Lo llamaron “modelo productivo” que no necesitaba del capital extranjero. Pero ahora, para sostenerlo, hay que obligar a los productores a que pierdan plata y rogar que venga dinero de afuera, justo ahora que empieza a escasear. Como dice el millonario Warren Buffett “sólo cuando baja la marea se ve quién estaba nadando desnudo”. El [...]
Lo llamaron “modelo productivo” que no necesitaba del capital extranjero. Pero ahora, para sostenerlo, hay que obligar a los productores a que pierdan plata y rogar que venga dinero de afuera, justo ahora que empieza a escasear. Como dice el millonario Warren Buffett “sólo cuando baja la marea se ve quién estaba nadando desnudo”.
El economista José Luis Espert sostiene que gran parte de la recuperación argentina se debió a “soja y suerte”. Nunca ha quedado más claro que ahora. Pero pareciera además que Kicillof irá a pedir dinero al exterior, justo ahora que los capitales se tientan con irse de las economías emergentes. Era bueno no depender demasiado de ellos en la época del auge. Era necio prescindir totalmente de ellos cuando eran baratos. Es insensato ir a buscarlos ahora, cuando ni siquiera los propios ciudadanos argentinos quieren quedarse en pesos y no dejan sus dólares en los bancos.
Lo que seguramente obtendrá son aumentos de las líneas de prefinanciación de exportaciones, por unos mil millones de dólares. En la Argentina es el sector privado el que genera las divisas de exportación. Y despierta mucha más confianza que el Estado. Claro que también deberá convencer a los exportadores de que vendan su producción.
Los bancos extranjeros a los que Kicillof acudió por auxilio creen que se han tomado medidas correctas, pero que lo que falta es el plan, para convencerlos del todo a ellos y también a los sojeros.
Kicillof fue el que impidió que se arreglaran cuestiones de la deuda y se consiguiera algún acceso razonable a préstamos del exterior apenas comenzado el segundo mandato de Cristina Kirchner. E insultó a los que defendían ese camino desde dentro y fuera del Gobierno. Los llamó públicamente “papagayos”. La Presidenta no sólo le hizo caso, sino que además celebró también públicamente la ocurrencia.
Ahora parece que hay que pedirles a los productores de soja que vendan sus granos a riesgo de que pierdan dinero si, por la falta de plan, la devaluación no termina aquí. ¿Por qué alguien debe regalar su trabajo? Si venden hoy, recibirán menos pesos, piensan. El Gobierno ha maltratado al campo desde que en 2007, con Néstor Kirchner en la Presidencia, comenzó a quedarse sin dinero por la mala administración. Capitanich y Kicillof se comportan como los maridos golpeadores que les dicen a sus parejas que vuelvan, porque cambiaron. Y que, si no vuelven con ellos, las molerán a palos.
Kicillof hace además cosas extrañas. Anuncia que baja la retención a los gastos con tarjeta y poco después se desdice. Acusa a un banco de capital extranjero de estar en una conspiración para voltear al Gobierno y luego le pide ayuda.
El ministro parece haber sufrido el proceso del protagonista del cuento de Cortázar, que en París estaba obsesionado con un axolotl y terminó transformándose en él. Fue en el Club de París donde Kicillof se volvió lo que definió como “papagayo”.
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