La cría, de olvidada a protagonista del corazón sojero
En Pergamino, los Bunge llevan adelante un esquema superintensivo en el que utilizan y mejoran los bajos y los integran con la agricultura.
Hasta antes de 2004, los Bunge entraban en la categoría de “un criador más”. En Pergamino, en el corazón maicero-sojero de la Argentina, las vacas que había en el campo no pasaban de un protagonismo secundario. “Uno miraba la soja y se olvidaba del resto”, admite Carlos Bunge, integrante de una sociedad junto a dos hermanos, Alberto y Eduardo, y una hermana, Sara.
En un establecimiento de 262 hectáreas ubicado al sur de esa localidad con un 70% agrícola y la proporción restante ganadera, ese año decidieron hacer un quiebre importante. Se propusieron aprovechar los bajos alcalinos y cañadas que no tenían destino para agricultura y utilizar el 20% en los lotes de aptitud agrícola en rotación con pasturas consociadas sobre la base de alfalfa de altísima producción y calidad.
En ese momento, además, compraron 49 vaquillonas preñadas. Hoy siguen creciendo en cantidad de vientres. Tienen 155 y quieren llegar a 200 en dos años.
“Empezamos mejorando cañadas con alambre eléctrico, pasturas y después dimos otro paso, que fue introducir las pasturas en los lotes agrícolas”, recordó Carlos. También se avanzó en pastorear “levemente”, dicen, los rastrojos agrícolas.
Poco a poco se fue construyendo un sistema de cría bovina intensiva, el “modelo” que desde el INTA el especialista Martín Correa Luna comenzó a difundir en los últimos años para su implementación en las mejores zonas agrícolas. El sistema resultó exitoso: en los últimos ejercicios dejó márgenes brutos que compiten palmo a palmo con una agricultura de punta en una zona con rindes de maíz por encima de los 10.000 kilos por hectárea y sojas de 4000 kilos o más en un año normal climáticamente (ver página 7).
Hoy, los Bunge también producen más carne que antes. De 70 a 80 kilos por hectárea saltaron a un nivel de 250 a 263 kilos en los últimos tres ejercicios, con cría más invernada de engorde en el mismo sistema.
Ésas fueron conquistas en términos económicos, pero hubo otras desde el punto de vista productivo y de sostenibilidad de la producción en el establecimiento. Y estas otras conquistas tienen que ver con los pilares del “modelo”, que vienen por el lado del manejo, la alimentación, la sanidad y los recursos humanos.
“En los lotes de aptitud agrícola el 20% se utiliza en rotación con pasturas consociadas base alfalfa de alta calidad, mientras que los bajos ganaderos mejorados el 100% obviamente se destinan a ganadería. El 80 por ciento restante de la superficie agrícola sólo se aprovecha pastoreando los rastrojos. Es básicamente un sistema CBI (cría bovina intensiva); en ellos se siembran verdeos de invierno cuando se recría o inverna”, comentan.
Para destacar, realizan una rotación peculiar. Soja, verdeo de invierno [avena o raigrás por avión sobre la soja en pie en marzo] y maíz tardío. Lo curioso es que el maíz tardío lo hacen sobre los verdeos y que así pueden meter dos gramíneas en la rotación de la explotación, cuentan Carlos y Alberto.
Los Bunge sostienen que hacen un pastoreo de rastrojos “leve y por poco tiempo”. En rigor, a ellos les surgió una duda: ¿cuál es el perjuicio en los rindes agrícolas en siembra directa por pastorear levemente un rastrojo, versus el incremento de rendimiento en agricultura obtenido durante varios años al salir de una pastura consociada base alfalfa de buena calidad, con cuatro años de aprovechamiento?
No por nada hicieron esta comparación: mientras una hectárea de rastrojo “entrega” de 100 a 120 raciones/ha, una hectárea de silo de maíz aproximadamente da de 2100 a 2300 raciones. Dicho de otro modo, con una hectárea de silo reemplazan el pastoreo de 20 hectáreas de rastrojo, según cuentan.
Por eso tal vez señalan que es “leve” el pastoreo de los rastrojos y, en este contexto, además de la confección de reservas propias de rollos con excedentes de las pasturas y suplementaciones ocasionales con grano de maíz, en el campo también recurren al silaje propio de planta de maíz con el sistema de autoconsumo. Como hacen agricultura, consiguieron una complementación agrícola-ganadera. “La gran ventaja es que se generó una sinergia”, destacan Alberto y Eduardo.
Eficiencia
La eficiencia es algo que se busca en todas las variables. Así, apostaron a mejorar la producción de pasto y la eficiencia misma del pastoreo.
Hacen un pastoreo rotativo en pequeñas parcelas de una a tres hectáreas con alambrado eléctrico, “logrando un manejo más eficiente del pasto”, y tienen un programa de fertilización a la siembra y refertilizaciones anuales de pasturas sobre la base de alfalfa. Esto último lo llevan adelante con altas dosis. A la siembra aplican una mezcla de fósforo, nitrógeno y azufre con 100 a 120 kilos y en el segundo año se suele hacer una refertilización con sulfato de calcio, con 200 a 250 kilos.
Esa búsqueda de la eficiencia se ha cristalizado en otros indicadores. En los últimos tres años tienen una preñez promedio del 96% y lograron acercar el destete al 90 por ciento.
Otra pata del sistema es la carga. La vinieron aumentando y ya alcanzaron 1,93 cabezas/ha de promedio de toda la superficie ganadera [además de unas 40 de pasturas, si se suman rastrojos y verdeos se llega a un total de 80 a 90 hectáreas].
Si se mide carga instantánea, en la pastura de alfalfa hay momentos de cinco vacas por hectárea.
Por lo pronto, los Bunge definen al modelo como muy flexible. “Según el año y mercado se pueden vender o guardar ciertas categorías. Los terneros machos se pueden vender al destete, recriarlos hasta 300 kilos o bien terminarlos gordos con cerca de 400 kg y las terneras de reposición guardarlas para invernar y vender gordas o vender preñadas con alto valor”, explicaron en la empresa.
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