Al pie de las Sierras Chicas, el matrimonio que integran el trigo y la soja de segunda disfruta de su luna de miel. El ámbito ideal para forjar esta relación se lo proporciona La Sentencia, el establecimiento ubicado sobre la ruta E66, entre Jesús María y Ascochinga.
Sus más de 20 años de siembra directa, las bondades térmicas de la zona, el manejo del agua a través de curvas de nivel y una rotación agrícola con alta tecnología hacen de estas 220 hectáreas un modelo de producción sustentable.
“Si hay condiciones de humedad, el trigo se hace todos los años por una cuestión de cobertura y sustentabilidad. Acá, por la zona de Pie de Sierra, el agua corre muy fuertemente y hemos sufrido sus efectos”, asegura a Agrovoz Esteban Nicolás Keuchguerian, a cargo del gerenciamiento productivo del campo familiar.
Desde que Esteban asumió sus funciones en el establecimiento, en 2004, el trigo solo estuvo ausente en contadas ocasiones. “Fue siempre por falta de agua, nunca por una cuestión económica o comercial”, aclara el productor.
El protagonismo triguero en La Sentencia es para destacar. De las 220 hectáreas, el cereal de invierno ocupó en la actual campaña 100 hectáreas. Todas ellas, luego de la recolección realizada la semana pasada, ya recibieron a la soja de segunda.
Si bien el trigo se realiza con un fin comercial, la cobertura es el principal fundamento para su lugar dentro de la rotación. “Si fuera por mí, antes de que el cultivo tenga la hoja bandera lo secaría, pero la conciencia y el asesoramiento no me lo permiten. Para mí, que cumpla con el fundamente de cobertura, la tarea del trigo está cumplida”, fundamenta Keuchguerian.
Estrategia 2016/17
Descartada la idea de hacer el cultivo solo para cobertura, la apuesta productiva en la presente campaña se ubicó en otro extremo: la calidad panadera.
Lo que Keuchguerian pensó en los papeles para el trigo tuvo su correlato exacto en los lotes, donde se alinearon todos los planetas. La estrategia inicial de apuntar a un trigo de calidad se vio correspondida con un planteo de fertilización, que también se reflejó en los rendimientos.
Rindió casi 30 quintales con muy buena calidad, que se reflejó en un gluten por encima del 40 por ciento y una proteína estimada en 20. “Es el mejor rendimiento y con la mayor calidad que hemos logrado”, precisa con satisfacción el gerente del campo.
Si bien el uso y la costumbre en La Sentencia indicaban implantar los trigos en mayo, esta vez la siembra arrancó en junio.
“El asesor técnico me sugirió la nueva fecha”, aclara el productor. Las lluvias del verano y comienzo del otoño hicieron que el perfil rebalsara de humedad, con lo que el arranque estaba garantizado.
Este año no hizo falta medir el agua disponible. Había por demás.
Con el objetivo claro de obtener calidad panadera, el asesoramiento hizo que Esteban se inclinara por la variedad Cambium, del semillero Don Mario. El planteo de fertilización incluyó un arrancador a la siembra.
“Aplicamos un MAP (fosfato monoamónico), con una dosis de 80 kilos por hectárea”, comenta.
El aporte de nutrientes se reforzó con una aplicación foliar en hoja bandera, siempre con la finalidad de buscar más calidad que rendimiento.
¿Humedad? Se las arregló durante casi todo su ciclo con el agua del perfil. Un solo registro de poco más de 25 milímetros durante el invierno fue toda la ayuda que recibió del cielo.
La buena sanidad también contribuyó al logro cuantitativo y cualitativo. A lo largo de todo su ciclo, el cultivo solo recibió la visita de una aplicadora, pero para el suministro del fertilizante foliar.
Calidad valorada
A comienzo de mes, y a medida que la cosechadora iba trillando los lotes con trigo, metros atrás la sembradora fue depositando sobre el rastrojo la semilla de soja.
A diferencia del cereal, la oleaginosa tiene una oferta genética más repartida. En la paleta utilizada en el establecimiento figuran variedades de Dreyfus, Don Mario y Nidera. Todas de ciclo cuatro largo, con buen comportamiento en la zona. El objetivo es redondear una producción por hectárea de 30 quintales.
En las sojas de segunda, la apuesta es lograr entre 20 y 25 quintales.
Bajo el esquema de producción diseñado por Keuchguerian, la secuencia trigo-soja ofrece buenos dividendos. Sostiene que los trigos de calidad generan nuevos negocios.
“Hoy hay operaciones que pagan 600 pesos adicionales por tonelada por el cereal con calidad”, destaca el productor.
No obstante, antes de la siembra, Esteban ya se había asegurado un piso de precio. En aquel momento vendió 90 toneladas de un trigo condición cámara a 165 dólares, con la idea de poder capturar con el grano en la tolva un plus por calidad.
Con una producción de 30 quintales por hectárea, el trigo en campo propio aporta en La Sentencia un margen de 10 quintales. A lo que se suma la bonificación panadera y el margen de la soja de segunda.
Asesoramiento y tecnología, el hilo conductor
En el día a día de Esteban Keuchguerian conviven dos profesiones: la gastronomía y la agricultura. “Una de las similitudes que encuentro es que ambas necesitan de recetas”, ensaya Esteban, a modo de encontrarles un hilo conductor a sus dos pasiones.
Su llegada a la agricultura, en 2004, se hizo bajo dos premisas fundacionales: el asesoramiento y la tecnología.
“Tratamos de hacer una agricultura con la mejor tecnología disponible”, asegura.
Su vinculación con el movimiento Crea le ha permitido desarrollar un método preciso y medido de producción. “Somos fundadores del Crea Barranca Yaco, del que soy el actual presidente”, afirma Keuchguerian.
El pie de sierras se ofrece como un ámbito adecuado para la agricultura, pero la variabilidad de su relieve obliga a realizar ajustes en el manejo.
“Hacemos ensayos de variedades, en la búsqueda de respuestas de los materiales para la zona”, fundamenta el productor.
A partir de la información recolectada, la agricultura por ambientes comienza a ganar terreno en La Sentencia. La utilización de cuatro variedades de maíz y otras tantas de soja es el primer paso para la aplicación de un modelo con dosis variable en los insumos.
“Tenemos el mapeo de rendimientos, como dato clave para tomar decisiones y hacer una producción más eficiente”, comenta Esteban.
Si bien en esta campaña dijo presente, el agua no es un recurso que abunde en la zona. La media de lluvias anual es de 750 milímetros, pero con mucha dispersión. Hubo años de 600 milímetros y otros de 1.200, como el anterior. Ante ese escenario, la cobertura del suelo resulta indispensable, no solo para almacenar el agua sino también para evitar la erosión. En esa tarea, el trigo cumple un rol protagónico.
También el maíz contribuye a la sustentabilidad en el establecimiento. Realizado en su totalidad en fecha temprana, el cereal sembrado en octubre está en franca evolución. Keuchguerian no duda en afirmar que la zona es ideal para hacer la gramínea de verano.
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