Michel Porter en 1991 en el Prefacio del libro “La ventaja competitiva de las naciones” se preguntaba cuál era la razón de que algunas colectividades sociales, instituciones económicas y naciones avancen y prosperen. La pregunta de Porter no se encuentra muy alejada de aquella que nos hacemos cuando inevitablemente comparamos nuestras localidades, provincias o países con otros.
Lo cierto es, que para ser contestada la problemática del desarrollo ha sido abordada por diferentes especialistas con perspectivas teórica-metodológicas no siempre concurrentes en sus interpretaciones. Explicitar las diversas teorías y modelos de desarrollo no es el objetivo de este artículo pero sí introducir algunas dimensiones del paradigma conceptual de uno de los organismos internacionales más importantes, como lo es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta institución fue creada en 1959 con el objetivo de impulsar el desarrollo social y económico. Actualmente cuenta con 47 países miembros, de los cuales 26 son países miembros prestatarios de América Latina y el Caribe y el resto son países miembros prestamistas.
Si bien es un banco habitual de muchas maneras, puesto que otorga préstamos, también ofrece donaciones, asistencia técnica e investigaciones. En nuestro país,comienza a ganar presencia a partir de la década del ´80, donde se redefine la política económica con el fin de estabilizar la macroeconomía, de abrir los mercados al exterior y privatizar las empresas públicas.
De esta manera, diversos países de América Latina-y entre ellos, Argentina comenzaron a concebir de otra manera el desarrollo y aplicaron reformas económicas de ajuste estructural dirigidas precisamente por organismos internacionales como el BID, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Autores como Silli (2014) hacen referencia a que la mayor parte de las transferencias que este tipo de organismos multilaterales realizaron, se encontraron sometidas a modelos conceptuales e instrumentos de apoyo al desarrollo claramente definidos por los organismos donantes.
El caso del Programa de Servicios Agropecuarios Provinciales (PROSAP) fue implementado en todo el país a partir de 1996, bajo un esquema de relacionamiento entre la Nación y las provincias, donde la Nación a través del Ministerio de Agroindustria (cuando fue implementado el Programa, tenía rango de Secretaría de Agricultura) como interlocutor frente al BID, actúa como un puente financiero entre los bancos prestadores y las provincias interesadas en invertir.
En Tucumán, la estrategia provincial del PROSAP estuvo ligada a la construcción de infraestructura hídrica (Departamentos de Lules y Tafí del Valle), mejoramiento de caminos en aréas rurales productivas y servicios de apoyo al productor caprino.
Además se han llevado adelante acciones de asistencia y acompañamiento técnico para responder a las demandas de los productores, ante lo cual el Programa respondió dinámicamente, adaptando la demanda a cada necesidad específica. Neme (2009) alude a que esto se ha visto reflejado en el amplio espectro de acciones de capacitación ejecutadas, que cubre desde la asistencia para técnicas de cultivo, por ejemplo en el Proyecto de Riego Lules, Tucumán, hasta hasta el asesoramiento enológico en campo (para los proyectos de Riego Los Andes, Mendoza).
Esto demuestra que si bien el PROSAP, es un programa nacional, cada provincia lo adaptó y definió su plan de acción en base a su realidad productiva. Sin embargo, no podemos desconocer que el modelo conceptual y los instrumentos de desarrollo, sin duda, fueron definidos por el banco financiador. Pero, ¿cómo?, ¿de qué manera?
Antes de sumergirnos, en la respuesta a este interrogante, resulta necesario remontarnos a la epóca en la cual fue implementado. En este sentido, la década del ´90 planteó un escenario de paridad cambiaria, apertura y desregulación donde los pequeños y medianos productores se encontraban desfavorecidos por este contexto. De esta manera, el tema del desarrollo rural se instaló en la agenda pública como modo compensatorio.
Neme(2009) se refirió al respecto: “Inicialmente diseñado como un instrumento de tipo compensatorio, el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP) ofertó bienes y servicios a las economías afectadas por el esquema cambiario de la década del noventa.”
El PROSAP, entonces se presentaba como un programa que brindaba bienes, en el sentido, de construcción de infraestructura y servicios basados en asistencia técnica, servicios de información y capacitación para el productor para reordenar su actividad productiva, intensificar la producción e incorporar nueva tecnología.
Estas estrategias, estaban guiadas por la idea del BID de que el desarrollo se alcanzaba con inyecciones masivas de capital y tecnología, descentralizando las operaciones de los gobiernos nacionales a nivel provincial y local, y con una fuerte presencia del sector privado.
En este sentido, el director de la institución, Enrique Iglesias en el año 1998 expresaba,que “los gobiernos están descentralizando sus operaciones y transfiriendo responsabilidades a niveles subnacionales, especialmente en el campo de la infraestructura física y el suministro de servicios sociales. Al mismo tiempo, el sector privado está cumpliendo tareas que antes se reservaba el Estado” (Noticias BID, 01/01/1998)
Sin duda el PROSAP durante la epóca del ´90, respondió a todos estos lineamientos dictados por el BID donde el enfoque de desarrollo se centró en las economías regionales con una mirada de la agricultura comercial, a través del mejoramiento de la competitividad, de la infraestructura pública y de la relación provincia-nación.
Ahora bien, en los últimos años, el programa transmutó su carácter hasta constituirse en una herramienta de promoción productiva regional, donde se privilegió una mayor intervención y decisión del Estado nacional conjuntamente a la definición de estrategias de cada una de las provincias.
Esto a su vez, tuvo concordancia con el giro en las concepciones de desarrollo impulsadas por los organismos de financiamiento-entre ellos el BID-sustentadas en el capital social en los territorios, el desarrollo humano y el ambiente. En este marco, las capacidades locales se fortalecieron y a su vez las capacidades institucionales del Estado nacional y provincial.
Aunque aún queda mucho camino por recorrer, el PROSAP es un ejemplo de un programa implementado bajo las directrices de un organismo internacional como el BID, pero que ha sabido reconvertirse para cooperar con el robustecimiento de la economía regional de Tucumán y del NOA, cuyas características son muy distintas a la de la región pampeana.
Sin duda, es el puntapié para reflexionar qué lugar han ocupado históricamente estas economías regionales en la agenda pública de los gobiernos, que asentaron su economía sobre un núcleo pampeano y rioplatense.
Lo cierto es, que para ser contestada la problemática del desarrollo ha sido abordada por diferentes especialistas con perspectivas teórica-metodológicas no siempre concurrentes en sus interpretaciones. Explicitar las diversas teorías y modelos de desarrollo no es el objetivo de este artículo pero sí introducir algunas dimensiones del paradigma conceptual de uno de los organismos internacionales más importantes, como lo es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta institución fue creada en 1959 con el objetivo de impulsar el desarrollo social y económico. Actualmente cuenta con 47 países miembros, de los cuales 26 son países miembros prestatarios de América Latina y el Caribe y el resto son países miembros prestamistas.
Si bien es un banco habitual de muchas maneras, puesto que otorga préstamos, también ofrece donaciones, asistencia técnica e investigaciones. En nuestro país,comienza a ganar presencia a partir de la década del ´80, donde se redefine la política económica con el fin de estabilizar la macroeconomía, de abrir los mercados al exterior y privatizar las empresas públicas.
De esta manera, diversos países de América Latina-y entre ellos, Argentina comenzaron a concebir de otra manera el desarrollo y aplicaron reformas económicas de ajuste estructural dirigidas precisamente por organismos internacionales como el BID, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Autores como Silli (2014) hacen referencia a que la mayor parte de las transferencias que este tipo de organismos multilaterales realizaron, se encontraron sometidas a modelos conceptuales e instrumentos de apoyo al desarrollo claramente definidos por los organismos donantes.
El caso del Programa de Servicios Agropecuarios Provinciales (PROSAP) fue implementado en todo el país a partir de 1996, bajo un esquema de relacionamiento entre la Nación y las provincias, donde la Nación a través del Ministerio de Agroindustria (cuando fue implementado el Programa, tenía rango de Secretaría de Agricultura) como interlocutor frente al BID, actúa como un puente financiero entre los bancos prestadores y las provincias interesadas en invertir.
En Tucumán, la estrategia provincial del PROSAP estuvo ligada a la construcción de infraestructura hídrica (Departamentos de Lules y Tafí del Valle), mejoramiento de caminos en aréas rurales productivas y servicios de apoyo al productor caprino.
Además se han llevado adelante acciones de asistencia y acompañamiento técnico para responder a las demandas de los productores, ante lo cual el Programa respondió dinámicamente, adaptando la demanda a cada necesidad específica. Neme (2009) alude a que esto se ha visto reflejado en el amplio espectro de acciones de capacitación ejecutadas, que cubre desde la asistencia para técnicas de cultivo, por ejemplo en el Proyecto de Riego Lules, Tucumán, hasta hasta el asesoramiento enológico en campo (para los proyectos de Riego Los Andes, Mendoza).
Esto demuestra que si bien el PROSAP, es un programa nacional, cada provincia lo adaptó y definió su plan de acción en base a su realidad productiva. Sin embargo, no podemos desconocer que el modelo conceptual y los instrumentos de desarrollo, sin duda, fueron definidos por el banco financiador. Pero, ¿cómo?, ¿de qué manera?
Antes de sumergirnos, en la respuesta a este interrogante, resulta necesario remontarnos a la epóca en la cual fue implementado. En este sentido, la década del ´90 planteó un escenario de paridad cambiaria, apertura y desregulación donde los pequeños y medianos productores se encontraban desfavorecidos por este contexto. De esta manera, el tema del desarrollo rural se instaló en la agenda pública como modo compensatorio.
Neme(2009) se refirió al respecto: “Inicialmente diseñado como un instrumento de tipo compensatorio, el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP) ofertó bienes y servicios a las economías afectadas por el esquema cambiario de la década del noventa.”
El PROSAP, entonces se presentaba como un programa que brindaba bienes, en el sentido, de construcción de infraestructura y servicios basados en asistencia técnica, servicios de información y capacitación para el productor para reordenar su actividad productiva, intensificar la producción e incorporar nueva tecnología.
Estas estrategias, estaban guiadas por la idea del BID de que el desarrollo se alcanzaba con inyecciones masivas de capital y tecnología, descentralizando las operaciones de los gobiernos nacionales a nivel provincial y local, y con una fuerte presencia del sector privado.
En este sentido, el director de la institución, Enrique Iglesias en el año 1998 expresaba,que “los gobiernos están descentralizando sus operaciones y transfiriendo responsabilidades a niveles subnacionales, especialmente en el campo de la infraestructura física y el suministro de servicios sociales. Al mismo tiempo, el sector privado está cumpliendo tareas que antes se reservaba el Estado” (Noticias BID, 01/01/1998)
Sin duda el PROSAP durante la epóca del ´90, respondió a todos estos lineamientos dictados por el BID donde el enfoque de desarrollo se centró en las economías regionales con una mirada de la agricultura comercial, a través del mejoramiento de la competitividad, de la infraestructura pública y de la relación provincia-nación.
Ahora bien, en los últimos años, el programa transmutó su carácter hasta constituirse en una herramienta de promoción productiva regional, donde se privilegió una mayor intervención y decisión del Estado nacional conjuntamente a la definición de estrategias de cada una de las provincias.
Esto a su vez, tuvo concordancia con el giro en las concepciones de desarrollo impulsadas por los organismos de financiamiento-entre ellos el BID-sustentadas en el capital social en los territorios, el desarrollo humano y el ambiente. En este marco, las capacidades locales se fortalecieron y a su vez las capacidades institucionales del Estado nacional y provincial.
Aunque aún queda mucho camino por recorrer, el PROSAP es un ejemplo de un programa implementado bajo las directrices de un organismo internacional como el BID, pero que ha sabido reconvertirse para cooperar con el robustecimiento de la economía regional de Tucumán y del NOA, cuyas características son muy distintas a la de la región pampeana.
Sin duda, es el puntapié para reflexionar qué lugar han ocupado históricamente estas economías regionales en la agenda pública de los gobiernos, que asentaron su economía sobre un núcleo pampeano y rioplatense.
Michel Porter en 1991 en el Prefacio del libro “La ventaja competitiva de las naciones” se preguntaba cuál era la razón de que algunas colectividades sociales, instituciones económicas y naciones avancen y prosperen. La pregunta de Porter no se encuentra muy alejada de aquella que nos hacemos cuando inevitablemente comparamos nuestras localidades, provincias o países con otros.
Lo cierto es, que para ser contestada la problemática del desarrollo ha sido abordada por diferentes especialistas con perspectivas teórica-metodológicas no siempre concurrentes en sus interpretaciones. Explicitar las diversas teorías y modelos de desarrollo no es el objetivo de este artículo pero sí introducir algunas dimensiones del paradigma conceptual de uno de los organismos internacionales más importantes, como lo es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta institución fue creada en 1959 con el objetivo de impulsar el desarrollo social y económico. Actualmente cuenta con 47 países miembros, de los cuales 26 son países miembros prestatarios de América Latina y el Caribe y el resto son países miembros prestamistas.
Si bien es un banco habitual de muchas maneras, puesto que otorga préstamos, también ofrece donaciones, asistencia técnica e investigaciones. En nuestro país,comienza a ganar presencia a partir de la década del ´80, donde se redefine la política económica con el fin de estabilizar la macroeconomía, de abrir los mercados al exterior y privatizar las empresas públicas.
De esta manera, diversos países de América Latina-y entre ellos, Argentina comenzaron a concebir de otra manera el desarrollo y aplicaron reformas económicas de ajuste estructural dirigidas precisamente por organismos internacionales como el BID, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Autores como Silli (2014) hacen referencia a que la mayor parte de las transferencias que este tipo de organismos multilaterales realizaron, se encontraron sometidas a modelos conceptuales e instrumentos de apoyo al desarrollo claramente definidos por los organismos donantes.
El caso del Programa de Servicios Agropecuarios Provinciales (PROSAP) fue implementado en todo el país a partir de 1996, bajo un esquema de relacionamiento entre la Nación y las provincias, donde la Nación a través del Ministerio de Agroindustria (cuando fue implementado el Programa, tenía rango de Secretaría de Agricultura) como interlocutor frente al BID, actúa como un puente financiero entre los bancos prestadores y las provincias interesadas en invertir.
En Tucumán, la estrategia provincial del PROSAP estuvo ligada a la construcción de infraestructura hídrica (Departamentos de Lules y Tafí del Valle), mejoramiento de caminos en aréas rurales productivas y servicios de apoyo al productor caprino.
Además se han llevado adelante acciones de asistencia y acompañamiento técnico para responder a las demandas de los productores, ante lo cual el Programa respondió dinámicamente, adaptando la demanda a cada necesidad específica. Neme (2009) alude a que esto se ha visto reflejado en el amplio espectro de acciones de capacitación ejecutadas, que cubre desde la asistencia para técnicas de cultivo, por ejemplo en el Proyecto de Riego Lules, Tucumán, hasta hasta el asesoramiento enológico en campo (para los proyectos de Riego Los Andes, Mendoza).
Esto demuestra que si bien el PROSAP, es un programa nacional, cada provincia lo adaptó y definió su plan de acción en base a su realidad productiva. Sin embargo, no podemos desconocer que el modelo conceptual y los instrumentos de desarrollo, sin duda, fueron definidos por el banco financiador. Pero, ¿cómo?, ¿de qué manera?
Antes de sumergirnos, en la respuesta a este interrogante, resulta necesario remontarnos a la epóca en la cual fue implementado. En este sentido, la década del ´90 planteó un escenario de paridad cambiaria, apertura y desregulación donde los pequeños y medianos productores se encontraban desfavorecidos por este contexto. De esta manera, el tema del desarrollo rural se instaló en la agenda pública como modo compensatorio.
Neme(2009) se refirió al respecto: “Inicialmente diseñado como un instrumento de tipo compensatorio, el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP) ofertó bienes y servicios a las economías afectadas por el esquema cambiario de la década del noventa.”
El PROSAP, entonces se presentaba como un programa que brindaba bienes, en el sentido, de construcción de infraestructura y servicios basados en asistencia técnica, servicios de información y capacitación para el productor para reordenar su actividad productiva, intensificar la producción e incorporar nueva tecnología.
Estas estrategias, estaban guiadas por la idea del BID de que el desarrollo se alcanzaba con inyecciones masivas de capital y tecnología, descentralizando las operaciones de los gobiernos nacionales a nivel provincial y local, y con una fuerte presencia del sector privado.
En este sentido, el director de la institución, Enrique Iglesias en el año 1998 expresaba,que “los gobiernos están descentralizando sus operaciones y transfiriendo responsabilidades a niveles subnacionales, especialmente en el campo de la infraestructura física y el suministro de servicios sociales. Al mismo tiempo, el sector privado está cumpliendo tareas que antes se reservaba el Estado” (Noticias BID, 01/01/1998)
Sin duda el PROSAP durante la epóca del ´90, respondió a todos estos lineamientos dictados por el BID donde el enfoque de desarrollo se centró en las economías regionales con una mirada de la agricultura comercial, a través del mejoramiento de la competitividad, de la infraestructura pública y de la relación provincia-nación.
Ahora bien, en los últimos años, el programa transmutó su carácter hasta constituirse en una herramienta de promoción productiva regional, donde se privilegió una mayor intervención y decisión del Estado nacional conjuntamente a la definición de estrategias de cada una de las provincias.
Esto a su vez, tuvo concordancia con el giro en las concepciones de desarrollo impulsadas por los organismos de financiamiento-entre ellos el BID-sustentadas en el capital social en los territorios, el desarrollo humano y el ambiente. En este marco, las capacidades locales se fortalecieron y a su vez las capacidades institucionales del Estado nacional y provincial.
Aunque aún queda mucho camino por recorrer, el PROSAP es un ejemplo de un programa implementado bajo las directrices de un organismo internacional como el BID, pero que ha sabido reconvertirse para cooperar con el robustecimiento de la economía regional de Tucumán y del NOA, cuyas características son muy distintas a la de la región pampeana.
Sin duda, es el puntapié para reflexionar qué lugar han ocupado históricamente estas economías regionales en la agenda pública de los gobiernos, que asentaron su economía sobre un núcleo pampeano y rioplatense.
Lo cierto es, que para ser contestada la problemática del desarrollo ha sido abordada por diferentes especialistas con perspectivas teórica-metodológicas no siempre concurrentes en sus interpretaciones. Explicitar las diversas teorías y modelos de desarrollo no es el objetivo de este artículo pero sí introducir algunas dimensiones del paradigma conceptual de uno de los organismos internacionales más importantes, como lo es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esta institución fue creada en 1959 con el objetivo de impulsar el desarrollo social y económico. Actualmente cuenta con 47 países miembros, de los cuales 26 son países miembros prestatarios de América Latina y el Caribe y el resto son países miembros prestamistas.
Si bien es un banco habitual de muchas maneras, puesto que otorga préstamos, también ofrece donaciones, asistencia técnica e investigaciones. En nuestro país,comienza a ganar presencia a partir de la década del ´80, donde se redefine la política económica con el fin de estabilizar la macroeconomía, de abrir los mercados al exterior y privatizar las empresas públicas.
De esta manera, diversos países de América Latina-y entre ellos, Argentina comenzaron a concebir de otra manera el desarrollo y aplicaron reformas económicas de ajuste estructural dirigidas precisamente por organismos internacionales como el BID, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Autores como Silli (2014) hacen referencia a que la mayor parte de las transferencias que este tipo de organismos multilaterales realizaron, se encontraron sometidas a modelos conceptuales e instrumentos de apoyo al desarrollo claramente definidos por los organismos donantes.
El caso del Programa de Servicios Agropecuarios Provinciales (PROSAP) fue implementado en todo el país a partir de 1996, bajo un esquema de relacionamiento entre la Nación y las provincias, donde la Nación a través del Ministerio de Agroindustria (cuando fue implementado el Programa, tenía rango de Secretaría de Agricultura) como interlocutor frente al BID, actúa como un puente financiero entre los bancos prestadores y las provincias interesadas en invertir.
En Tucumán, la estrategia provincial del PROSAP estuvo ligada a la construcción de infraestructura hídrica (Departamentos de Lules y Tafí del Valle), mejoramiento de caminos en aréas rurales productivas y servicios de apoyo al productor caprino.
Además se han llevado adelante acciones de asistencia y acompañamiento técnico para responder a las demandas de los productores, ante lo cual el Programa respondió dinámicamente, adaptando la demanda a cada necesidad específica. Neme (2009) alude a que esto se ha visto reflejado en el amplio espectro de acciones de capacitación ejecutadas, que cubre desde la asistencia para técnicas de cultivo, por ejemplo en el Proyecto de Riego Lules, Tucumán, hasta hasta el asesoramiento enológico en campo (para los proyectos de Riego Los Andes, Mendoza).
Esto demuestra que si bien el PROSAP, es un programa nacional, cada provincia lo adaptó y definió su plan de acción en base a su realidad productiva. Sin embargo, no podemos desconocer que el modelo conceptual y los instrumentos de desarrollo, sin duda, fueron definidos por el banco financiador. Pero, ¿cómo?, ¿de qué manera?
Antes de sumergirnos, en la respuesta a este interrogante, resulta necesario remontarnos a la epóca en la cual fue implementado. En este sentido, la década del ´90 planteó un escenario de paridad cambiaria, apertura y desregulación donde los pequeños y medianos productores se encontraban desfavorecidos por este contexto. De esta manera, el tema del desarrollo rural se instaló en la agenda pública como modo compensatorio.
Neme(2009) se refirió al respecto: “Inicialmente diseñado como un instrumento de tipo compensatorio, el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP) ofertó bienes y servicios a las economías afectadas por el esquema cambiario de la década del noventa.”
El PROSAP, entonces se presentaba como un programa que brindaba bienes, en el sentido, de construcción de infraestructura y servicios basados en asistencia técnica, servicios de información y capacitación para el productor para reordenar su actividad productiva, intensificar la producción e incorporar nueva tecnología.
Estas estrategias, estaban guiadas por la idea del BID de que el desarrollo se alcanzaba con inyecciones masivas de capital y tecnología, descentralizando las operaciones de los gobiernos nacionales a nivel provincial y local, y con una fuerte presencia del sector privado.
En este sentido, el director de la institución, Enrique Iglesias en el año 1998 expresaba,que “los gobiernos están descentralizando sus operaciones y transfiriendo responsabilidades a niveles subnacionales, especialmente en el campo de la infraestructura física y el suministro de servicios sociales. Al mismo tiempo, el sector privado está cumpliendo tareas que antes se reservaba el Estado” (Noticias BID, 01/01/1998)
Sin duda el PROSAP durante la epóca del ´90, respondió a todos estos lineamientos dictados por el BID donde el enfoque de desarrollo se centró en las economías regionales con una mirada de la agricultura comercial, a través del mejoramiento de la competitividad, de la infraestructura pública y de la relación provincia-nación.
Ahora bien, en los últimos años, el programa transmutó su carácter hasta constituirse en una herramienta de promoción productiva regional, donde se privilegió una mayor intervención y decisión del Estado nacional conjuntamente a la definición de estrategias de cada una de las provincias.
Esto a su vez, tuvo concordancia con el giro en las concepciones de desarrollo impulsadas por los organismos de financiamiento-entre ellos el BID-sustentadas en el capital social en los territorios, el desarrollo humano y el ambiente. En este marco, las capacidades locales se fortalecieron y a su vez las capacidades institucionales del Estado nacional y provincial.
Aunque aún queda mucho camino por recorrer, el PROSAP es un ejemplo de un programa implementado bajo las directrices de un organismo internacional como el BID, pero que ha sabido reconvertirse para cooperar con el robustecimiento de la economía regional de Tucumán y del NOA, cuyas características son muy distintas a la de la región pampeana.
Sin duda, es el puntapié para reflexionar qué lugar han ocupado históricamente estas economías regionales en la agenda pública de los gobiernos, que asentaron su economía sobre un núcleo pampeano y rioplatense.
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