De la tierra a la mesa: la inflación está en otra parte
Según economistas de CRA, la materia prima incide sólo 16% en el valor de los alimentos. En EE.UU. y Nueva Zelanda, a los productores les va mejor.
Entre los cinco dedos de una mano cabe el grupo de países campeones mundiales de la inflación. Y ahí aparece la Argentina, con la paradoja de ser uno de los mayores productores de alimentos que no ha podido, al cabo de recurrentes intentos, dominar los deslices de la “canasta básica”, esa que desvela a numerosas familias y ensancha el mapa de los más pobres.
En el país de la “barata”, de los “lácteos para todos”, del cepo a las exportaciones de carne, de trigo y de maíz, se apilan de un año para otro los gruesos dos dígitos que salen de la cuenta del almacén.
¿Acaso fracasó la política del “desacople”, o tienen razón los franceses y el líder brasileño de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) cuando piden un techo de precios para los granos? ¿Sería éste, acaso, el remedio que falta para estabilizar los desbocados índices domésticos?
Brecha. Desde hace algún tiempo, una de las organizaciones del agro –Confederaciones Rurales Argentinas– ha puesto el foco en la brecha entre lo que reciben los productores y lo que abonan los consumidores al final de la cadena de los alimentos.
Brecha. Desde hace algún tiempo, una de las organizaciones del agro –Confederaciones Rurales Argentinas– ha puesto el foco en la brecha entre lo que reciben los productores y lo que abonan los consumidores al final de la cadena de los alimentos.
El ensayo, que en CRA bautizaron “De la tierra a la mesa”, desmorona algunos mitos de la doctrina oficial: el primero es el que responsabiliza a los chacareros del flagelo (innombrable) de la inflación.
Según los cálculos de los economistas rurales, los precios que reciben los productores por la materia prima sólo inciden en un 16 por ciento en el valor final en las góndolas. El número indica una participación menor a la que se mide en dos países destacados como productores de alimentos. En Estados Unidos la gravitación del precio al productor es del 25 por ciento y en Nueva Zelanda del 22 por ciento.
Otros sambenitos que se cuelgan al sector es que no agrega valor, que no es generador de empleo y que no aporta recursos tributarios, todos ellos motivo de diferentes estudios que dan por tierra con los cuestionamientos.
Siguiendo con el problema inflacionario, el relevamiento de precios de CRA indica que las brechas desde la chacra a la góndola trepan en promedio hasta el 1.400 por ciento.
La lista es extensa. Pero, por ejemplo, para hacer una docena de medialunas, el productor de trigo recibe 0,30 peso, mientras el producto final en la panadería tiene un costo de 23: 7.500 por ciento más.
No más cuotas. Como corolario, entre las recomendaciones CRA propone establecer un régimen de exportaciones previsible y que evite las distorsiones en la formación de los precios internos.
En esa línea, se plantea terminar con las cuotas, los ROE de distintos colores y con los derechos de exportación, varios instrumentos que hicieron popular al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
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