sábado, 11 de diciembre de 2010

El país puede ganar la carrera del algodón


Por la explosión de la demanda asiática y del incremento de las cotizaciones de las commodities, el cultivo tiene precios récord que permiten una mejora de la rentabilidad.

  

La transición de China y la India al capitalismo, incorporando a millones de trabajadores al mercado con salarios de subsistencia, ha provocado un gran impacto en la economía mundial. Se han recrudecido las crisis de sobreproducción, el déficit mundial de empleo y la escasez de recursos naturales.


Tras el crecimiento de la demanda de alimentos, de combustibles y de minerales, la carrera de precios ha incorporado un nuevo insumo que, transformado en la revelación de las commodities , tiene una muy positiva repercusión para Argentina. Si bien la fibra de algodón arrancó rezagada, sus precios se dispararon y alcanzaron su máximo histórico.

La inyección de consumidores asiáticos mantenía latente la expectativa de un crecimiento de la demanda de algodón, la cual explotó por las restricciones en la oferta; sus principales detonantes fueron las condiciones climáticas adversas para la cosecha de tres de los cuatro más grandes fabricantes del cultivo (Estados Unidos, China y Paquistán) y la difusión de la estrategia china de reservar stocks. Por su lado, los precios de las fibras sintéticas, insumos sustitutivos del algodón, empujados por esta tendencia, registraron aumentos casi tan altos (77% de suba en el último semestre). En ambos casos las políticas nacionales impactaron efectivamente en el mercado, moderando el aumento de los precios locales en relación con los valores internacionales.

En tanto, las potencias textiles del planeta no demoraron en trasladar los mayores costos a los precios de sus manufacturas. Como referencia, las prendas de vestir chinas se encarecieron un 40% y los hilados indios duplicaron su valor.

Así como el aumento de los valores de los granos ha implicado un afluente de divisas que contribuyó a alejar la restricción externa que históricamente limitaba el crecimiento nacional, la escalada del precio del algodón no sólo hará mucho más rentable su cultivo, sino que también alimentará un virtuoso proceso de desarrollo industrial. La expectativa de altos rendimientos estimulará la concreción de más inversiones en la cadena de valor agroindustrial, que puede abastecerse localmente de los revaluados insumos, tanto naturales como sintéticos (en el país opera la mayor y más moderna fábrica de fibra e hilado de poliéster de América del Sur).

El aliento a la siembra permitirá trepar de las 450.000 hectáreas cultivadas este año a unas 700.000 en 2011, lejos del piso de 158.000 hectáreas explotadas en 2003. Podrán rotarse tierras que habían sido desplazadas por la soja y lograr una producción de fibra de 320.000 toneladas, lo cual generará saldos exportables de más de US$ 430 millones, dado que se industrializan 180.000 toneladas en el país.

Frente a la escasez de fibra y la incertidumbre actual en las operaciones internacionales (en China, por ejemplo, además de las subas de precios, se extendieron los plazos de entrega de 90 a 150 días), se deben potenciar los incentivos del mercado a través de dos canales. Por un lado, mediante el fortalecimiento de los programas de mejora de la calidad del algodón y de erradicación de su mayor plaga (el picudo algodonero), principales obstáculos de la manufactura interna. Por otro, diseñar políticas de promoción para la industrialización de la fibra, como la difusión del acceso al crédito y la formalización del trabajo en la confección. Estas medidas generarán riqueza con inclusión social, dada la estructura de la cadena de valor.

Ella emplea directamente a casi medio millón de personas y su actividad se reparte alrededor de 30.000 establecimientos, cuya mayoría son pequeños. Este renovado canal productivo motorizará la actividad regional, la creación de empleos y, por su atomización y dispersión, operará con alta incidencia en la distribución del ingreso.

Esta cadena transforma en el país el insumo básico de un valor de US$ 3000 por tonelada a valores de indumentaria con diseño y marca nacional, en promedio, de casi US$ 40.000 por tonelada. A esos precios, si el excedente que se podrá exportar el año que viene de fibra (140.000 toneladas) se procesara internamente, el potencial extra de ventas externas de ropa ascendería a US$ 5600 millones, equivalentes al 30% de la exportación industrial del país en 2009.

El desafío será capitalizar los incentivos externos de una mayor demanda y la revalorización de los precios a través de una sinergia entre el sector público y el privado. Estamos frente a una oportunidad única de potenciar el crecimiento de una cadena con notables beneficios para el desarrollo de la Argentina.

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