Cuatro años después de su prohibición, los transgénicos han vuelto al debate en Ecuador. La Constitución aprobada en 2008 declaró al país “libre de cultivos y semillas transgénicas”.
Para César Paz y Miño, decano del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de Las Américas (UDLA) de Quito, la prohibición de semillas genéticamente modificadas representa un límite negativo para la ciencia.
“Prohibimos lo que podría ser un instrumento de desarrollo”, sostiene.
Agroecologistas como Javier Carrera, vocero de la Red de Guardianes de Semillas -una ONG que promueve ese tipo de agricultura- plantean que Ecuador debe mantenerse libre de transgénicos para preservar su diversidad agrícola.
“Sería muy peligroso que se permita el uso de estas semillas”, sostiene Carrera, y explica que el país es originario “de más de 35 especies de sembradíos, lo que le convierte en un banco genético de la humanidad”, el cual quedaría expuesto a una “contaminación”.
Roberto Gortaire, miembro de la Conferencia Plurinacional e Intercultural de Soberanía Alimentaria (Copisa), un movimiento ciudadano que fomenta la agroindustria ecológica, cree que muchos de los supuestos beneficios de los transgénicos son por ahora mitos.
“En Ecuador hay alrededor de 15.000 fincas que han adoptado el sistema agroecológico para sus cultivos y más de 120 iniciativas comerciales que están colocando sus productos en el mercado”, destaca Gortaire, y agrega que este tipo de sembradíos tiene índices de rendimiento “más altos que la media”.
No hay pruebas de que en Ecuador haya cultivos transgénicos, ni siquiera antes de la proscripción, dijo Elizabeth Bravo, miembro de la ONG Acción Ecológica, en el marco de un foro que acaba de debatir el tema.
Para el activista de Copisa, “ciertos sectores académicos están interesados en que Ecuador no sea libre de transgénicos por la ganancia económica que implicaría para ellos”.
Esas siembras utilizan semillas que han sido genéticamente modificadas a través de la biotecnología -a diferencia de semillas comunes que adquieren genes a través de la polinización- y la principal parte corresponde a maíz y soya.
Pese a que en el país está prohibido el cultivo y la producción de semillas transgénicas, se permite la importación de productos que las contienen.
De hecho, según Gortaire, la mayoría de animales que consumen los ecuatorianos se alimenta con comida importada hecha a base de soya o maíz genéticamente modificada.
Paz y Miño cuestiona esta situación. “Están diciendo no a las semillas, pero sí a los productos. ¿Acaso estos no producen los mismos daños?”.
Carrera y Gortaire advierten de posibles efectos negativos de los transgénicos en la salud humana como alergias, abortos espontáneos y problemas intestinales.
Pero Paz y Miño enfatiza que “no hay evidencias contundentes de que consumir este tipo de alimentos sea nocivo para la vida”.
Los transgénicos ganan cada vez más terreno en Sudamérica, donde Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Uruguay los permiten y solo Venezuela, Perú y Ecuador los prohíben.
Paz y Miño opina que, al mantenerle libre de transgénicos, Ecuador pierde competitividad frente a sus vecinos. “La región se está inclinando hacia el uso de transgénicos y van a aprovechar. Su producción y ganancias aumentan”, sostiene.
Fuente: AFP
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