El balance agropecuario del año vuelve a estar en rojo. En 2013 quedó demostrado que las herramientas que utiliza el Gobierno para defender la “mesa de los argentinos” terminan castigando a consumidores y productores. No es casual que en un mismo año haya subido el precio del pan en forma astronómica (70%) y que la [...]
El balance agropecuario del año vuelve a estar en rojo. En 2013 quedó demostrado que las herramientas que utiliza el Gobierno para defender la “mesa de los argentinos” terminan castigando a consumidores y productores. No es casual que en un mismo año haya subido el precio del pan en forma astronómica (70%) y que la cosecha de trigo haya sido de las peores de la historia. Y tampoco es obra de la casualidad que el impulsor de esa política de cepo a la producción, Guillermo Moreno, haya tenido que dejar su cargo en la Secretaría de Comercio Interior tras acumular fracasos en cada uno de los sectores que intervino: desde el trigo y la carne hasta la cotización del dólar.
Será 2013 recordado como el año en el que se dejó pasar otra oportunidad para que la ganadería despegue. Apenas por la aceleración de la depreciación de la moneda hubo un leve repunte de las exportaciones de carne, pero, nuevamente, “la defensa de la mesa de los argentinos” configura una ganadería de baja productividad sólo para abastecer al mercado interno (menos de un 7% de la producción de carne se exporta). El recambio ministerial de noviembre pasado, pese a las buenas intenciones, todavía no define una política ganadera que vuelva a colocar al precio y al mercado como principal incentivo para que haya inversiones que atiendan todas las franjas de la demanda con igual calidad: la interna y la externa.
En la agricultura, 2013 puso en escena a los problemas de rentabilidad y financiamiento. El repliegue de los grandes grupos de siembra pone en un cono de sombras un modelo de producción en el que la clave es la capacidad emprendedora sin importar el tamaño de la empresa que lo impulse. Lo advirtió Gustavo Grobocopatel esta semana cuando afirmó que “ya casi no es rentable hacer agricultura” y que “hay una tendencia a volver para atrás” en el modelo que “ha democratizado el acceso a la tierra”.
Esos problemas de competitividad se advierten en el crecimiento de las necesidades de financiamiento. Como pocas veces antes, 2013 obliga a tomar posiciones defensivas. En un contexto de elevada inflación e incertidumbre sobre el tipo de cambio, el retraso en las ventas de soja se transforma en una módica herramienta de cobertura. En el lenguaje oficial, en cambio, esa actitud fue señalada públicamente como “especulativa” tanto por la Presidenta como por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.
Este 2013 que termina también será recordado como el que la manipulación de las estadísticas que comenzó con el INDEC en 2007 se extendió al agro. El súbito crecimiento de la cosecha de maíz en casi siete millones de toneladas, que contabilizó como grano comercial al autoconsumo, sólo sirvió para que Cristina Kichner anunciara una supuesta cosecha récord de 105 millones de toneladas.
En la escuálida columna del “haber” de 2013, el hecho de que la oposición política reconozca al campo como motor del crecimiento social y económico del país, tal como sucedió en la presentación del trabajo sobre el potencial del agro organizada por la Comisión de Enlace hace unas semanas, permite alentar alguna expectativa de cambio para el mediano plazo. De igual forma, que el Ministerio de Agricultura vuelva a estar a cargo de gente que conoce a la actividad y no pretende utilizarlo como trampolín político abre una mínima hendija. Aunque habrá que ver si en 2014 esas voces son escuchadas en el ámbito donde se deciden las políticas económicas o será apenas un cambio cosmético.
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