La inflación volvió a acelerarse en octubre y se acercó al 25% anual. Para las consultoras privadas fue del 1,8% y cerraría el año por encima de la del 2011. Sobre un total de 183 países, la Argentina está en lo más alto del ranking después de Sudán, Sudán del Sur y Bielorrusia y supera a Etiopía.
La inflación volvió a acelerarse en octubre y se acercó al 25% anual. Según las estimaciones privadas compiladas en el IPC-Congreso, la suba de precios promedió un 1,8% en octubre. En términos anuales, el incremento del IPC-Congreso trepó al 24,6%, el máximo registro en dos años, según un informe del Banco Ciudad.
El dato más impactante es que la inflación 2012 sigue sistemáticamente por encima de 2011, aún cuando la economía pasó del crecimiento a un virtual estancamiento. La tasa anual de inflación en octubre 2012 superó en 1.5 puntos porcentuales a la suba registrada en igual mes de 2011 (23,1%). Y, según publicó hoy el propio INDEC, el crecimiento de la economía fue apenas 0,1% anual en septiembre y levemente positivo respecto a agosto 2012 (+0,3% mensual).
Con la aceleración reciente, Argentina volvió situarse entre los cuatro países con mayor inflación del mundo. Sobre un total de 183 países, Argentina volverá a ubicarse en 2012 en lo más alto del ranking de inflación global, situándose sólo por debajo de Sudán, Sudán del Sur y Bielorrusia y superando a países como Malaui (23%), Etiopía (17%), Burundi (15%) o Yemen (14%). En un mundo en el que la inflación es un fenómeno en extinción (incluso entre las economías emergentes que lograron controlarla sin resignar crecimiento), nuestro país se mantiene por sexto año consecutivo entre las 10 naciones con mayor inflación del mundo, escalando 5 posiciones respecto de 2011.
En 2012, la inflación en Argentina supera a la de Venezuela (19%) y quintuplica a la de países vecinos como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que registran tasas de inflación en el rango del 3% al 6% anual.
La inflación sostenida está provocando distorsiones en la economía que, según se ve, resultan tanto o más gravosas que la propia inflación. El primero es el “retraso cambiario” y la consiguiente pérdida de mercados y empleos. Como resultado de la inflación, el tipo de cambio real (TCR) perforó el emblemático “1 a 1”. Es decir, la inflación acumulada desde la devaluación de 2002 ya supera la devaluación acumulada en el mismo período. Desde 2009, el TCR acumuló un deterioro de 32% y, en el transcurso del año, de casi 7%. La apreciación cambiaria está comenzando a erosionar la rentabilidad de los sectores exportadores y, en consecuencia, la creación de empleo comienza a sufrir las consecuencias.
El segundo problema es el “retraso tarifario” y la consiguiente explosión del gasto en subsidios. La política de congelamiento tarifario ha licuado en términos reales las tarifas de servicios públicos, que hoy representan (en términos reales) menos del 25% de su valor previo a la devaluación. Esto ha generado dos problemas severos: por un lado, la reaparición del déficit fiscal provocado por la expansión del gasto público en subsidios, que hoy trepa a 4 puntos del producto y amaga con crecer aún más el próximo año, a partir de una mayor demanda de energía importada. Por otro, la notable desinversión en infraestructura de transporte, energía y comunicaciones que –en combinación con la apreciación cambiaria- afecta severamente la competitividad de la economía.
Realinear el tipo de cambio y las tarifas de servicios públicos y energía sin un programa económico consistente se ha convertido, con el paso del tiempo y la acumulación de distorsiones, en un enorme desafío político de consecuencias sociales impredecibles y con riesgos inflacionarios de primer orden de importancia.