El presidente de la Sociedad Rural Argentina piensa que “ser de derecha o de izquierda no significa que el gobierno en cuestión no sepa qué le conviene a su país”. Para el ruralista lo único que importa es que el empresario del campo pueda cobrar en dólares a precio pleno.
Consustanciado con el discurso de que las “ideologías son cosas del pasado” al presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevehere, le da lo mismo cualquier cosa. La única condición que pone es que no se apliquen derechos de exportación ni regulación alguna al comercio de granos ni productos del campo.
Al menos es lo que se desprende de sus declaraciones a radio Continental cuando remarcó que “ser de derecha o de izquierda no significa que el gobierno en cuestión no sepa qué le conviene a su país”. Qué le conviene al país: para Etchevehere eliminar los derechos de exportación, obviamente.
El ruralista puso como ejemplo a casi todos los países de Latinoamérica salvo dos excepciones: la Venezuela chavista y la Argentina kirchnerista. Pero en “Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay, Perú, Colombia” e incluso Bolivia “son países que tienen una visión común sobre adónde quieren ir, gobierne quien gobierne. Eso sólo les trajo beneficio y desarrollo”.
Esa “visión común” envidiable se reduce en que en esos países “los productores reciben el precio pleno en dólares” por la venta de sus productos, menos los gastos lógicos de transporte y comercialización.
Pero eso no quiere decir que la clase política no quiera aplicar derechos de exportación o aumentar impuestos en aquellas naciones, en algunos lugares simplemente no puede hacerlo. En Uruguay el ruralismo se opuso virulentamente a la aplicación de un gravamen para los campos mayores a 2.000 hectáreas, aún cuando alcanzaba a solo el 3% de los campos. En Paraguay, en cambio el lobby agropecuario eliminó directamente una ley que iba contra sus intereses.
El Congreso de Paraguay sancionó una ley para aplicar derechos de exportación a la soja, trigo, girasol y maíz, pero fue vetada en octubre último por el actual presidente paraguayo, Horacio Manuel Cartes, que dicho sea de paso es productor de soja.
Cartes fue electo presidente tras el escándalo de la destitución de Fernando Lugo por su vicepresidente, Federico Franco, en lo que la Unasur consideró un “golpe institucional” -y que le mereció la suspensión dentro del Mercosur al vecino país- pero que fue ampliamente respaldado por el ruralismo paraguayo y argentino.
El caso es inverso al de la 125, podría decirse, lo mismo que su lectura. Cuando el voto no positivo triunfó en el Senado, el ruralismo celebró la “recuperación de las instituciones” y la buena salud de la democracia. Es decir que la democracia es valorada especialmente en función de los intereses particulares.
Ahora el mismo ruralismo pone como ejemplo a Paraguay donde el Congreso sancionó una ley que aplicaba derechos de exportación, y el Ejecutivo la vetó ignorando por completo al Poder Legislativo, un modelo a seguir para Etchevehere.
Etchevehere estimó que “el valor de nuestra producción es de 70 mil millones de dólares pero en pocos años se podrían convertir en 100 mil millones”, con otro gobierno se entiende. Ese aluvión de divisas “se pueden traducir en más trabajo, más servicios bancarios, más movilidad e inclusión social; más construcción, más comercio…un desarrollo donde ganemos todos”, aseguró el dirigente ruralista.
El camino a seguir para el presidente de la SRA es “todo lo contrario” a lo que se hizo desde 2003 a saber: desregulación de mercados, dejar de intervenir en el comercio, que el empresariado pague menos impuestos (bajar la presión tributaria) -fundamentalmente sin derechos de exportación- y apertura exportadora, entre otros puntos.
El ruralismo suele poner como uno de los ejemplos exitosos de gobierno a Brasil bajo la matriz de Lula, al destacar un mayor nivel de inclusión social con la incorporación de habitantes a la clase media. Pero esa incorporación no se logró exactamente por las razones que expone la dirigencia agropecuaria vernácula sino por los programas sociales.
En la Argentina critican como “planes descansar” a la inversión social, especialmente porque pone un piso a la negociación salarial. En Brasil el aumento de la clase media (30%) se debe al programa de gobierno “Bolsa Familia” lanzado por Lula antes de terminar su primer mandato.
“Es más difícil derrotar al prejuicio que derrotar al hambre. La crítica más cruel decía que el Bolsa Familia estimularía la pereza, el vagabundeo, pero el 70 por ciento de los beneficiarios del Bolsa Familia tiene empleo, y usa el dinero para mejorar su ingreso”, explicó Lula en su última visita a la Argentina hace aproximadamente un mes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.