Aunque la carne de cerdo es la más producida y consumida en todo el mundo, en el país de las vacas que pastan en las pampas permanece aún relegada, si bien en los últimos tiempos ha venido evolucionando de manera acelerada: en 2015 cerró con una suba productiva de casi 10% motorizada por un salto semejante en el consumo. La brecha entre la ingesta de vacunos y porcinos se achica como consecuencia de la crisis de la ganadería más tradicional (que perdió casi 20% de su stock la década pasada) y del continuo crecimiento de la oferta de cortes de cerdo. El posicionamiento en Argentina de la multinacional brasileña BRF, propietaria de Sadia, entre otras marcas, se expande con plantas integradas como las de Campo Austral y Calchaquí y abre de este modo una doble vía de comercio intrarregional que incide en el precio interno para los productores, en su gran mayoría pymes, que encuentra en el valor de las cortes congelados importados, tanto de Brasil como de Dinamarca, un entretecho que los aplasta contra sus costos internos en ascenso por el ajuste económico.
Fuego cruzado se abate sobre el hasta hace poco tiempo ascendente mercado del cerdo, cuya producción ha venido creciendo en los últimos años gracias a los nuevos hábitos alimenticios de los argentinos, que no sólo mantienen un elevado consumo de fiambres y embutidos, sino que han venido incorporando a la dieta cortes frescos de porcinos.
El consumo per cápita de esa carne se ubicó en 2015 en el récord de 11,33 kilos, 10,65% por encima de los niveles del año anterior, cuando en 2005, ese mismo indicador llegaba a solo 6,22 kilos. Es decir que casi se duplicó en apenas una década.
Un informe de la consultora IES añadió que esta mayor preferencia por el cerdo la explica, en buena medida, el precio competitivo que tiene frente a las otras carnes: en el acumulado a diciembre de 2015, el pechito de cerdo subió 27,3% interanual, bastante menos que los incrementos registrados en la carne de vacuno o el pollo.
Sin embargo, este año trajo muchos cambios que el sector no ha terminado de digerir, como por ejemplo que se dispararan los costos. La Federación Agraria recordó que “hubo quita de retenciones al maíz, suba de tarifas eléctricas y del gas, y aumentó el gasoil. Por este camino, centenares de chacareros que se dedican a la producción chanchera van a tener que abandonar la actividad en poco tiempo”, advirtió.
Así, la carne que el productor está compelido a venderle en pie a los frigoríficos a $17 llega a las góndolas a $80/$100. Y debe acatar semejante diferencia porque la cadena comercial tiene acceso a carne importada que sobra en Brasil y en Dinamarca y le impone el magro precio.
Llueven las denuncias sobre el ingreso desde esos países de carré y bondiola congelados, los que, luego de descongelados, son ofrecidos como carne fresca en cadenas de supermercados.
La Asociación Argentina de Productores Porcinos constató, por ejemplo, en un supermercado de La Anónima en Venado Tuerto, que se vende carré de cerdo descongelado y cortado con una advertencia que indica no volver a congelar, al haberse interrumpido la cadena de frío.
¿Integración industrial o trading?
En ese sentido, las radicaciones industriales desde países que también son productores funcionan como traders. Así sucedió con los 18 frigoríficos daneses, controlados en su mayoría por la corporación Danish Crown, que habían sido habilitados por las autoridades sanitarias argentinas para exportar carne porcina al mercado local.
Esa práctica de intercambio entre filiales regionales, que tiene su propia compensación de divisas, va columpiando la balanza comercial de las grandes compañías del sector hacia uno u otro platillo en función de los altibajos cambiarios y de precios internos.
Se dan casos como el de la alimenticia líder brasileña BRF (propietaria de las marcas Sadia, Paty, Dánica, Perdigao, Qualy, Vieníssima, GoodMark, Delicia y Manty), que concluye la compra de Campo Austral, una de las mayores productoras de carne de cerdo, exportadora de aves y porcinos presencia en 120 países. Y lo mismo concreta la adquisición de la elaboradora de fiambres Bolcatti, Calchaquí, mientras en la ex Avex tomó posesión y despidió a 120 operarios, aunque luego reincorporó a 10 y pasó a planta permanente de la multinacional a 60 de los 120 trabajadores que dependían de Adecco, la seleccionadora de personal.
La actividad que falta este año en las plantas faenadoras del país sobra en el ir y venir a través de las fronteras.La importación de carne porcina aumentó en volumen un 110% en el primer cuatrimestre con respecto al mismo periodo de 2015. Ingresaron 7.376 toneladas por 21 millones de dólares, según informó la consultora de Investigaciones Económicas Sectoriales (IES).
De todos modos, en ese mismo informe, se aclara que esas compras en el exterior tienen “una menor participación en el consumo interno con relación a años atrás”.
Según consigna, “en 2011, la participación del producto importado en el consumo llegó al 13,2%, en 2012 al 7%, en 2013 al 3,3%, en 2014 al 1,9%, en 2015 llego al 2,5%”. Para los 4 primeros meses de 2016, el porcentaje representó 4,3%.
Queda claro cómo conciben el negocio regional las multinacionales, con sólo prestar atención al speach que le hicieron los ejecutivos de BRF al presidente Mauricio Macri cuando le comunicaron los planes de expansión de la firma y que traerán en total US$ 292 millones en 2016 para finalizar las adquisiciones de productora de cerdos y de chacinados, Campo Austral y de Calchaquí, así como para expandir y modernizar las líneas de producción de otras unidades.
“Estamos convencidos de que el camino para los próximos años es optimizar el libre comercio de bienes y servicios entre los miembros del Mercosur y otros socios comerciales, por lo que Brasil y Argentina son una plataforma de exportación para el mundo”, le explicó Pedro Faria, CEO Global de BRF.
“Estos proyectos dan prioridad a la producción de artículos de mayor valor agregado, reafirmando nuestro compromiso con el crecimiento económico en Argentina. Queremos que los consumidores se acerquen cada vez más nuestros productos, por lo que están creando una cadena de valor completa, desde el campo hasta en la mesa”, señaló Jorge Lima, CEO de BRF para América Latina.
“Finalmente nos estamos quedando en la Argentina, como habíamos planeado”, concluyó José Carlos Reis de Magalhaes Neto, miembro de la junta BRF.
Campo Austral, ahora en poder de BRF, es una marca de peso en fiambres, chacinados y embutidos. Su aparato productivo consta de un criadero con más de 7500 madres y genética porcina, y el frigorífico Expork, en San Andrés de Giles, que faena y desposta 32 mil cerdos mensuales, que equivalen a 3.000 toneladas de carne fresca para consumo interno y exportación. La operación contempla también la planta elaboradora de Pilar, que se dedica a la línea jamones, fiambres y congelados base cerdo.
Gambito a los productores
Los 40.000 productores que hay en la provincia de Buenos Aires, que se convierten en 400 mil personas asociadas al negocio porcino, 90% de las cuales son pequeños y medianos, padecen esta regulación de mercados que realizan los grandes frigoríficos trasnacionales y los importadores, según denunció el productorAlejandro Lamacchia.
Alertó sobre el particular que “lo único que se logra con esta medida de importar carne de cerdo de otros países es beneficiar a unos pocos y dejar sin fuente de trabajo a muchas familias, sobre todo al pequeño y mediano productor porcino, que no puede competir de igual a igual”. Pero también acerca del riesgo de introducir en nuestro país enfermedades en los cerdos, como el PRRS y otras exóticas, en los cortes frescos y/o congelados que se importan de Brasil o Dinamarca como ya se ve en las góndolas, lo cual provocaría un devastador impacto económico para el sector. En el 2013 Chile tuvo un brote de enfermedad por la importación de carne con virus que lo afectó seriamente, recuerdan.
Argentina alcanzó “status sanitario de privilegio a nivel mundial”, producto de muchísimo trabajo del sector ganadero porcino, lo cual sitúa al país en una “condición ideal para exportar”.
La Federación Agraria Argentina aportó un marco institucional a la denuncia de los productores de cerdos concentrados en el ingreso al puente Rosario-Victoria de que su situación es “de exterminio”, debido a “la baja del consumo, la importación de chacinados y de carne congelada de Brasil y de Dinamarca, y el aumento de los costos de alimentación y de la energía”.
Para salir del brete, reclamaban al gobierno la suspensión inmediata de las importaciones, así como la aplicación de una compensación de $3 por kilo de capón y de $5 por kilo de lechón que envíen al mercado, en un sistema semejante al que rige para los tamberos.
Además, desde la FAA se planteó la necesidad de contar con un programa estatal que promueva el consumo de carne de cerdo (en rigor, viene creciendo en los últimos años y ya se ubica en torno a 13 kilos anuales por habitante), y la puesta en marcha de un Plan Nacional Porcino que otorgue “previsibilidad y rentabilidad” a la actividad.
De acuerdo con los datos del Ministerio de Agroindustria, la Argentina sacrificó el año pasado 5,52 millones de cerdos, casi la mitad de los 12 millones de bovinos que ingresaron a los frigoríficos. Pero como el peso de los animales es bastante menor, la producción de carne porcina fue de 483 mil toneladas, contra 2,7 millones de toneladas de carne vacuna.
La perspectiva para este año es que el ritmo de crecimiento del cerdo se detenga, según evaluó el director de IES, Alejandro Ovando.
“Prevemos una estabilización en la evolución del consumo y, en consecuencia, de la producción. A su vez, es posible que haya una sustitución del consumo de carnes por proteínas vegetales, cuyos precios medios al consumidor son menores a cualquier corte cárnico; pero por otro lado, se prevé una tendencia de sustitución de la carnes rojas hacia la aviar y la porcina, debido al encarecimiento de precios relativos de las carnes rojas”, indicó.
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