La vuelta al inmaculado blanco dice mucho más de la Presidenta que el fin del luto. El tono y el discurso, no solo un poco más breve sino visiblemente menos combativo de lo habitual, la volvió a aquella que fue el principio de su mandato, aunque Cristina Fernández hoy haya hablado del onceavo mensaje a [...]
La vuelta al inmaculado blanco dice mucho más de la Presidenta que el fin del luto.
El tono y el discurso, no solo un poco más breve sino visiblemente menos combativo de lo habitual, la volvió a aquella que fue el principio de su mandato, aunque Cristina Fernández hoy haya hablado del onceavo mensaje a la Asamblea Legislativa, contando los que lleva en sus dos mandatos y sumando los del fallecido Néstor Kirchner.
Los gestos y dichos fueron muchos. Sin el más mínimo dejo de autocrítica, defendió una a una las medidas cuestionadas de su gestión y a los funcionarios que están en la mira de los “ajenos”, como llamó a los dirigentes “no propios” en el recinto.
Crecimiento económico; defensa del mercado interno; los planes Progresar, Procrear, la Asignación Universal por Hijos; la política energética a la que calificó como “revolución”; los fondos recibidos por el entonces gobernador Kirchner tras la privatización de YPF y, a un año de su firma, el pacto con Irán por la causa AMIA (“que tan malo no debe ser porque sino Irán no lo demoraría”, alegó a su favor).
Buscó especialmente no ganarse más enemigos, algo que en los últimos años fue habitual en sus presentaciones. A los supermercadistas les pidió que pongan el hombro; convocó a las automotrices a discutir junto con el Ejecutivo y los legisladores las cifras de ventas y precios en función de los impuestos a la importación incrementados; a los jueces les pidió no hacer oficialismo ni oposición; a los docentes les propuso postergar a junio la discusión salarial para no sentirse “rehén” en marzo e incluso agradeció a un sector levantar el paro mientras continúa la negociación , entre una larga lista de temas que tocó y que fueron del elogio a la crítica y viceversa, molesta o irónica por momentos pero sin crispación.
Eso sí, no se privó de tirones de orejas a las automotrices (“no vengan a hacerme el cuento”, reclamó); a los jueces y fiscales que no atienden de noche; a los maestros que discuten el presentismo y a quienes cortan las calles en señal de protesta como ocurrió esta última semana.
En el marco de la defensa de su gestión, volvió, una vez más, a comparar las ventajas de Argentina frente al mundo y dio señales a favor de algunos funcionarios que están en el centro de los cuestionamientos: trató de “Dr” al ministro Axel Kicillof y al secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, su mano derecha, y hasta se permitió una broma -además de una férrea defensa-hacia el Ministro de Economía.
El mismo fuerte espaldarazo dio al secretario de Seguridad, Sergio Berni, incluso respecto de la causa por la que está procesado, al mencionar su accionar respecto de los cortes de calle cuando en los inicios del kirchnerismo se impulsaba el laissez faire (hoy incluso pidió una ley de convivencia y respeto) y criticó -como lo hizo el funcionario esta semana en la toma de Lugano- a los jueces y fiscales que “no trabajan de noche”.
Héctor Timerman también se llevó un importante respaldo y tuvo un guiño el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, al apoyarse en él un par de veces durante su alocución.
Amado Boudou, a su lado, cumplió solo un rol protocolar; de Beatriz Rojkés no dijo una sola palabra y en cambio a su reemplazante, Gerardo Zamora, lo nombró a viva voz y hasta le atribuyó un papel protagónico en el marco de una concertación que ya no es tal, toda vez que su adhesión es solo a título personal y muy lejos del radicalismo donde no solo lo desconoce desde que se sumó al Frente para la Victoria sino que lo trataron de “traidor” esta semana en el Senado al votarse su designación como Presidente Provisional, y hoy mismo en las declaraciones previas al inicio de la Asamblea Legislativa.
Cuando Cristina Fernández recibió por primera vez el bastón de mando de manos de su marido, siete años atrás, también vestía de blanco y se esperaba por su trayectoria que defendiera o marcara su gestión con un mayor respeto y profundización de la institucionalidad en la Argentina.
Después de años de confrontación con distintos sectores y con los poderes Judicial y Legislativo, este mediodía pareció dispuesta a recuperar aquel rol. ¿Será por el lugar que busca en los libros de historia o porque presiente el fin del kirchnerismo? Por una o ambas de las dos, elogió a la UCR su defensa del sistema democrático, al tiempo que ignoró absolutamente a cualquier otra fuerza opositora; eligió a Gerardo Morales (ex presidente de la UCR) para sus ironías pero también para reivindicar el rol de la política y de los partidos políticos históricos y se lamentó el freno a su proyecto de reforma a la Justicia (“un poquito de control popular no le viene mal a nadie” y “siguen sin pagar ganancias”, se quejó sobre los jueces).
Además elogió la sindicalización de los trabajadores cuando en la Rosada este verano criticó hasta al aliado jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló. Será quizás para amortiguar la caída de su imagen o ya como despedida de gestión que a horas de haber recibido al canciller venezolano y haber hecho público el apoyo de Argentina a la República Bolivariana, hoy eligió despegar todo lo que pudo de la crisis en Venezuela y defendió “no al gobierno”, “no a Nicolás Maduro”, sino a “al sistema democrático” y sorprendió al asegurar que lo mismo haría si se tratara de alguien que está en las antípodas de su pensamiento como el presidente colombiano Juan Manuel Santos.
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