Investigación de Aníbal Fernández Mayer. Con dificultades de clima y suelo, los pastizales naturales son un buen recurso forrajero. Hay que balancear dietas con proteínas.
En los últimos 15 años, fruto de los altos precios internacionales de los granos, la agricultura ha desplazado a la ganadería, especialmente de carne, a zonas más difíciles para producir por efectos del clima y suelos. En esta región muy extensa, que además de San Luis abarca desde el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y gran parte de las provincias de La Pampa y Río Negro, abundan diferentes tipos de pastos naturales (malezas) que están adaptados a las condiciones extremas del clima (subhúmedo y semiárido) y suelos (de poca profundidad y de baja fertilidad).
En la mayor parte de esta región se ha instalado la ganadería bovina de cría y, en menor proporción, los sistemas de engorde pastoril y a corral. Justamente estas limitantes que imponen el clima y los suelos, restringen el desarrollo y la expansión de la actividad. En este contexto, la base de la alimentación está limitada a pastos naturales, verdeos de invierno (avenas, centenos, triticale), de verano (sorgos, mijo, moha, maíz) y en menor proporción a pasturas a base de pasto llorón, agropiro y alfalfa con gramíneas, ésta última especialmente en los bajos. Recientemente, se están realizando algunos trabajos con resultados muy interesantes utilizando pastos naturales (paja vizcachera y pasto puna) y malezas como la flor amarilla, el cardo ruso y el olivillo, entre otros.
El ingeniero Aníbal Fernández Mayer realizó una investigación que muestra los mejores caminos para producir más carne en esta zona subhúmeda y semiárida, en la que los pastos naturales, que son abundantes, se caracterizan por tener diferentes calidades nutricionales. “En general tienen moderados a altos niveles de fibra, con una alta proporción de lignina. Los niveles de proteína y digestibilidad van de bajos a moderados. No obstante, en la medida que se balanceen las dietas con concentrados energéticos y/o proteicos adecuados y empleados estratégicamente, se pueden obtener resultados productivos y económicos excelentes”, aseguró en su trabajo, publicado en la página webwww.nutriciondebovinos.com.ar.
A pesar de las dificultades climáticas y de contar con suelos complicados, el profesional del INTA Bordenave está convencido de que en esta región es posible mejorar significativamente tanto el resultado productivo como el económico de una empresa ganadera: “Es imprescindible la elaboración de un adecuado proyecto ganadero que contenga objetivos y metas; tecnologías y estrategias productivas; una apropiada planificación de los alimentos, de las ganancias de peso y monitoreo, a través de pesadas periódicas; registros de gastos, ingresos, muertes y otros acontecimientos que pueden afectar los resultados productivos y económicos. Con todo ello, se podrá elaborar un flujo de fondos anual que permita responder a las expectativas del empresario y hacer las correcciones, en tiempo y forma, en la medida que los ingresos sean inferiores a los costos”.
Fernández Mayer describe en su artículo las características nutricionales más relevantes de algunos pastos naturales y malezas que habitan en el sudoeste bonaerense y La Pampa. Además, presenta algunos trabajos que muestran la respuesta en producción de carne utilizando forrajes naturales solos o con el complemento de fuentes ricas en nitrógeno no proteico (urea granulada, bloques multinutricionales o suplemento activador ruminal).
Pastos naturales
Producto de la difícil situación forrajera que vive toda la región en estudio, hay varios trabajos con pastos naturales. Primero se determinó el perfil nutricional de la paja vizcachera y el pasto puna a lo largo del año, tanto el forraje sin comer como su rebrote. Y así definieron diferentes estrategias para el mejor aprovechamiento de estos pastos.
La paja vizcachera tiene como valor promedio una proteína bruta que en la paja sin comer fue menor al rebrote. El nivel de proteína más bajo de la paja sin comer fue en junio (7%) y en el rebrote, en agosto (11.1%). En cuanto a la digestibilidad, ocurrió algo similar. La digestibilidad media de la paja sin comer fue muy inferior al rebrote, con el valor más bajo en junio (30%) y del rebrote en agosto (40,4%).
El valor promedio de los azúcares en la paja sin comer fue bajo, elevándose a la salida de invierno (3,29%) y en pleno verano (2,87%). Mientras que en el rebrote oscilaron entre el 4 y el 6%. Todos los valores son muy bajos y no se espera ningún efecto aditivo. En lignina, el promedio del ensayo en la paja sin comer fue de moderado a alto, sobre todo en invierno (6,5%), mientras que en primavera registró el índice más bajo (3,14%). El promedio del rebrote fue algo inferior. A comienzos del otoño (2,8%) y en pleno invierno (3,67%) se registró el nivel más bajo y más alto, respectivamente. Para comparar estos valores con los de un sorgo forrajero de 1,5 metro de altura, común a la salida del verano, los niveles de lignina de éste oscilan entre el 4.5 al 6.5%.
El análisis del pasto puna sin comer, en cuanto a proteína bruta, arrojó que su valor más bajo se dio en diciembre (4,50%) y el más alto en octubre (11,6%).
En tanto, en el rebrote la proteína osciló entre el 8 y el 16 %. La digestibilidad fue del 35,8%, con un mínimo en junio (21%) y un máximo en octubre (50,5%). Mientras que en el rebrote osciló entre el 32% y 61%. En azúcares solubles, el promedio fue muy bajo, elevándose a la salida del invierno (2,68%) y en pleno verano (2,69%). En el rebrote los valores fueron también muy bajos (del 2,7 al 5,2%). Y finalmente en lignina, el nivel promedio fue similar al de la paja vizcachera sin comer (5,20%), alcanzando el valor más alto (6,25%) y el más bajo (3,77%) en pleno invierno y primavera, respectivamente. Mientras que el promedio en el rebrote del pasto puna se redujo sensiblemente (4.37%), con el valor más alto (5,96%) en invierno y el más bajo (2,79%) en primavera.
Respuesta productiva esperable
“La mejor calidad de la paja vizcachera y del pasto puna “sin comer” fue durante la primavera avanzada, a comienzos del verano, y coincide con el período de parición. Éste forraje cubriría entre el 60 y el 70% de los requerimientos en proteínas y energía que necesita una vaca con ternero al pie y en plena etapa de servicio”, aseguró Fernández Mayer.
Para cubrir el 100% de sus demandas, propone cualquiera de las siguientes alternativas: un suplemento proteico (de agroindustria, tipo pellets de girasol, soja o cebada), el empleo de urea combinada con un grano de cereal o bien combinar esta paja, con un forraje fresco de esa época (verdeos de verano, pasturas, agropiro).
Durante el verano y a comienzos del otoño, el aporte energético-proteico que ofrecerían estos pastizales “sin comer” para una ganancia de 800 a 900 gramos diarios, cubriría cerca del 50% de las necesidades de una vaquillona de 250 kilos de peso vivo (PV). “Para cumplir con el resto de los requerimientos habría que acompañar a estos pastos con un forraje fresco ‘balanceado’ como son los verdeos de invierno ‘encañados’ o agregar una proporción adecuada de granos de cereal y urea o algún otro concentrado”, aseguró.
El peor momento de calidad de la paja vizcachera y del pasto puna “sin comer” es en pleno invierno, siendo insuficiente, incluso, para una vaca sin ternero al pie, próxima a la nueva parición. En esa época este forraje natural solamente alcanzaría a cubrir entre el 30 y el 40% de los requerimientos de esa categoría, siendo necesario incrementar especialmente el aporte proteico a través de forrajes frescos de la época, como un verdeo de invierno o agregando algún concentrado adecuado.
Al analizar el rebrote de ambos, concluyó que el período que mantuvo buena calidad nutricional fue más amplio, desde la primavera hasta el otoño. Incluso a la salida del invierno (agosto) los valores fueron adecuados, con excepción de la digestibilidad (energía) para una vaca en parición. “El mayor problema que tiene el rebrote de la paja vizcachera y del pasto puna, es la baja disponibilidad de forraje por hectárea. De ahí, que su empleo debería estar acompañado por una reducción en la carga animal, alrededor de 1 vaca cada 2 o 3 hectáreas (mínimo), dependiendo de la categoría, para garantizar un adecuado consumo de pasto”, explicó el ingeniero.
Durante el período que va desde el fin de la primavera al comienzo del verano, la calidad cubriría cerca del 70% de los requerimientos proteicos y energéticos de una vaca con ternero al pie y en plena época de servicio.
Para llegar al 100% de sus demandas, es necesario acompañar al rebrote de la pastura natural con algún forraje fresco de la época (agropiro o verdeos de verano), o bien agregar algún concentrado adecuado. Es posible el empleo del rebrote con categorías de mayores requerimientos, como las vaquillonas o terneros de destete en engorde, siempre y cuando el aporte de esta paja no supere del 40% al 50% del consumo total de alimentos diarios, cubriendo el resto de sus necesidades con concentrados energéticos (granos) y proteicos (subproductos y urea).
“En pleno invierno, aún utilizando vacas sin ternero al pie y preñadas (de más de 6 meses), si no se agrega algún suplemento corrector al pasto natural, se puede afectar el estado corporal (pérdida de grasa) de los animales si permanecen entre 60 a 90 días. En este caso se reduciría, seriamente, la producción de leche de la próxima parición y el peso del ternero al nacer. Mientras que, si esta situación se mantiene en el tiempo (más de 90 días), se reduciría significativamente, además del estado corporal (pérdida de músculo), la futura preñez”, advirtió el especialista.
Para mejorar el aprovechamiento de los diferentes forrajes naturales, malezas y rastrojos de cosecha, se debe agregar a la dieta una fuente rica en proteínas. Se puede utilizar un forraje fresco (verdeos o pasturas), aunque muchas veces no se dispone por las características climáticas imperantes en estas regiones, o por el costo. Caso contrario se puede usar urea, para proveer nitrógeno (proteína) al animal. Es un insumo muy usado en el mundo.
Fernández Mayer también recomienda dos suplementos, los Bloque Multinutricionales (BMN) y el Suplemento Activador Ruminal (SAR), que utilizan a la urea como uno de los principales ingredientes, además de una fuente carbonada (azúcar o melaza), almidonosa (granos de cereal), de proteína verdadera (pellets de girasol o soja) y minerales.
“La utilización de los BMN o SAR tiene como objetivo entregar, a nivel del rumen, una serie de compuestos químicos que favorecerán el desarrollo de la flora ruminal (bacterias), es decir, se estaría ‘alimentando a las bacterias’. Además, al haber compuestos que trascienden el rumen (pasante o by pass), llegando al intestino delgado para ser digeridos, como parte de los almidones de los granos de cereal, de la proteína verdadera del suplemento proteico y la proteína microbiana sintetizada en rumen, se estaría también alimentando al animal propiamente dicho a través de los productos (nutrientes) que llegan a este sitio”, aseguró.
La diferencia entre los BMN y el SAR es de ‘presentación’, ya que están compuestos por los mismos ingredientes, variando el contenido agua y el proceso de moldeado y secado. Mientras que los BMN son como una “piedra semidura” que los animales deben lamer, el SAR es una especie de “pellets” (trocitos), que luego de secado se embolsa o se guarda en algún sitio adecuado a la sombra para ser suministrado en comederos junto con otros alimentos (henos, silajes o concentrados).
Carga animal con pastos naturales
La carga animal estará sujeta a la categoría de animales que se esté usando (vacas, vaquillonas, terneros) y a la disponibilidad del pasto natural (distribución en el potrero y tamaño de matas). Cualquiera de estos pastos naturales requieren varios meses para recuperarse luego de ser sometidos a un intenso pastoreo o a quema (4 a 6 meses, según zona y lluvias caídas en ese período). Por eso, en líneas generales se puede estimar la carga animal con vacas de cría con preñez chica a moderada, en alrededor de 1 vaca cada 3 o 4 hectáreas, sin el agregado de ningún otro forraje ni suplemento corrector. En caso de que la densidad y tamaño de las matas sean entre moderadas y bajas, la carga puede reducirse a 1 vaca cada 4 hectáreas o más.
“En general, la carga animal medida en vacas por hectárea estará sujeta a la suplementación adicional o al forraje fresco (pasturas, agropiro o verdeos) que se pueda utilizar. A medida que se incorpora algún alimento ‘adicional’ a la dieta, mejora la receptividad del potrero (mayor cantidad de vacas por hectárea). Mientras que si se usan categorías de animales con mayores requerimientos (terneros, vaquillonas o novillitos) es imprescindible la adición de algún otro forraje o suplemento corrector, independiente de la carga, al sólo efecto de cubrir todas sus necesidades. En esta situación, la carga animal se incrementará, en función de la categoría de animal y de la proporción de los alimentos correctores (forrajes o concentrados) que se vayan a emplear”, aportó Fernández Mayer en su investigación.
Conclusiones
“En todos los casos, los trabajos con pastos naturales y malezas, muestran un camino muy atractivo para transitar, debido a que son forrajes adaptados a condiciones ecológicas extremas (clima y suelo). Es muy común observar vacas con condiciones corporales muy malas comiendo en las banquinas de las rutas o en potreros naturales casi pelados, y ésto se paga caro con los bajos índices de preñez, problemas en el parto y terneros muy livianos, entre otros problemas. Esta situación fue una de las causas que produjo una ‘desvalorización’ de los pastos naturales. Quiero cambiar esa mala imagen y mejorar el aprovechamiento estratégico de los forrajes naturales, que son gratis, sólo debemos aprender a manejarlos y a acompañarlos con alimentos correctores adecuados (pasturas, verdeos y/o concentrados) que ayuden a potenciar la riqueza nutricional”, dice el informe en el cierre.
Fernández Mayer cree que la ganadería de carne, especialmente de cría y recría, está frente a grandes desafíos y cambios. “En la medida que se disponga de información sobre la calidad de los forrajes naturales y se conozca el comportamiento y las características (producción de materia seca, riesgos de intoxicación, etc.) podremos definir diferentes estrategias de aprovechamiento. Y con ello, lograr un resultado productivo y más aún económico, que permita que los sistemas productivos sean viables y puedan defenderse de las grandes variaciones del clima, suelos y mercados”.
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