Editorial de Las Bases escrito por del presidente de CRA, Ruben Ferrero.
Tiempo de Balance
Fin de año, tiempo de balance: la frase se impone casi como una consigna cuando transcurre diciembre. En el año que termina hemos alcanzado logros, pero también se van muchas expectativas no cumplidas. Dicho de otro modo, podemos analizar la mitad medio llena de este 2013 y también su mitad medio vacía.
Empecemos por lo primero, que es más satisfactorio. En este año hemos hecho un gran trabajo puertas adentro de la Entidad y también hacia afuera. CRA se ha nutrido de una gran participación, motivada por un compromiso serio y responsable de todos los que la integran. Esa suma de voluntades posibilitó lograr consensos, y posicionarnos como un referente obligado y creíble de todo el espectro productivo argentino.
Tuvimos marcada y permanente presencia en los reclamos, estimulamos el diálogo interno y con los productores, y generamos fuertes lazos con otras instituciones de la vida política y económica del país.
Hemos sido enfáticos al señalar que una notable disminución en la calidad institucional actúa como espantapájaro para las inversiones, y sostuvimos nuestra legítima aspiración a una República saludable de verdad, con división de poderes, justicia independiente y administración transparente.
Concluyendo, practicamos puertas adentro de la Entidad lo mismo que reclamamos hacia afuera: diálogo, respeto, participación, compromiso y, podemos decir con sano orgullo, que la coherencia es un valor que nos distingue y nos honra.
Ahora bien, vayamos a lo negativo que nos deja este 2013. En primer lugar, la desilusión y la impotencia de no haber conseguido ser escuchados por un gobierno que hasta hoy nos desconoce. La falta de políticas públicas, las distorsiones, la incertidumbre, la inflación y la descomunal presión impositiva –por mencionar sólo algunos de los ingredientes forman un cóctel letal para las producciones, que ven amenazada su continuidad ante los perjuicios constantes y la falta de mejores horizontes. El panorama de las economías regionales es tan desolador que resulta imposible ponderar las pérdidas de esta década desperdiciada. No la han pasado mejor, como sabemos, la carne, el trigo ni la lechería, acorraladas por la pérdida de competitividad, la intervención del gobierno en los mercados, las retenciones, las prohibiciones para exportar, y el control de precios. De hecho, todos los récords batidos en los últimos años merecerían el calificativo de “tristemente célebres”.
Pero como hombres de trabajo y como dirigentes nos queda la esperanza. “La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”, decía Julio Cortázar, magistral como siempre. Vayamos entonces, por otro año de trabajo, participación y compromiso, nutridos por los ideales, respaldados por el ejemplo de voluntad, constancia y esfuerzo de quienes nos precedieron. Nuestros jóvenes ateneístas –saludable bocanada de aire fresco para la Entidad-, con su fuerza y su apasionamiento nos contagiarán su empuje y entusiasmo.
Que en 2014 esa esperanza encuentre una puerta que se abra, un oído que escuche, una mano tendida para que otra Argentina sea posible. Una Argentina de la que podamos sentirnos orgullosos ciudadanos y en la que cultivemos la excelencia. Que así sea.
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