La pregunta que hay que hacerse es si pueden los puentes verdes unir a una agricultura que ha perdido márgenes con una producción de carne ovina que tiene una rentabilidad muy interesante.
Por ahora son pocos los corderos que transitan esos puentes de pasturas que se realizan para cubrir y cuidar el suelo entre dos cultivos. Pero los llamados “puentes verdes”, surgidos a raíz de los Planes de Uso y Manejo del Suelo, pueden ser un camino para la producción de carne ovina de calidad y un complemento para una agricultura que debe buscar márgenes por todos los medios. En teoría son lo más típicamente sinérgico entre la ganadería y la agricultura.
Estas coberturas, siembra de gramíneas y/o leguminosas invernales o mezclas de las mismas, tienen por objetivo principal prevenir o reducir la erosión del suelo cuando no hay cultivos graníferos implantados. También hay varios objetivos complementarios: preservar la estructura del suelo, mejorar el almacenamiento de agua, prevenir la implantación de malezas y los nutrientes.
Pero vistos así, para muchos productores significan un costo que no genera un ingreso directo. Producir carne de manera racional, usando animales livianos que no compactan el suelo, permite cumplir los objetivos antes mencionados, pero a la vez generar un ingreso. Y con los corderos cotizando por encima de los cuatro dólares por kilo de carcasa, ese ingreso puede ser muy interesante.
Invernando corderos
“Frente a un escenario de disminución del precio de la soja, con los costos en aumento, márgenes cada vez más reducidos con puntos de equilibrio en el orden de los 2.700 kilogramos por hectárea, tener un ingreso extra en carne del orden de los US$ 400 dólares por hectárea -que son 1.000 kilos de soja- es un excelente complemento, es un lucro cesante que yo no dejaría pasar”, manifestó a El Observador Agropecuario Nicolás Uriarte, ingeniero agrónomo y productor de la zona de José Pedro Varela.
Uriarte realiza invernada de corderos desde hace 14 años. Lo hacía sobre semilleros de trébol blanco, pero en 2013 lo hizo además sobre un puente verde. El año pasado invernó 500 corderos sobre un raigrás sembrado con avión sobre un cultivo de soja, obteniendo un margen bruto de US$ 460 por hectárea. Este año repetirá la experiencia con 1.000 corderos.
El técnico es consciente de los reparos habituales a esta opción. Una mayor demanda de mano de obra, que es cada vez más escasa. Pero lo ve desde otra perspectiva. “No es que la oveja dé trabajo; lo que sucede es que uno pasa trabajo por hacer las cosas mal”, comentó Uriarte.
El productor opinó que el ovino puede ser muy importante para fidelizar la mano de obra. “La actividad con ovinos en alta carga es algo muy artesanal y tener gente que le meta cariño al tema es muy importante. Y para esto hay que vincularla con la productividad del negocio. Por ejemplo, un premio por cordero gordo -por resultado- en su justa medida.
Otro de los desafíos de la producción ovina es la sanidad. “Es clave en el ovino, y más en altas cargas”, expresó. “La parte de endoparásitos, con tomas de última generación que no tengan resistencia, es manejable”, dijo Uriarte. Los ectoparásitos, sarna y piojos son complicados. Las ivermectinas disimulan su presencia, pero con frecuencia quien compra lotes que parece que están libres de este problema terminan generado sorpresas desagradables.
Esto tiene consecuencias comerciales: la detección de sarna implica quedar 60 días sin poder embarcar, tener que bañar o sino usar productos de alto costo y, sobre todo, lo más grave es el estrés que genera a nivel laboral porque hay que manejarlo con los vecinos, queda en los alambrados y hay una cantidad de meses en que la majada de la estancia que está afuera del circuito de invernada puede verse afectada porque se contagia”.
“Son pormenores que hay que saberlos antes de meterse y que yo creo que a nivel político están un poco abandonados. El negocio es rentable”, afirmó el productor, que hace 14 años que lo lleva adelante, pero tiene algunos puntos críticos como todo negocio. Opinó que desde que se suspendió el baño obligatorio de lanares para sarna y piojos, la situación se ha descontrolado. Es consciente que “agregarle al criador de ovinos -que quedan pocos y cada vez menos- la obligación de bañar es una complicación”, pero aseguró que debe ser tenido en cuenta en el precio de venta de los corderos para invernar. “Yo, como invernador, prefiero pagar dos o tres dólares más por un cordero sano, limpio y saneado que llevarme una sorpresa”.
Escasez de corderos
Un problema que mencionan persistentemente los invernadores es la escasez de corderos para comprar. Según Uriarte, el negocio va a ser interesante para todos cuando los criadores reciban persistentemente un buen precio por sus corderos, “porque ahí es donde está cayendo el stock. El problema de este negocio es que no hay corderos y, para que haya, el criador tiene que recibir US$ 40 a US$ 50 por animal para que le sirva”.
“Para aumentar la demanda, debe ingresar gente nueva que se sume a invernar corderos. Los inversores de fuera del sector buscan la rentabilidad, las cosas eficientes, y donde se coman estos garrones de un rubro que está desprolijo desde el punto de vista sanitario, lo abandonan”, opinó el profesional. “Si Uruguay quiere jugar en la cancha grande de la ovinocultura tiene que ponerle más fuerza al tema, gente preparada hay de sobra. El Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) puede asesorar perfectamente en eso; ahora es un tema político”.
“Pongamos foco en por qué baja el stock y ahí hay que mirar a los productores comerciales de ovinos. Los cabañeros no van a dejar nunca porque les gusta, pero el punto es el hombre que tiene 150 vacas de cría y 300 ovejas, y que un día dice ‘voy a tener 200 vacas de cría y saco todas las ovejas’. A ese tipo hay que ayudarlo dándole un mejor precio del cordero. ¿Y cómo se logra? Cuando haya más demanda por los corderos. Y esto va a pasar cuando los corderos valgan y dejen de ser un lío”, opinó Uriarte.
El técnico resaltó la importancia que tiene la producción invernal de forraje de los puentes verdes en una zona donde la misma es netamente estival, sin descuidar el suelo para el siguiente cultivo. Declaró que “hay que hacer una ingeniería fina de manejar el pastoreo con criterio agrícola, que no sea algo para destrozar, que sea para sumar, y eso le da sustentabilidad al sistema. En Uruguay, y sobre todo en el este del país, el sistema agrícola ganadero es realmente sustentable, no así el ganadero puro”.
Uriarte agregó que “los suelos en la zona este del país son marginales; en verano se resecan y en invierno se llenan de agua, lo que hace que el trigo sea inviable. Las propuestas de agricultura continua están desapareciendo, de hecho los argentinos se están yendo. El puente verde acá, debería ser complementado por una ganadería muy precisa que no lo afecte, para hacer sostenible el sistema. Si no, se va a ir la soja debido a que no cierra y nos vamos a quedar sin el puente verde y sin la soja”.
El productor concluyó que es necesario buscar “una complementación sabia y en ella el ovino tiene un papel, una hermosa oportunidad ahí porque en el este hay ovinos, hay gente que sabe manejarlos. Capitalizar toda esta cultura ovejera que hay asociándola a una agricultura adaptada a la región. No querer imponer un sistema a prepo, donde no hay potencial de suelos para hacerlo y la ganadería está necesitando esa comida”.
En INIA Treinta y Tres se está desarrollando investigación sobre la productividad de diferentes especies para los puentes verdes y se han visto muy buenos resultados.
Despiece
Se puede pastorear sin compactar
“El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) está interesado en evaluar cómo producen las forrajeras nuestras en ese período de tiempo y en una segunda etapa del trabajo el efecto del pastoreo sobre la compactación del suelo -que es una cosa importantísima”, recordó a El Observador Agropecuario el productor Nicolás Uriarte.
Los resultados preliminares “vienen siendo a favor de pastorear. Viene dando que no hay diferencias significativas importantes”, agregó Uriarte, y remarcó que “de hecho a nivel comercial, sin evaluación científica ni estadística, tenemos puentes verdes pastoreados y llegado el momento las diferencias no existen. Esto se explica por el bajo potencial de los suelos, si hay una seca, si fue pastoreado o no, le pasa la factura a la soja igual”.
“La seguridad del productor –ya que el nuevo empresario agrícola en el este es muchas veces el dueño del campo, no el argentino que estaba hace 10 años– está en poder hacer caja con la producción de carne, lo demás es un puede ser”, manifestó el profesional. “Quedó un cierto ‘know how’ que el dueño de casa lo fue adaptando, se fue El Tejar ahora lo voy a hacer yo y ese tipo tiene vacas y ovejas. Una cosa que pasa –que es medio extrema– es que mucha gente hace la soja hoy en día en el Este para disfrutar el puente verde. Entra más rápido la soja por el impacto que puede tener en la ganadería el puente verde. El hecho de no pastorearlo “es una ganancia hundida que queda que no la recoge nadie”, declaró.
“Es muy difícil que una empresa agrícola pura compre 1.000 corderos y los maneje bien, porque va a salir mal –debido a que no tienen gente comprometida ni áreas donde sacar los animales si hay barro– y van a desprestigiar la actividad. Usar un puente verde con criterio de no afectar la agricultura es para el dueño de casa. Es el nuevo actor. O podría ser el dueño de casa asociado con un agricultor para el uso del mismo. Un agricultor que le fue mal el año pasado, que quedó medio malherido, ¿va a renunciar a hacer 400 dólares con carne ovina? La gran ventaja que tiene el cordero es que el ciclo termina en ese tiempo. El engorde es en los 4 meses”.
Otro aspecto importante que mencionó Uriarte es que el raigrás está generando resistencia al glifosato en los puentes verdes no pastoreados, lo que obliga a la realización de dos aplicaciones de herbicida. “Sumado a esto está la complicación de trabajar con la máquina de siembra directa sobre un pastal impresionante, es complicado”, concluyó.
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