sábado, 27 de marzo de 2021

El agro de China enfrenta un débil nivel de productivida

 


La República Popular busca lograr una producción agrícola sustentable, con trazabilidad de sus productos y respeto por el medio ambiente.


El punto débil de la producción agrícola china es su escasa productividad. El Banco Mundial señala que el cruce del valor agregado agrícola de la República Popular con la fuerza de trabajo de la actividad esta levemente por encima del promedio mundial, pero 22.2% por debajo del nivel de los países de ingresos medios, y es sólo 12.1% de la pauta de los países avanzados, en 1er. lugar EE.UU, que es la cabeza de la productividad agrícola en el mundo.

Esto se manifiesta con claridad en el porcentaje de la fuerza de trabajo –que en China asciende a 900 millones de operarios- que emplea la producción agrícola: es 25.4% del total, unos 250 millones de trabajadores.

En EE.UU, en cambio, asciende a 2.8% de la fuerza de trabajo, y los “farmers” son pocos menos de 900.000, que por eso son los productores de mayor nivel de productividad del sistema global.

El agro norteamericano se caracteriza por el uso intensivo de la inversión de capital; y esto hace que la relación capital / trabajo sea la más elevada del mundo, lo que plantea en el largo plazo problemas de consistencia y sustentabilidad, ante todo en relación al medio ambiente.

Al ritmo actual de incremento de la productividad, con la consiguiente reducción de la fuerza de trabajo, China lograría los niveles norteamericanos en 2040.

Los cambios en el agro chino han sido notables en los últimos 10 años; y el resultado es que la ciencia y la tecnología respondieron por 59.2% del alza del PBI agrícola en 2019, mientras que la República Popular lidera la investigación y el desarrollo del genoma en el arroz, los tomates, y las legumbres en general, así como ocupa un papel de vanguardia en el despliegue de todas las posibilidades de la semilla genéticamente modificada (GM) del maíz y la soja.

A partir de 2015, el uso de fertilizantes y pesticidas por unidad de producto ha tenido un crecimiento negativo, con una disminución de más de 70% en ese periodo.

El objetivo de la República Popular es nítido: lograr una producción agrícola sustentable, con trazabilidad de sus productos y respeto por el medio ambiente, que se guiaría por las leyes de la vida.

Al mismo tiempo se generalizaron las mejores prácticas agrícolas, incluyendo la siembra directa; y para eso se ha reservado en carácter de zona piloto unas 2 millones de hectáreas en la cuenca del Rio Yantse, que es la cuna de la agricultura china y mundial.

El eje de la nueva política agrícola lanzada por el presidente Xi Jinping en los últimos 10 años coloca el énfasis no tanto en el incremento de la producción o en el alza de los rendimientos, sino en la mejora de las condiciones de vida y de los niveles de ingresos de todas las aéreas rurales.

Para eso, el desarrollo de la infraestructura, incluyendo las telecomunicaciones e internet, a través del cableado de fibra óptica en todo el territorio nacional es absolutamente prioritario, como lo es –o mejor dicho, lo ha sido- la eliminación de la pobreza extrema en las zonas rurales.

Este es un proceso histórico iniciado en 1978, cuando había más de 800 millones de pobres en la República Popular, y completado el año pasado con su eliminación total.

Esto significa que el nivel de los servicios públicos, en primer lugar la educación, es prácticamente el mismo en las aéreas rurales y urbanas, mientras que la diferencia en el nivel de ingresos entre unas y otras –que hoy es más de 30%- se cerraría definitivamente en 10 años.

La producción de granos en China ascendió a 650 millones de toneladas en 2020, lo que la ubica como la primera del mundo.

De esta forma garantiza la seguridad alimentaria de su población de 1.440 millones de habitantes, con ingresos per cápita de U$S 10.000 anuales, que se duplican cada 8/ 10 años.

China depende del exterior sólo en 2 granos: uno es la soja –importó más de 100 millones de toneladas en 2020-, y el otro el maíz, en que compraría 22 millones de toneladas este año, cuando fueron sólo 7 millones en 2020; y en los 2 casos sus proveedores son EE.UU, Brasil –el principal, en materia de soja le vendió más de 70% del total de sus importaciones el año pasado-y la Argentina.

Esta última, por primera vez en la historia, ha comenzado a venderle a la República Popular harina de soja, el principal producto agroindustrial del mundo, del cual la Argentina es el 1er. productor global, con más de 60% de la producción del sistema internacional.

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