
La situación, alertada insistentemente por “los secretarios” (de energía), especialmente Alieto Guadagni, no obtiene en general, una respuesta demasiado directa excepto, claro está, que el interlocutor sea el ex canciller y ministro de economía, Domingo Cavallo quién, sin eufemismo lo atribuye “al lobby de las petroleras, de los sindicatos y de los gobernadores de las provincias productoras”. “Por 300-400.000 personas que sufrirían por un petróleo más barato, se perjudica a todo el resto”…
Se podría agregar también, que los transitoriamente afectados podrían ser compensados con una sexta parte de lo transferido, mientras que la producción y el resto de los consumidores siguen soportando el accionar de Hood Robin que, evidentemente, parece que está libre nuevamente.-
El héroe, o forajido, de la leyenda inglesa medieval, con el modernismo se transformó en alguna especie de justiciero que “robaba a los ricos, para repartir entre los pobres”.
De ahí, al sarcasmo de invertir su nombre para representar exactamente lo contrario, localmente, donde la picaresca popular hace alarde, hubo un solo paso.
De forma tal que, “Hood Robin”, pasó a representar los excesos del poder, o de sectores oligopólicos, sobre quienes los deben soportar. Y en estos últimos meses, uno de los ejemplos que parece enmarcarse en esa clasificación sería el de los abruptos aumentos de precios internos de los combustibles, justo cuando internacionalmente los valores del barril de petróleo se habían desplomado a los más bajos de las últimas décadas llegando a atravesar, incluso, la barrera de los U$D 30, cuando el promedio casi triplica esa cifra.
Semejante coincidencia, junto a la falta de explicaciones exhaustivas de parte de las autoridades, se prestó a cantidad de interpretaciones, la mayoría incompletas, con la única realidad de que con subas superiores a 30% en un cuatrimestre, el resto de la economía transfirió al sector petrolero, una cifra que oscila entre U$S 5,5-7.000 millones, según quien haga las cuentas.
Para los que analizan los números, y mucho más para quienes los sufren, el monto entra en la categoría de“obsceno”, aunque el hecho tiene derivaciones muchísimo más graves que la simple calificación moral, o ética.
En el caso del campo, por ejemplo, el combustible es uno de los insumos básicos de particular impacto en la ecuación económica, tanto directo como indirecto. En el primer aspecto, porque se estima que el agro consume alrededor de 4-4.500 millones de litros anuales de gas oil (poco más de un tercio del total de la demanda país), especialmente, en labores y cosecha de los cultivos anuales, además de otras actividades más “intensivas” (arroz, vitivinicultura, frutas, etc.), la mayoría de las cuales constituyen las mal llamadas “economías regionales”. Pero hay un segundo aspecto casi de tanto impacto como el anterior, que son los fletes, dado que el 90% del transporte de la producción agropecuaria se hace por camión (apenas 7% es ferrocarril, y 3% la Hidrovía).
Esto es lo que determinó que, tras el segundo aumento, antes del último en abril pasado, dirigentes y analistas salieran a reclamar fuertemente con un argumento para anda menor: el incremento en los costos se “comía” buena parte de la mejora lograda con el recorte de las retenciones de diciembre La inflación hacía el resto.
Pero el incidencia no queda ahí. Es que desde que Argentina perdió su condición de exportadora” de combustible, en la última década, la administración anterior dio un fuerte impulso a los biocombustibles, como una forma de aliviar, aunque sea parcialmente, las necesidades de importación. Esto se fue cumpliendo con altibajos, si bien la caída internacional de los precios del petróleo ahora juega en contra de estos productos, al menos en el plano internacional.
Por supuesto, que no es novedad la situación por la que atraviesa el país, y la necesidad que había de sincerar tarifas atrasadas, y otros costos, lo que determinó una fuerte escalada de la inflación con un pico de 7%-8% en abril, de acuerdo a distintos relevamientos.
Lo que muchos se preguntan es cual hubiera sido el número si la transferencia de recursos millonarios que se hizo a las petroleras se hubiera postergado por algunos meses, sobre todo considerando que las subas en los fletes tienen “efecto cascada” sobre todos los precios, y mucho más en los alimentos.
El segundo gran interrogante se asienta en porque la Administración Macri tomó semejante decisión, descartando de plano el hecho de que pudieran desconocer el impacto negativo. Incluso, ¿sobre quien recaería la responsabilidad de haber priorizado a este sector (por sobre todos los restantes) cuando los recursos son más que limitados, y en el momento en el que el conjunto de la sociedad está soportando una pesadísima carga fruto del ordenamiento?.
La situación, alertada insistentemente por “los secretarios” (de energía), especialmente Alieto Guadagni, no obtiene en general, una respuesta demasiado directa excepto, claro está, que el interlocutor sea el ex canciller y ministro de economía, Domingo Cavallo quién, sin eufemismo lo atribuye “al lobby de las petroleras, de los sindicatos y de los gobernadores de las provincias productoras”. “Por 300-400.000 personas que sufrirían por un petróleo más barato, se perjudica a todo el resto”…
Se podría agregar también, que los transitoriamente afectados podrían ser compensados con una sexta parte de lo transferido, mientras que la producción y el resto de los consumidores siguen soportando el accionar de Hood Robin que, evidentemente, parece que está libre nuevamente.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.