En vísperas de Carnaval, el clima en el sector agropecuario está lejos de ser festivo. Las reuniones de los últimos días entre las autoridades del ministerio de agricultura y representantes de la ganadería y la lechería no han tenido consecuencias visibles. En éstas y el resto de las actividades los aumentos de costos siguen ajustando el cinturón de los productores. Sin embargo, para el gobierno no hay por qué dejar de bailar.
Luego del encuentro para tratar el bajo precio que recibe el tambero, la CEEA, que no fue convocada, explicó a través de un comunicado que “con las políticas oficiales se profundizan la desaparición de los productores tamberos pequeños y medianos generando más concentración”. El documento también hace referencia a la situación “asfixiante” que viven particularmente los productores de Entre Ríos, que están acorralados por el aumento de los costos de producción, generado por la reciente devaluación y la presión tributaria.
De todas maneras, los participantes de la reunión valoraron la voluntad de un cambio hacia una solución para la cadena primaria. Lástima que poco después se anunciara el cierre de las exportaciones de leche en polvo, “un tiro de gracia”, como lo definió Luis Miguel Etchevehere de la SRA.
Marchas y contramarchas rigen la economía del país, y a ese ritmo bailamos todos, aunque nos duelan los pies. Y a pesar de que el campo sabe que la reciente decisión de habilitar 500 toneladas más de trigo para la exportación es una buena noticia, sabe también que es un paliativo del que se desconoce cuánto tiempo durará.
Aún en este contexto, el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, indicó que“si no hay cooperación de los productores el Estado no tiene otra que intervenir”, en alusión a la necesidad de que haya precios para la carne “accesibles al consumidor”, como si el campo no hiciera suficiente esfuerzo trabajando casi a pérdida.
Pero las declaraciones de los funcionarios no son aisladas. Llevan la autorización de la misma Presidente, que en la inauguración de las sesiones ordinarias en el Congreso habló durante casi tres horas de los logros y desafíos de su gobierno y no le dedicó ni 10 minutos al sector productivo más importante del país. Entonces queda claro: los chacareros no sólo no son escuchados, si no que están obligados a pagar los platos rotos de una fiesta que aún no termina.
Agro-noticias.com
Alejandro Cánepa
Alejandro Cánepa
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