La competitividad del agro argentino podría figurarse como un rompecabezas de muchas piezas que necesita ser armado. Las modificaciones recientes del tipo de cambio, el fin del cepo y los cambios en los derechos de exportación, parecen ser algunas de las piezas necesarias para ir armando esa competitividad. ¿Cuáles son las otras piezas, cual debe […]
La competitividad del agro argentino podría figurarse como un rompecabezas de muchas piezas que necesita ser armado. Las modificaciones recientes del tipo de cambio, el fin del cepo y los cambios en los derechos de exportación, parecen ser algunas de las piezas necesarias para ir armando esa competitividad. ¿Cuáles son las otras piezas, cual debe ser el criterio o estrategia para lograr esa competitividad? Estas parecen ser las preguntas pertinentes para los próximos pasos en el desafío de completar este rompecabezas.
En la última encuesta a productores argentinos realizada desde nuestro Centro preguntábamos sobre expectativas de crecimiento por actividad agropecuaria para los próximos cinco años. Los 900 productores encuestados, no obstante el mal contexto (campaña 2013-14), eran muy optimistas respecto del futuro. Los productores ubicados en el segmento de 300 a 600 hectáreas estimaban crecer un 27% en cinco años para superficie de maíz y sorgo; 44% para trigo y cebada; 22% de sus rodeos en bovinos carne tambo y un 60% para porcinos. La que menor tasa de crecimiento estimaban los productores era para la producción de soja. Al momento que recolectábamos y analizábamos los resultados de crecimiento futuro, estos parecían reflejar “expresiones de deseo” y no fundamentos para decisiones empresarias. Pero esas expectativas parecen haber operado como certeros predictores del nuevo rumbo impuesto por la flamante administración nacional.
Un indicador interesante que mide expectativas de los inversores locales e internacionales es el que arroja el precio de las acciones de las sociedades que tienen como principal actividad la producción y el agregado de valor en las cadenas productivas agro. Tomando como referencia el precio de las empresas argentinas “agro” que cotizan en el Nasdaq de Nueva York, podemos constatar que las mismas han ganado mas del 20% en su valor de mercado en el periodo de tiempo que va desde las elecciones PASO hasta la fecha. Para el mismo periodo el Indice Nasdaq 100 solo tuvo un 3.5% de incremento. Vale decir que las decisiones vinculadas a derechos de exportación y tipo de cambio confirman la expectativa positiva generada.
En el corto plazo las implicancias son positivas e inmediatas para los productores. En estos momentos los márgenes económicos se están recalculando a partir de la nueva realidad y la tan mentada rápida reacción de los productores argentinos a estímulos, se está confirmando. Ellos están modificando intenciones de siembra de maíz dentro de la misma campaña en la que se dio el anuncio, reacción más rápida y positiva que esta, imposible.
Sobre el costo de la decisión sobre derechos de exportación se estima que el fisco renuncia de recaudar alrededor de 2000 millones de dólares por año a partir de esta decisión. Pero la realidad es que es tan grande el beneficio que el costo mencionado suena como un “trade-off” conveniente. Si tomamos una sola de las cadenas de valor involucradas como la carne vacuna, en la actualidad la Argentina apenas supera las 200.000 toneladas de carne exportada por año. Si las recientes medidas se encuadran en una política de estado estratégicamente diseñada, es probable que la Argentina esté exportando entre 800.000 y un millón de toneladas por año en las próximas tres campañas. Esto en ingreso de divisas representa un proyectado de unos 4000 millones de dólares adicionales, insisto, aún proyectando implicancias del costo del total de las cadenas contra el ingreso de solo una de ellas sigue siendo una relación costo beneficio positiva para el país.
Este impacto no es solo beneficioso para el “eslabón” productor agropecuario de las cadenas de valor. Otros agentes vinculados también mejorarán sus condiciones a partir de esta decisión. Por ejemplo la tasa de incorporación de tecnología va a experimentar cambios positivos a partir de la nueva decisión de gobierno, por ejemplo mayor de manda de maquinaria agrícola.
Es necesario analizar implicancias para demás actores de las mismas cadenas. Por ejemplo casos como el efecto maíz en actividad porcina, avícola, feed-lot, tambo. La nueva administración deberá monitorear evolución de precios relativos a partir de nuevo escenario por derechos de exportación y tipo de cambio. Sólo se podrá volver a ordenar las relaciones “ganar-ganar” para las cadenas agroalimentarias del país si se cuenta con claras metas estratégicas: que queremos producir, para quien, como. Todas estas aparecen como preguntas que necesitan claras respuestas para ordenar relaciones y optimizar competitividad de las cadenas.
La eliminación de las denominadas retenciones y la modificación del sistema para fijación del tipo de cambio son dos piezas necesarias para la competitividad de agro argentino, el desafío es que los actores públicos y privados no nos quedemos solo con en este buen arranque, de ser así no lograremos armar el rompecabezas.
El autor integra el Centro de Agronegocios la Universiad Austral
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