CompartiremailFacebookTwitterUn nuevo frente de batalla se le abre al campo argentino. El año próximo vence la ley de biocombustibles. Su renovación puede permitirle a la agroindustria aumentar su participación en el mercado energético, responder a los desafíos del cambio climático y generar nuevos modelos de producción. Sin embargo, tiene enfrente a dos sectores muy bien organizados […]
Un nuevo frente de batalla se le abre al campo argentino. El año próximo vence la ley de biocombustibles. Su renovación puede permitirle a la agroindustria aumentar su participación en el mercado energético, responder a los desafíos del cambio climático y generar nuevos modelos de producción. Sin embargo, tiene enfrente a dos sectores muy bien organizados cuando se trata de defender sus intereses. Son los fabricantes de autos y las empresas petroleras, que tienen una alianza de hecho para impedir que la agroindustria sea un jugador más en el negocio de la energía.
Los dos factores principales que impulsaron en los últimos 20 años el aumento de la demanda de granos fueron el crecimiento económico de China y los países del sudeste asiático, con el cambio de dieta de proteínas vegetales a proteínas animales, y la necesidad de reemplazar paulatinamente los combustibles fósiles por renovables. Estas dos tendencias, muy bien conocidas en el sector, se mantienen vigentes. Y una de ellas, el cambio de matriz energética, tiene mayores exigencias ahora que en el pasado por las evidencias del efecto invernadero en el planeta.
¿Por qué la disputa? La ley de biocombustibles, 26.093, sancionada en 2006, que fija el corte del gasoil y las naftas con biodiésel y bioetanol con 10% y 12%, respectivamente, tiene un plazo de finalización en mayo de 2021. El Poder Ejecutivo podría extender sus alcances por tres años más con un simple decreto, y dejar esos niveles de corte como están, o elaborar una nueva ley para aumentarlos.
Una coalición de provincias productoras de biocombustibles que formó la Liga Bioenergética tiene un proyecto para llevar los cortes del gasoil con biodiésel al 15% y de la nafta al 15% con bioetanol. Con este último, la iniciativa proyecta un aumento progresivo del corte hasta llegar al 27,5% a fines de 2027. “Es el mismo porcentaje de corte que hoy tiene Brasil”, dice Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación de Biocombustibles e Hidrógeno (ABH).
Sin embargo, tanto la industria automotriz como la petrolera cuestionaron esa propuesta en cartas que enviaron a los ministerios de Economía y de Desarrollo Productivo. Para frenar la expansión de los biocombustibles, argumentan que no se puede asegurar la calidad del biodiésl y el bioetanol, que hay que adaptar los motores de autos y vehículos, que la promoción de esta energía implica una merma en los ingresos fiscales y que aumentarán los precios de las naftas y del gasoil si se renueva la ley en esos términos.
“Hace un año y medio que funcionan colectivos con biodiésel ciento por ciento puro en Santa Fe y no hubo inconvenientes en la adaptación de los motores”, dice Verónica Geese, exsecretaria de Energía de esa provincia. “Además, se han hecho pruebas con motores, por ejemplo en el taller de Oreste Berta, en Córdoba y en otros lugares y la respuesta fue muy buena”, añade.
Molina, a su vez, apunta que si hubo problemas de calidad con los biocombustibles fue por desinterés de las diferentes autoridades que pasaron por la Secretaría de Energía.
Geese y el director de la ABH coinciden, además, que la cadena de producción de biocombustibles descentraliza la economía. “Tres empresas manejan el 90% del mercado de los combustibles líquidos”, recuerda Molina. “A las pymes productoras de biodiésel y a la cadena de etanol de maíz, se suman el etanol proveniente de la caña de azúcar, esencial para las provincias del NOA”, destaca la exsecretaria de energía de Santa Fe.
Sobre los problemas para adaptar los motores en la Argentina a una mayor composición de bioetanol o biodiésel, Geese apunta que hay plantas en la Argentina, como la de General Motors, en Santa Fe, que fabrican autos con motores flex con destino al mercado brasileño.
Respecto de los supuestos subisidios, la exsecretaria de Energía de Santa Fe apunta: “lo dicen quienes piden un Plan Gas y tienen subisidiado sus precios con el barril criollo, es curioso”. Molina, por su parte, cree que en cualquier análisis económico que se haga sobre el efecto fiscal de la promoción de biocombustibles se debe incluir el impacto ambiental que significa el reemplazo de combustibles fósiles por un insumo de origen renovable.
Para la agroindustria, el destino energético de los granos representa también una ampliación de la oferta y la posibilidad de generar nuevos modelos de producción. Molina cita como ejemplo las minidestilerías para elaborar bioetanol de maíz que, a su vez, generan burlanda para alimentación animal. Feedlots y tambos junto a la producción de biocombustible. “La otra alternativa a largo plazo es la adopción de modelos como ACA Bio -de muchas cooperativas integradas en un gran emprendimiento- o de Bioetanol Río Cuarto -integrado por un grupo de productores agropecuarios- con una planta grande”, añade. La discusión va a ser ardua.
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