En el “Simposio
Fertilidad 2015”, que organizan Fertilizar
Asociación Civil y el IPNI Cono Sur, se llevó a cabo un panel referido a cómo
estamos y cómo podemos mejorar la producción de granos. En dicho espacio, Juan
Martín Brihet de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires explicó cómo, desde 2011, la entidad
comenzó a realizar el Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (ReTAA), que
se realiza cada 2 años, a campaña cerrada y que caracteriza la situación
tecnológico-productiva de la Argentina de forma periódica, sobre la base de 6
cultivos en 17 regiones agroecológicas en las que se dividió el país y creó el
concepto de Nivel Tecnológico (NT).
La
noción de NT considera tanto al manejo agronómico como al nivel de insumos
utilizado, de forma tal de identificar con un alto grado de detalle la
adopción de tecnología en nuestro país. Esto último se desarrolla en el ReTAA
para cada cultivo y cada una de las regiones, categorizado en tres niveles
distintos –alto, medio y bajo–, que refleja el grado tecnológico del planteo
utilizado, cada uno con una estructura de más de 60 variables que abarcan desde
el tipo de labranza y la semilla utilizada a la siembra, hasta la fertilización,
rotación y el manejo de fitosanitarios.
En este marco, si se analiza la nutrición
de cultivos y reposición de nutrientes, Brihet sostuvo que en el ciclo 2012/13,
si se analiza el balance de nutrientes en nuestro país en base a datos del
ReTAA para la campaña 2012/13, el resultado devuelve una reposición del 54% en
P, del 25% en N y del 28% en S. Estos valores responden al análisis puntual de
los cuatro principales cultivos de grano, bajo el modelo de “caja negra”,
utilizando el balance entre los nutrientes extraídos en el grano cosechado y
los repuestos al suelo por fertilización durante el ciclo del cultivo.
Por otro lado, esto también responde al tipo de cultivo que se
analice: para el ciclo 2012/13, del total de fertilizantes nitrogenados, el 54%
se aplicó en maíz, mientras que el 22% y 19% fueron para trigo y cebada,
respectivamente. Es para destacar que tres de los seis cultivos relevados
concentran el 95% de la aplicación de productos nitrogenados, siendo todos
ellos cereales. Respecto de la aplicación de P, el panorama cambia y el mayor
porcentaje se observó en soja, con un 48% de aplicación del total de productos
fosforados. Luego se ubicó el maíz con el 27% en este rubro, y detrás el trigo
y la cebada, ambos con valores alrededor del 10% sobre el total aplicado. Sin
embargo, las dosis de P es baja en todos los cultivos y aún tiene mucho por
crecer.
Brechas de rendimiento de
trigo, soja y maíz
Por
su parte, el Ing. Agr. Fernando Aramburu Merlos, del CONICET y la Unidad
Integrada INTA – Facultad de Ciencia Agrarias (FCA) de Balcarce, destacó que
investigadores de la Universidad de Nebraska (Estados Unidos) y Wageningen
(Países Bajos), liderados por los Dres. Kenneth Cassman y Martin van Ittersum,
están desarrollando un esfuerzo internacional para crear un Atlas Mundial de
Brechas de Rendimiento. Se trata de un avanzado sistema de modelación de
cultivos y mapeo agroclimático usado para cuantificar cuánto alimento adicional
puede ser producido al reducir las brechas entre el rendimiento promedio
logrado por los productores y el rendimiento potencial que se define a partir
del clima, genotipo y suelo para condiciones de secano.
A través de su sitio web
(www.yieldgap.org), el Atlas provee el primer mapa global interactivo de
rendimientos potenciales y brechas de rendimientos para los principales
cultivos, basado en un protocolo transparente, replicable y conocimiento
agronómico. En este sentido, Aramburu
Merlos precisó que “el rendimiento
potencial está determinado por la
radiación, la temperatura, la oferta de agua, el genotipo, la fecha de siembra
y la densidad de plantas, mientras que el logrado por los productores está
limitado por la influencia de la pobre
nutrición de los cultivos, así como por la incidencia de enfermedades, insectos
y malezas, entre otros factores adversos”.
Producción potencial argentina de soja, trigo y maíz
Los resultados del análisis
de brechas de rendimiento en Argentina están disponibles en el sitio web www.yieldgap.org,
y muestran variaciones sustanciales de rendimiento potencial entre distintas
localidades Los rendimientos alcanzables para Argentina, en secano, fueron,
respectivamente de 3,9, 5,2 y 11,6 ton/ha para soja, trigo y maíz, siendo las
brechas de rendimiento de 1,2, 2,2 y 4,8 ton/ha para cada uno de esos cultivos,
respectivamente. La brecha de rendimiento fue considerablemente menor en soja
(31%), que en trigo y maíz (41%), esta diferencia se dio en todas las regiones.
Aramburu
Merlos destacó que “nuestro análisis ha
demostrado que la Argentina tiene un gran potencial para el aumento de la
producción agrícola mediante el cierre de las brechas de rendimiento
existentes, ya que los rendimientos reales son significativamente más bajos que
el rendimiento alcanzable”.
Manejo nutricional
eficiente para maximizar la producción
Continuando
con el Panel, el Dr. Gabriel Espósito -de la Facultad de Agronomía y
Veterinaria de la UNRC- enfocó su visión sobre el manejo nutricional eficiente
para maximizar la producción de los cultivos.
En
ese marco, Espósito compartió con los asistentes los resultados logrados tras
comparar el rendimiento de la producción potencial de maíz en Río Cuarto
(medida en un campo experimenta a cargo de personal de la Facultad) y la media
alcanzada por los productores locales.
“Vemos que en el primero de los casos se
lograron 18.600 kilos de maíz, versus los 5.900 del otro estrato analizado”.
En definitiva, Espósito expresó que existe una brecha entre el potencial y la
realidad cercana a las 13 toneladas por campaña, principalmente influenciada
por la limitante agua en su región.
“Respecto
de este tema en particular, no podemos dejar de lado que en nuestro esquema de
alto potencial se lograron 21 kilos de maíz por mm de agua; contra los 9 kilos
por mm que se alcanzan en la producción local. Sin dudas tenemos mucho trabajo
por realizar. Muchas veces desperdiciamos agua, luz y temperatura. El resultado
de esto es un menor ingreso de dinero”, señalo Espósito.
Además, el disertante comentó que
también existieron claras diferencias en lo que fue la inversión y el uso de
fertilización, principalmente en materia de nitrógeno, pero también de fósforo,
azufre y zinc, entre ambos casos.
“Las
variables que definen la rentabilidad de un cultivo son su rendimiento y su
precio de venta. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos avanzado por el lado
de minimizar los costos y reducir los riesgos. La clave pasará por volver a
poner a la agronomía y el análisis de los modelos agronómicos que empleamos en
el centro de la escena”, concluyó Gabriel Espósito.
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