Agricultura
La revolución agrícola de China
El Gobierno chino está empeñado en conseguir el autoabastecimiento para garantizar la seguridad alimentaria del país. Las medidas están significando que los agricultores cuenten con infraestructuras y apoyo para comprar maquinarias e incorporar nuevas tecnologías que desarrollan a nivel local o traen del exterior. Los agricultores se capacitan y mejoran su nivel de vida, y China crece como potencia agrícola.
Parado al medio del campo, en las cercanías de Hailar, en Mongolia Interior, al norte de China, Yao Li Zhu mira el avance implacable de las cosechadoras sobre la cebada. Yao ha sido toda su vida agricultor, al igual que su padre, su abuelo y su bisabuelo. Hace quince años empezó en esa cooperativa privada como un “cultivador común”, comenta. Luego fue conductor; se convirtió en jefe de división, y ahora es el jefe de operaciones y tiene a cargo tres mil hectáreas y 98 personas. “Antes se cosechaba manualmente, con guadaña. Ahora contamos con las tecnologías y la maquinaria, tanto para la cosecha como para la siembra. Para mí la mecanización y la tecnología me han permitido un gran desarrollo. Me han permitido capacitarme e ir avanzando”, dice sonriendo mientras mira las siete modernas máquinas rojas y verdes, colores que las identifican con reconocidas transnacionales estadounidenses.
Yao Li Zhu es un ejemplo y el resultado de la revolución agrícola que vive China y que tiene como objetivo dotar al país de una agricultura moderna para garantizar el autoabastecimiento y la seguridad alimentaria para sus más de 1.300 millones de habitantes.
“En los últimos años se han tomado una serie de medidas para beneficiar las zonas rurales. Para ello se estableció un programa de políticas enfocadas primero a garantizar la seguridad alimentaria del país; a aumentar el ingreso de los campesinos y a elevar la competitividad de la agricultura china”, explica Xie Jianmin, subdirector de cooperación del Ministerio de Agricultura de China.
El representante estatal destaca que las medidas están teniendo efecto. Según sus números, en 2011 el volumen total de los cereales fue de 570 millones de toneladas; en carnes rojas produjeron 79 millones 500 mil toneladas; y en lácteos 38 millones 250 mil toneladas. La apuesta es a seguir creciendo. Para esto estimulan, a través de diversas acciones, incluidas en un plan quinquenal, que busca estimular la investigación agrícola y la incorporación de nuevas tecnologías que consideran desde nuevas variedades de cultivos más eficientes, hasta la concreción de proyectos que permiten, por ejemplo, producir plátanos y papayas, frutas de los climas tropicales del sur, en regiones donde en invierno las temperaturas pueden alcanzar los 50 grados bajo cero y en verano se empinan hasta sobrepasar los 40.
De hecho, el plan de fortalecimiento de las ciencias y tecnologías del agro, de acuerdo a Xie Jianmin, aumentó en 53,5% en 2011 y los cultivos con riego eficiente alcanzaron los 60 millones de ha, con un índice de mecanización en el país de 54,5%.
Dentro de esta iniciativa la apuesta del país es a desarrollar las provincias y ciudades que hasta ahora no han tenido el mismo impulso que las más cercanas a las costas -como Shanghai o Guangzhou-, donde la modernidad ha significado crecimientos económicos a un ritmo en torno al 10% anual.
Pero las zonas más alejadas como las nortinas ciudades de Manchuria o Hailar (también conocida como Hulunber) de Mongolia Interior -una de las cinco provincias autónomas del país- y Harbin, Zhaodong o Anda, de la provincia de Heilongjiang, en el límite con Rusia, no conocen aún el impacto económico positivo del turismo, el comercio ni la modernidad que viven esas zonas costeras. Y por ser áreas eminentemente agrícolas, es a donde se está produciendo un fortalecimiento que está generando un importante desarrollo en los últimos años.
De todas formas, la tarea de autoabastecerse que se ha impuesto el gobierno chino no es fácil. A pesar de lo grande que es la nación, es una de las con menor tasa de tierras cultivables: un total de 121.716 millones de hectáreas aptas dejan un promedio de 0,03 hectáreas por persona. También cuentan con recursos hídricos bajísimos, lo que implica que deben optimizar el uso del agua y, de paso, invertir en acumularla (lo que vienen haciendo desde 1949, con una construcción de cerca de 80 mil presas y embalses de todos los tamaños).
Por lo anterior, sumado a una población que es la mayor del mundo y que, por lo mismo, por más políticas de control de natalidad que impongan sigue aumentando, para las autoridades del país se ha vuelto prioritario que la tierra entregue el máximo -por ello se premia a las zonas productoras de cereales, por ejemplo-, pero dado que la tierra es demasiado escasa y que en algunas zonas ya ha presentado problemas de erosión, se empuja la producción con el mínimo de agroquímicos, con control natural de plagas, y utilizando sistemas que permitan hacer más eficiente el uso del agua.
Es lo que, por ejemplo, hacen los productores de la cooperativa de Anda Runda, en la provincia de Heloingiang, que tienen 200 hectáreas de maíz -de alto rendimiento, dice la encargada Li Shuxia-, sembradas en camellones protegidos con mulch plástico y con riego por goteo. O en la empresa de agricultura moderna del poblado de Wuliming, que tiene 5 cooperativas dedicadas al maíz, donde trabajan con estaciones climatológicas que les dan pautas de cuándo regar, para lo que tienen un pozo cada 20 ha; y con aparatos de control de plagas cada 50 metros, que atraen con luces a los insectos y los queman con calor, explica el vicealcalde Li Cheng.
También parte de las iniciativas que se toman desde el gobierno central, como plantea Xie Jianmin, es “el intercambio y la cooperación con los otros países del mundo en agricultura”.
Destaca que en los próximos cinco años la agricultura representará el 10% del intercambio bilateral entre China y América Latina, que a esta zona del planeta irá el 20% del comercio agrícola de China, y que espera que en ese período alcance a los US$ 40 mil millones, a lo que buscan sumar un aumento importante en el intercambio de técnicos y expertos agrícolas.
Precisamente por ello el Gobierno chino invitó a Revista del Campo, además de periodistas de Argentina, México y de la agencia española EFE, a conocer qué está ocurriendo con el agro del país, especialmente en la zona considerada el corazón cerealero de China.
El objetivo, indican las distintas autoridades regionales, es mostrar lo que hacen, e “invitar a que vengan, como socios ojalá, pues ello significa, además de recursos, conocimientos, y eso implica modernidad”.
Praderas y granos, pero lento desarrollo
Olor a pasto y oscuridad recibe a los pasajeros que salen del aeropuerto en Manzhouli (Manchuria), en Mongolia Interior, la principal puerta de ingreso vía ferrocarril de materias primas rusas -carbón y madera- a China (que luego devuelven convertidas en artículos de uso diario hacia el país vecino) y que representa el 60% del comercio entre los dos países.
En las cercanías de la ciudad hay un gigantesco parque industrial donde Yilipa Fruits, empresa fundada en 2003 por Li Zheng, junto con su mujer Yu Hong, cuenta con un packing y acopio con 12 cámaras de frío, lo que les permite exportar frutas (manzanas, peras, naranjas y duraznos) y hortalizas a Rusia. Hoy envían del orden de 50 mil toneladas de productos que traen desde toda China y que llevan en camiones -tiene 50 con patentes rusas, de un total de 190- principalmente a Moscú y San Petesburgo; sus trabajadores ganan entre US$ 500 y US$ 850, según la función y el cargo.
Una de las características de los estímulos en que está empeñado el gobierno es la inversión en infraestructura, no sólo caminos, sino en la instalación de parques industriales que permiten que nuevas empresas encuentren un lugar donde instalarse. También financia infraestructuras específicas para que comunidades de agricultores mejoren sus estándares productivos.
Basta alejarse un poco de Manchuria para descubrir que Mongolia Interior es una tierra de praderas interminables, en las que los mongoles, por tradición nómades, poco a poco se han instalado. En sus 1.180.000 kilómetros cuadrados tiene más de 6,5 millones de hectáreas de tierras cultivables, más de 20 millones de ha de bosques y 86 millones de ha de praderas. Esas praderas generan el pasto para las vacas -lecheras y de carne- y los ovinos que generan carnes, leche y lana -e ingresos- a los mongoles. Cuando ya se aproxima el final de verano lucen enormes rollos de pasto con el que alimentarán al ganado cuando en el invierno, el frío y la nieve no dejen que nada crezca.
Qi Muga es funcionaria de la aldea Bai yin wula (Montaña Fértil) y jefa de producción lechera de la cooperativa no estatal que formaron ocho familias en 2007 y que partió con 35 vacas. Hoy poseen 186, de las cuales 100 son de alto rendimiento: cada una entrega entre 35 y 50 kilos de leche líquida (un kilo equivale a 1,3 litros).
Las ordeñan con unas máquinas eléctricas portátiles que tienen en la sala de ordeña construida con apoyo del gobierno, en la misma donde meten los animales en invierno, cuando la temperatura llega a menos 30 grados. “En los últimos años tenemos acceso a la electricidad, a carreteras, a agua potable en el grifo y a teléfonos. El problema principal es el agua para los animales”, dice mirando una vaca que lame una llave.
La leche la acumulan en tarros de latón y es recogida dos veces al día por la empresa que la compra. “Se le vende al que ofrece el mejor precio”, comenta. Por estos días reciben del orden de 1,35 yuanes por el litro (US$ 0,22). Una bolsa de 220 cc en el supermercado cuesta US$ 0,22.
Los pastores mongoles mantienen su apego ancestral a los caballos, pero también se han vuelto permeables a la modernidad. Vestido con una túnica azul, Tukur controla sus animales con unos largavista. Se sube a su motocicleta. “Es más eficiente”, dice. Precisamente es a este tipo de productores, que poco a poco se “mecanizan”, a los que apuntan parte de las estrategias, dicen en el Gobierno.
De hecho, los productores, tanto los de Bai yin wula como los de las cercanías de Hailar, reconocen que tienen un mejor nivel de vida que hace algunos años y en sus formas de pago ya incorporan los sistemas occidentales.
“Lo que se gana está compuesto de dos partes. Primero tenemos un sueldo básico, pero a ello se suma un sueldo por rendimientos”, explica Yao Li Zhu, en la zona cerealera.
Eso significa que con una buena cosecha, un trabajador recibirá del orden de US$ 8.500 al año.
“Aunque claro que eso depende del trabajo que realice cada uno, pero todos los trabajadores tienen acceso a la capacitación. Los expertos que invitamos y también los que nos venden las maquinarias nos capacitan”, comenta Yao.
Algo parecido ocurre con la leche del poblado mongol.
“Cada uno gana según como trabaja y según la cantidad de praderas que aporte”, dice Qi Muga.
En 2011 Mongolia Interior tuvo una producción total de cereales cercana a los 24 mil millones de kilos, los que se distribuyen en toda China. Anualmente generan, además, 2 millones 400 mil ton de carne de bovino y de ovino; además de 100 millones de ton de lana y cerca de 9 millones de ton de leche. Quieren mejorar la producción cerealera. Pero no sólo desde el campo. Invierten en desarrollar infraestructura que permita distribuir los granos y, así incentivar también el crecimiento de la ganadería.
“En los últimos 30 años hemos podido compaginar el desarrollo agrícola, ganadero y la industrialización. Buscamos sentar bien las bases como zona de producción de cereales y de la ganadería, pero siempre protegiendo los recursos naturales y de la tierra, porque son fundamentales para avanzar”, comenta Bai Yugang, director de la oficina de información de Mongolia Interior.
En su afán por mejorar la competitividad y eficiencia de la agricultura china, el gobierno ha creado laboratorios -como la granja de Hailar- donde instalan maquinarias para analizar suelos, calidad de las aguas, eficiencia de los distintas semillas, y a partir de ello entregar directrices de qué hacer en cada zona.
Y a nivel central la Academia China de Agricultura investiga y desarrolla variedades específicas para las condiciones productoras de cada zona, así como fórmulas que permitan devolver al agro a cerca de 40 millones de mus de tierras marginales (1 há equivale a 15 mus).
40 kilómetros de parque industrial
Aún así, por ser una zona que viene de tribus nómades y donde el agua escasea, el desarrollo de Mongolia Interior se percibe como más lento que en la vecina provincia de Heilongjiang. Para esta zona, el agro es clave en sus ingresos, pero también se percibe una mayor industrialización y modernidad. En la zona están parte de las instalaciones del grupo Beingmate (una de las 500 empresas más importantes de China, y abierta a la bolsa), Yili y la cooperativa estatal Beidahuan están en ciudades de esta provincia.
El rápido proceso de urbanización que vive China alcanza también a las provincias norteñas. Al igual que en el resto del país, allí las grúas levantan gigantescos parques de viviendas en pocos meses. No es raro que en las cercanías se hayan levantado incluso las fábricas de cemento, para minimizar tiempos de traslados. El impulso que viene desde el gobierno central se encuentra con gobiernos locales que los aplican con eficiencia.
Así, por ejemplo, la ciudad de Zhaodong se ha convertido en una unidad de avanzada de producción de alimentos y zona de demostración nacional de agricultura moderna, donde el maíz y la leche están entre sus principales productos. Algo similar es lo que ocurre con la vecina ciudad de Anda, donde se termina de construir un parque industrial de 40 kilómetros cuadrados.
En la zona está el parque de agricultura moderna Beidahuan, donde una cooperativa estatal tiene gigantescos invernaderos donde se producen especies de todo el resto de China, como ocho variedades distintas de plátanos; o diversas especies de papayas, además de papas hidropónicas que cuelgan de entramados en el techo, hierbas medicinales y aromáticas y diversas plantas ornamentales, que incluso se utilizaron en los juegos olímpicos. Dadas las condiciones climáticas extremas de la zona, han desarrollado sistemas de calefacción y enfriamiento, que les permiten producir cuando las temperaturas caen por debajo de los 30 grados bajo cero. Las cosechas se venden a los habitantes locales que no sólo vienen de compras y a aprender, sino que incluso encuentran en el interior, lugares especiales para casarse o sacarse fotos el día del matrimonio.
Además de la inversión en infraestructura, el estado chino estimula el desarrollo local con subsidios para la compra de maquinarias y para la aplicación de nuevas tecnologías. Buscan, como dice Xie Jianmin, que se eleve el nivel de la agricultura y que en el próximo lustro se cuente con una agricultura tecnificada para conseguir una sociedad acomodada.
En uno de los nuevos parques industriales está la cooperativa Anda Runda, integrada por 560 campesinos que poseen 66 modernas máquinas de marcas transnacionales y chinas, con las que dan servicios de labranza y cosecha a los 3 mil habitantes (unas mil familias) del poblado de ZongBen, que son dueños de cerca de 6 mil ha. Li Shuxia, encargada de Anda Runda explica que para los accionistas los servicios son gratis y a los demás se les cobra US$ 10 por mu de cosecha. Cualquiera puede asociarse, aportando su tierra.
En el mismo parque industrial, TMR posee 46 mil metros cuadrados -más una pradera de 89 mil metros cuadrados- donde tiene 1.425 vacas, además de una sala de ordeña con tecnología israelí de punta con la que ordeñan 40 vacas por línea, con un rendimiento promedio de 8,3 toneladas anuales por vaca, leche que entregan a Beingmate, una industria procesadora que distribuye leche en China y el exterior.
“Actualmente estamos recibiendo del orden de 3,5 yuanes (US$ 0,60) por kilo, pero dependiendo de la calidad”, dice el director Wang Zhao Jun.
En Wuliming el ingreso per cápita de los agricultores pasó de US$ 750 a casi US$ 1.700, y el rendimiento de un mu de maíz saltó de 700 a mil kilos.
La tecnología la aplican en el manejo animal. “Damos alimentación diferenciada según el grupo, edad, peso y nivel de producción de la vaca. Lo que buscamos es que viva feliz y coma más”, dice Wang.
En tanto, en las cercanías de Hailar, en Mongolia Interior, aún en el medio del campo de cebada, Yao Li Zhu cuenta que trabaja, al igual que la mayoría de sus trabajadores, entre ocho y 10 horas diarias, y que puede capacitarse permanentemente con la ayuda del Estado y de las empresas que venden sus maquinarias. La sorpresa reemplaza a la sonrisa ante la pregunta de cómo se informa de las nuevas tendencias globales en el agro. “En internet”, dice con un gesto como preguntando de vuelta ¿dónde más?”.
Esperan que en 5 años América Latina concentre el 20% del comercio agrícola chino.
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