Un triple desafío enfrenta el mundo: corresponder a la creciente demanda alimentaria de una población cada día más grande, mantener el medio ambiente y que los pobres no tengan hambre. Para un grupo de científicos de diversos países, la respuesta está en la “intensificación ecológica”, que es mejorar el rendimiento de los cultivos a través […]
Un triple desafío enfrenta el mundo: corresponder a la creciente demanda alimentaria de una población cada día más grande, mantener el medio ambiente y que los pobres no tengan hambre. Para un grupo de científicos de diversos países, la respuesta está en la “intensificación ecológica”, que es mejorar el rendimiento de los cultivos a través de la biodiversidad. El trabajo de los investigadores fue publicado ayer en la prestigiosa revista Science. Su autor principal es un argentino muy joven que acaba de ser padre y estudió en la Universidad de Buenos Aires.
“En los últimos 50 años aumentó la producción agrícola de monocultivos, en los que se homogeneiza el paisaje, se usan pesticidas, fertilizantes y agroquímicos, que son todos insumos externos. De esta manera se producen más alimentos pero se degrada el medioambiente, hay menor diversidad y todo esto trae un costo social porque dependemos del medio ambiente.
Lo que nosotros planteamos es la intensificación ecológica, es decir, producir más sin destruir el me
dio ambiente”, explica a Clarín Lucas Garibaldi, 34 años, director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural, profesor de la Universidad Nacional de Río Negro e investigador del Conicet.
Y la respuesta está en que haya mayor cantidad y diversidad de polinizadores, insectos como las abejas, las mariposas, los escarabajos y las moscas. “Vimos que a mayor cantidad de polinizadores, hay mayor producción en un escenario de sinergias positivas y mayor boidiversidad”. Garibaldi trabajó con un colega argentino, Agustín Saez, de la Universidad del Comahue e investigador del Conicet, y 35 científicos de doce países: Brasil, Colombia, Zimbabwe, Ghana, Sudáfrica, Noruega, China, Indonesia, Nepal, Pakistán y Kenya. Trabajaron localmente con pequeños productores, que son los que tienen campos de menos de dos hectáreas. El objetivo: captar polinizadores. ¿Cómo? Sembrando flores, conservando el hábitat lo más natural posible, esto es, reducir el uso de pesticidas, y promoviendo la diversidad de la agricultura, es decir, no enfocarse en los monocultivos.
Estiman que más de dos mil millones de personas dependen de la agricultura a pequeña escala, muchos de las cuales son pobres, están desnutridas y viven en condiciones donde el medio ambiente está degradado.
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