Los preciados hongos conocidos como trufas son increíblemente caros —una trufa blanca de 1,8 kilos se vendió por 61.250 dólares en una subasta de Sotheby’s el pasado año—, principalmente porque nadie tiene idea como cultivar este micorriza silvestre a un costo rentable.
Sin embargo, un grupo de agrónomos israelíes ha podido cultivar en gran volumen otra variedad de hongos micorriza como método natural para aumentar el rendimiento de las cosechas.
“En pocas palabras, nuestra misión es cubrir las tierras cultivables del mundo con micorriza”, dice el cofundador y vicepresidente de Ventas y Mercadeo de Groundwork BioAg, Dan Grotsky.
Rootella, un producto de la compañía, es una cepa de hongo micorriza altamente concentrada y resistente al desierto, que es el resultado de 25 años de cultivo, investigación y pruebas de campo en colaboración con el Instituto Volcani de Investigación Agrícola de Israel.
El hongo, considerado “bueno”, extiende las raíces de la planta por un factor de hasta 100 y les permite absorber en forma óptima el agua y los nutrientes de fertilizantes y abono.
“Como las plantas tienen más nutrientes, los agricultores obtienen mejores resultados y eso es lo más importante”, explicó Grotsky a ISRAEL21c. “Además, ahorran agua y fertilizantes. En tercer lugar, ese hongo ‘bueno’ inocula la planta, ocupando los conductos radiculares y así los hongos ‘malos’ no pueden entrar”.
El proceso es ecológico y natural por completo, añade. “La micorriza existe prácticamente en cualquier parte del mundo, pero no ha sido explotada por las técnicas agrícolas modernas. No es que usemos productos químicos, sino organismos que son parte importante para la salud del suelo. Estamos restaurando el equilibrio natural”.
Al igual que las trufas, este tipo de hongo micorriza es difícil de producir a costos razonables.
“Hay muchos vendedores de micorriza en el mundo, pero muy pocos productores”, dijo Grotsky. “Se encuentran en su mayoría en mercados para plantas que requieren micorriza para crecer bien, como el maíz, el sorgo, la cebolla, el ajo y el cannabis. También se halla en cultivos orgánicos y otros de márgenes elevados, así como para productores de césped. Tenemos una licencia mundial, exclusiva y perpetua para esta técnica, lo que hace de Rootella la única solución a un costo asequible y que nos permite competir en la agricultura convencional”.
Las mega plantaciones de maíz y soja son los principales objetivos de Groundwork BioAg. “Observamos aumentos de dos cifras en los resultados de ambos cultivos, que es algo nunca visto. En la última temporada, nuestro producto dobló el rendimiento de una cosecha de soja en una de las pruebas que hicimos en Ohio, que pasó de resultados pésimos a completamente normales”, dijo Grotsky.
La compañía está ahora buscando canales de distribución. “Hemos iniciado ventas en varios países para probar el concepto y la adecuación al mercado del producto”, según Grotsky.
“Estamos buscando distribuidores activamente, entre ellos los que venden insumos para plantíos de maíz y soja en Estados Unidos, donde hay 73 millones de hectáreas de estos cultivos. En la actualidad no hay agricultores que inoculen micorriza a la soja o el maíz porque no disponen de un producto asequible, pero lo harían si lo tuvieran en el mercado”.
La compañía, con sede en Moshav Mazor, a media hora de Tel Aviv, emplea 15 personas. Tiene una granja, un invernadero y un laboratorio, y recibe apoyo financiero de Israel Cleantech Ventures, Middleland Capital, de Washington, DC, y también de varios fondos de capital privado.
Solución al problema de contaminación por fósforo
Grotsky cree que Rootella puede resolver un problema que afecta a la agricultura comercial: la disminución de fósforo, el principal ingrediente de los fertilizantes, y uno medioambiental, derivado del fósforo que no absorben los cultivos y que termina filtrándose.
“Extraemos fósforo como locos, pero cuando alcance su pico, alrededor del año 2030, empezaremos a obtener cada vez menos a causa de su desgaste. El fósforo termina llegando a lagos, ríos y al mar, así que tenemos que encontrar la forma de reciclarlo o recuperarlo del agua y la biomasa, lo que no es fácil”, explicó Grotsky.
Por otra parte, las destructivas algas azules se nutren del fósforo y desplazan a otras plantas en las vías fluviales. Como los hongos micorriza pueden descomponer y movilizar el fósforo del suelo, que de otra manera sería inaccesible, logran llevarlo de forma más eficiente a las raíces de las plantas, por lo que Rootella podría mitigar este peligro medioambiental.
“El fósforo de los fertilizantes normalmente se mezcla con otros materiales en el subsuelo y deja de estar disponible para la planta”, dijo Grotsky. “El maíz sin micorriza puede absorber sólo un 15% del fósforo del fertilizante, mientras que una planta tratada con micorriza absorbe un 90%. En nuestras pruebas obtenemos mejores rendimiento en cultivos con Rootella con la mitad de fertilizante con fósforo que en los cultivos sin Rootella en los que usamos el 100% del fertilizante”.
La investigación que se hizo con Rootella tuvo lugar en el laboratorio del profesor Yoram Kapulnik, en Volcani, quien ahora preside el consejo científico de la compañía. Uno de los investigadores del laboratorio, Danny Levy, se asoció con Grotsky y el empresario Yossi Kofman para fundar Groundwork BioAg en 2014.
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