Escribe OMAR MERAGLIA (*) — El sector agropecuario no encontrará su horizonte a través de la devaluación ni de la quita anunciada en las retenciones, se deben generar nuevas ideas productivas a través de una tarea seria entre dirigentes agrarios, gobernadores y Estado Nacional.
Los globos amarillos, lamentablemente, no llenarán de alegría al campo, tampoco lo hará el verde dólar. El Campo (en verdad, el sector agropecuario argentino) es un ámbito productivo (pro-duc-ti-vo) que se nutre de innumerables variables y está sujeto no sólo a las economías de cabotaje sino a las de todo el mundo. Esa arista productiva además, tiene una arista social, de la que ningún gobierno (ninguno) hasta ahora se ha ocupado y por eso se dice que no tenemos suficiente productividad, pero no se dice que en el campo “no tenemos gente”, porque el “factor humano” no le importa a nadie y la ruralidad desaparece, le vaya bien o mal económicamente al sector.
¿Y adónde va a parar ese déficit de ruralidad? ¡Exacto! A las desurbanizadas y vergonzantes villas.
Pero no es menester en esta nota ocuparnos del factor humano, sino de las “urgencias” a las que nos tienen acostumbrados los nuevos gobiernos ya que los anteriores no pudieron ocuparse de lo importante.
La bifurcación
La dirigencia agraria, a los tumbos como en toda su historia en la cual no ha sabido capacitarse en materia de gestión y comunicación, ha elegido un nuevo camino ante la bifurcación que le propone cada nuevo escenario gubernamental.
Dejó de lado al partido de la oposición creado a partir de 2008 tras el quiebre Cristina-Cobos- Lousteau y se abocó de lleno a integrarse a las nuevas filas oficialistas.
El radical Ricardo Buryaile, reconocido dirigente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), título que le permitió llegar al Congreso, se transformó en el ministro del (nuevo) Ministerio de Agroindustria y festejó junto a sus pares de CRA y Sociedad Rural Argentina (no tenía buena llegada con Federación Agraria Argentina luego de la disputa por un viejo proyecto de eliminación de retenciones), la “esperanzadora” etapa venidera para el sector.
Junto con ello se cumplieron parte de las promesas de campaña de “Cambiemos”, se blanqueó el valor oficial del dólar y se eliminaron derechos de exportación (retenciones) en todo y en parte según el caso. Se dejaron en cero para economía regionales, carne, maíz y trigo y se registró una quita del 5% (35 a 30) para la soja.
Más allá de todo el cotillón bien vale reconocer que los números aún no son del todo buenos para el productor aunque sí un tanto mejores a los que les proponía el gobierno “enemigo”.
La inflación y los costos de los insumos, sumado a una tendencia a la baja de los precios internacionales, dejan una renta aún acotada por lo que se estima que seguirán las presiones para que el dólar suba otro tanto, pero para ello habrá que esperar algunos meses cuando esté lista para la venta la nueva cosecha y –en ese momento- el precio de los granos seguirían bajando.
Muy distinto es el escenario a aquel del 2002 que tuvo como protagonista a Eduardo Duhalde, el Ministerio a cargo de Roberto Lavagna y la “Producción” del industrial José de Mendiguren. La demanda de alimentos estaba en franca subida y el valor del dólar se multiplicó por tres.
En aquel caso los “agrosalvadores” se lucieron generando liquidez para el país con unas cuantas cosechas pero hoy, y desde el fatídico 2008 el mundo está juntando las monedas para guardárselas en el bolsillo, un puesto de trabajo se cuida como oro y nadie quiere sacar los pies del plato y hundirse junto con los griegos que otrora supieron ser alumnos eficientes del FMI.
Los costos para sembrar son altos y la volatilidad del mercado impresionante, hoy la tonelada de soja está alrededor de los 320 dólares y es posible que “El Niño” con sus inundaciones mantenga el valor, pero si las lluvias no son exageradas, la caída del precio para mediados de 2016 podría ser muy importante y otra vez quedarían licuadas las “esperanzas”.
Caballo de calesita
En muchos casos los productores parecieran estar cautivos de una sistematización de su producción que permanece en el tiempo.
Es como que ocupados de protestar ante cualquier aparición del anterior gobierno, no se les haya permitido pensar en nuevas estrategias para salir adelante.
Si bien es cierto que la profunda sojización generó una especie de parálisis cerebral en las ideas y alternativas del campo, resulta a todas luces necesario desempolvar la caculadora y recomenzar con las cuentas, sacando fina punta al lápiz y apreciando las nuevas oportunidades.
La siembra está encima, pero no se puede desechar ningún minuto ya que todo tiempo es válido para sumar porotos a las alicaídas arcas.
Tanto las organizaciones como los agricultores y ganaderos, deben dejar de lado la euforia mediática y comenzar a estudiar puntillosamente cada caso, no olviden que así como se anunció el fin de las retenciones, el Presidente aprovechó para advertir que irá con una bolsa grande para cobrar impuestos y que “poniendo estará la gansa”.
El sector agropecuario entonces, debe comenzar a recuperar su dinámica en lo técnico sin dejarse llenar la cabina del tractor de globos de colores.
Cultivos casi desechados por las retenciones como el maíz y prácticas de otros tiempos como la ganadería, presentan nuevas alternativas, lo que más se requiere hoy por hoy en el ámbito rural es materia gris y se trata de un producto local que no estaba afectado por el cierre de importaciones.
Será menester que intendentes y gobernadores participen activamente con trabajo, con ideas y reclamando sus debidos ingresos al Estado Nacional y utilizándolos en infraestructura productiva.
Se siguen elaborando fabulosos diagnósticos, tantos como para luego dejarlos amontonados en un cajón esperando que las soluciones las traigan otros o nunca lleguen.
La parálisis de la producción de una localidad que por lo general se nutre del empleo del Estado y del agro, corre serio riesgo de empobrecerse aún más cuando una pata le falta. El trabajo mancomunado es no sólo indispensable sino obligado, unos se ocuparán de lo privado y los otros de lo público, sin mezclar hacienda, pero buscando que engorde.
(*) Periodista. Escribió: “Es el Campo Estúpido” (Ogredit – 2007) y “Del campo al camposanto” (Ed.Electrónica – 2013) – omeraglia@yahoo.com.ar
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