Peras y manzanas en jaque
Después de 5/6 años de caída continua de la rentabilidad debido al incremento sostenido en los costos, el panorama que presenta la producción de peras y manzanas en el Alto Valle es incierto.
Si bien, hasta ahora, los volúmenes anuales se fueron manteniendo más o menos estables, en alrededor de 1,5-1,7 millón de toneladas entre ambas especies, aparentemente sólo afectados por el clima y por el «añerismo» (condición propia de este tipo de frutales que determina variaciones productivas según los años), la falta sostenida de inversiones y de renovación de las quintas amenaza con carcomer la productividad, agudizando la caída de la renta, y poniendo en marcha el círculo vicioso: menor renta = menores inversiones = menor productividad = menor renta.
Tanto es así que se destaca la falta de inversión en árboles nuevos, al punto que el año pasado apenas se habría plantado la mitad de la superficie que se ocupó en el complejo ciclo 2001, pasando de 2 millones de plantas en 2003 a menos de 500.000 en 2012.
Es de destacar que la Argentina ha ido virando su producción de manzanas a peras por la demanda internacional, muy reconocidas en el exterior y que, a pesar de todo, siguen achicando su brecha de producción respecto de la manzana que fue líder durante décadas.
Por supuesto, los elementos centrales para llegar a esta situación son los mismos que afectan hoy a cantidad de otras producciones: incremento en los costos internos y pérdida de competitividad de las exportaciones.
En el caso de estas frutas, específicamente, se dice que mientras los costos se duplicaron, los valores de la fruta subieron un 50 por ciento (lo cual es una muy buena evolución de los precios, pero no alcanzan), lo que da una idea clara del atraso que pesa sobre la actividad.
Otros indicadores del retroceso económico son más graves aún. Por ejemplo, y especialmente teniendo en cuenta que se trata de una actividad mano de obra intensiva (ítem que absorbe más del 60 por ciento del total del costo de producción), desde 2001 hasta la fecha los salarios en pesos aumentaron 10 veces, en tanto que el tipo de cambio real, o sea, menos las retenciones y sumándoles los reintegros, sólo se multiplicó por 4 en el mismo lapso.
En este sentido, operadores del mercado destacan que mientras en el pasado no existían las retenciones y los reintegros ascendían al 10 por ciento (además de recibir reembolsos por las exportaciones hechas por puertos patagónicos), ahora la situación para el tipo de cambio es con una quita del 5 por ciento por retenciones, y un descenso de los reintegros también al 5 por ciento. Pero, además, mientras el recorte es automático, la devolución de estos últimos registra demoras crecientes que, en este momento, ascenderían a unos u$s 10 millones correspondientes a exportaciones de 2012, lo que determina un desfase financiero crítico para una actividad que en este momento se encuentra sin márgenes.
Para completar el panorama, también se está registrando una fuerte suba en el estratégico transporte internacional, que ronda el 20 por ciento-25 por ciento, por un lado debido a las mayores inversiones en contenedores que deben hacer las navieras, pero también por el «flete falso» que soportan muchos cargueros que ahora, dada la restricción impuesta a las importaciones, llegan hasta la Argentina con sus bodegas vacías.
Según el especialista Javier Lojo, de Río Negro, esta conjunción se tradujo «en menores exportaciones, caída en los ingresos de divisas, derrumbe de la rentabilidad, falta de nuevas inversiones y pérdida de miles de puestos de trabajo».
De hecho, menciona que «las exportaciones argentinas (de peras y manzanas) cayeron en más de 180.000 toneladas (el año pasado)», lo que representa un recorte de al menos u$s 135 millones respecto del ciclo anterior.
Como compensación, según Marcelo Loyarte, gerente de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI) que agrupa a las empresas de este sector, la demanda interna se está manteniendo, mientras que la de ultramar está bastante firme, aunque aún no se sabe cuáles van a ser las cotizaciones para este año.
Por otra parte, Loyarte también destacó que los niveles de producción esperados (faltan pocas semanas para el inicio de la cosecha) son bastante razonables, superiores a los del año pasado, ya que casi no se registraron heladas ni granizo en esa región.
De todos modos, estas «buenas» noticias no parecen alcanzar para revertir la situación de «desinversión» y endeudamiento creciente que enfrenta la fruticultura valletana, que estaría requiriendo una urgente mejora de la competitividad por disminución de la fuerte presión fiscal, por la adecuación de los niveles del dólar, por la recuperación de los niveles de reintegros o por una conjunción de todas estas alternativas.
También se destacan los altos costos a la mano de obra (impuestos al trabajo), que absorbe todavía entre 60.000 y 70.000 personas en la región; y los de la energía, tanto eléctrica como gasoil, de las que la actividad es muy demandante.
Mientras, tanto en Brasil como en Chile las condiciones son casi diametralmente opuestas, lo que les permitió afectar a la Argentina como proveedores internacionales. Es que, por ejemplo, además de la rebaja en el costo de la electricidad que acaba de aplicar el Gobierno de la brasileña Dilma Rousseff, ambos vecinos destacan una política económica estable, igual que la búsqueda y apertura de nuevos mercados de exportación, ambos factores señalados como la clave del vigoroso crecimiento que muestran.
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