De los muchos productos básicos que escasean en las calles de Buenos Aires en estos días, ninguno es más escaso que la fe. Los controles de las importaciones hicieron estragos en el mercado minorista, pero el mayor problema que podría llegar a enfrentar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es el desplome de la [...]
De los muchos productos básicos que escasean en las calles de Buenos Aires en estos días, ninguno es más escaso que la fe. Los controles de las importaciones hicieron estragos en el mercado minorista, pero el mayor problema que podría llegar a enfrentar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es el desplome de la confianza del público.
“Se huele algo extraño”, afirma Hugo Niglio, 46, al contar que no confiaba en absoluto en el último plan del gobierno para dominar un desenfrenado mercado negro de divisas mediante la flexibilización de los controles de capital.
El tema de la opinión pública es crucial respecto de las posibilidades de que Argentina pueda hacer frente a la crisis, pero los indicios no son buenos. Moody, la agencia de calificación crediticia, predice que el peso va a perder otro 50% de su valor a fin de año porque Buenos Aires carece de un plan creíble para hacer frente a la inflación y la caída de la moneda.
La devaluación del peso también aumentó los temores de una mayor inflación cuya tas no oficial alcanzó el 28% en 2013. La tasa oficial era del 11%, pero el gobierno dará a conocer un nuevo índice el próximo mes después de la censura del Fondo Monetario Internacional.
“Podría haber una espiral de devaluación e inflación”, dice Gastón Rossi, ex viceministro de Economía. El banco central elevó las tasas de interés en un 6%, a alrededor del 26%, esta semana en un esfuerzo para achicar las tasas reales negativas, reducir la presión inflacionaria y disuadir a los argentinos de refugiarse en el dólar. Pero las tasas tendrían que subir a alrededor de 40% para atraer a los inversores al peso, según los analistas.
El impacto sobre la economía real es palpable. JA Aceto, 60, propietario de una tienda de electrónica en el microcentro, afirma: “Los proveedores están aumentando los precios un 20% y tenemos que seguir en esa línea. No están respetando los pedidos realizados antes de la devaluación”.
En el microcentro porteño, Walter Rojas, 38, empleado de otra tienda de electrónica, describió escenas de caos. “No sabemos qué va a pasar”, declara Rojas. “Los Proveedores no atienden el teléfono”.
Cuenta que un pedido de importación efectuado antes de la devaluación fue cancelado por el proveedor, que dijo que ahora cuesta 30% más.
“Se huele algo extraño”, afirma Hugo Niglio, 46, al contar que no confiaba en absoluto en el último plan del gobierno para dominar un desenfrenado mercado negro de divisas mediante la flexibilización de los controles de capital.
El tema de la opinión pública es crucial respecto de las posibilidades de que Argentina pueda hacer frente a la crisis, pero los indicios no son buenos. Moody, la agencia de calificación crediticia, predice que el peso va a perder otro 50% de su valor a fin de año porque Buenos Aires carece de un plan creíble para hacer frente a la inflación y la caída de la moneda.
La devaluación del peso también aumentó los temores de una mayor inflación cuya tas no oficial alcanzó el 28% en 2013. La tasa oficial era del 11%, pero el gobierno dará a conocer un nuevo índice el próximo mes después de la censura del Fondo Monetario Internacional.
“Podría haber una espiral de devaluación e inflación”, dice Gastón Rossi, ex viceministro de Economía. El banco central elevó las tasas de interés en un 6%, a alrededor del 26%, esta semana en un esfuerzo para achicar las tasas reales negativas, reducir la presión inflacionaria y disuadir a los argentinos de refugiarse en el dólar. Pero las tasas tendrían que subir a alrededor de 40% para atraer a los inversores al peso, según los analistas.
El impacto sobre la economía real es palpable. JA Aceto, 60, propietario de una tienda de electrónica en el microcentro, afirma: “Los proveedores están aumentando los precios un 20% y tenemos que seguir en esa línea. No están respetando los pedidos realizados antes de la devaluación”.
En el microcentro porteño, Walter Rojas, 38, empleado de otra tienda de electrónica, describió escenas de caos. “No sabemos qué va a pasar”, declara Rojas. “Los Proveedores no atienden el teléfono”.
Cuenta que un pedido de importación efectuado antes de la devaluación fue cancelado por el proveedor, que dijo que ahora cuesta 30% más.
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