Mas finanzas que producción
El año agrícola no arranca y la preocupación recorre ya prácticamente toda la cadena de proveedores.
Evidentemente la “oferta” presidencial para el trigo no alcanzó para disparar la decisión de los hombres de campo tanto respecto a este, como a otros cultivos y actividades.
No se compra, se vende poco, se paga lo indispensable, no se invierte casi nada.
Entre la incertidumbre y la alarma, se sigue esperando que, tal vez, ocurra algo que cambie el tablero económico y despeje dudas. Sin embargo, hasta ahora, viene ocurriendo todo lo contrario y cada medida oficial lo único que logra es profundizar la desconfianza. De los controles de precio, a los controles del dólar (ya hay que tener CUIL/CUIL hasta para sacar un pasaje a Uruguay), a los controles “civiles” que prometió el Gobierno para tratar de contener los precios, especialmente de los alimentos.
Así las cosas, sin correcciones de ningún tipo, va a ser difícil revertir los tantos. Lo más probable es que se inicien las tareas a último momento, que se siembren extensiones semejantes a las del año pasado (o menores en algún caso), que se profundice la caída en la utilización de insumos (herbicidas, fertilizantes, insecticidas, etc.), que se vuelva a ampliar el porcentaje de hembras en la faena, consolidándose el corte en la recomposición que ya se está insinuando desde hace semanas, y que sigan las liquidaciones de tambos o, al menos, el achicamiento de los rodeos lecheros.
Es difícil de entender porque el Gobierno no modifica, al menos, las cuestiones en las que ya comprobaron que no tuvieron éxito con sus políticas (los controles de precios para evitar la inflación, por ejemplo) o, aunque sea, aquellas en las que cambiar no les significa prácticamente nada.
Y el más claro es el caso del trigo, “aplastado” en sus niveles más bajos en décadas, que apenas está alcanzando para abastecer el consumo interno dejando cantidades irrelevantes de solo un par de millones de toneladas para la exportación.
¿Qué le puede significar a las voraces arcas fiscales eliminar, en este caso, las retenciones de 23% a un producto que ya casi no se vende en el exterior porque no tiene volumen?
En el mejor de los casos estaría “resignando” U$S 60-80 millones, pero a los productores les significaría “alinear” los precios de su producto a la totalidad de la cosecha (no solo a lo exportable), y ese incentivo sería suficiente para inducir a una mayor siembra del cereal. Claro que esto siempre y cuando también se eliminen los permisos de exportación –los Roes-, con los cuales es el Gobierno el que maneja, realmente, el mercado.
El caso del trigo no es el único. A otros granos les pasa lo mismo, igual que a la carne vacuna que ni la Cuota Hilton llega a cumplir, o la leche que, con precios récord internacionales, no logra salir de la terapia en la que la sumió la política económica, y las decisiones de algunos funcionarios que la mantienen estancada hace 10 años.
Ante semejante cuadro, y considerando que el campo siempre tiene vocación de producir, la opción entonces para la mayoría pasa por convertirse en verdaderos financistas, y desmenuzar cada opción.
Es que los chicos o medianos no tienen las chances de los grandes grupos, como algunos pools de siembra que, directamente “levantan” las inversiones y se van a otro lado, o como ocurrió con casi todos los capitales brasileños que habían invertido en el sector frigorífico del que se alejaron en los últimos 2 años rumbo a destinos más predecibles, como Australia, o los Estados Unidos.
Entonces, si no se puede “salir”, al menos hay que aguantar de la mejor forma, y una de esas chances, es la que da la financiación en pesos, tanto privada como la pública.
En el primer caso, la oferta es más que atractiva, con tasas en la banca pública de 9% y hasta 10,5% en leasing, aunque son muy pocos los que están en condiciones de calificar para tomar estas opciones.
La banca privada también está en el mercado, aunque sin subsidio de tasa, pero igual “debe” ofrecer algunas líneas a 15%-17%.
En cualquier caso, con una inflación que no pocos prevén en alrededor de 30%, el negocio de la tasa fija en pesos, se torna muy atractivo.
El caso comercial es más rico en alternativas ya que, a esta altura, una de las prioridades es lograr movilizar a los productores para que compren, aunque sea pagando a cosecha, con los planes canje mas inverosímiles, o con las negociaciones más rebuscadas. El hecho es sacar parte de la mercadería que quedó del año pasado y, además, achicar al mínimo los stocks cuyos costos licuan cualquier ganancia previa.
Así, la desaparición parcial de la financiación que representaban los grandes pools, hoy en franca retirada, se suple parcialmente con las necesidades de otros eslabones de la cadena que, ante la inmovilidad comercial, se decidieron a “quemar las naves”, tratando de tender un puente, al menos, hasta la campaña que viene.
En todos los casos, el clamor es unánime; “al menos, que el clima acompañe…”
No se compra, se vende poco, se paga lo indispensable, no se invierte casi nada.
Entre la incertidumbre y la alarma, se sigue esperando que, tal vez, ocurra algo que cambie el tablero económico y despeje dudas. Sin embargo, hasta ahora, viene ocurriendo todo lo contrario y cada medida oficial lo único que logra es profundizar la desconfianza. De los controles de precio, a los controles del dólar (ya hay que tener CUIL/CUIL hasta para sacar un pasaje a Uruguay), a los controles “civiles” que prometió el Gobierno para tratar de contener los precios, especialmente de los alimentos.
Así las cosas, sin correcciones de ningún tipo, va a ser difícil revertir los tantos. Lo más probable es que se inicien las tareas a último momento, que se siembren extensiones semejantes a las del año pasado (o menores en algún caso), que se profundice la caída en la utilización de insumos (herbicidas, fertilizantes, insecticidas, etc.), que se vuelva a ampliar el porcentaje de hembras en la faena, consolidándose el corte en la recomposición que ya se está insinuando desde hace semanas, y que sigan las liquidaciones de tambos o, al menos, el achicamiento de los rodeos lecheros.
Es difícil de entender porque el Gobierno no modifica, al menos, las cuestiones en las que ya comprobaron que no tuvieron éxito con sus políticas (los controles de precios para evitar la inflación, por ejemplo) o, aunque sea, aquellas en las que cambiar no les significa prácticamente nada.
Y el más claro es el caso del trigo, “aplastado” en sus niveles más bajos en décadas, que apenas está alcanzando para abastecer el consumo interno dejando cantidades irrelevantes de solo un par de millones de toneladas para la exportación.
¿Qué le puede significar a las voraces arcas fiscales eliminar, en este caso, las retenciones de 23% a un producto que ya casi no se vende en el exterior porque no tiene volumen?
En el mejor de los casos estaría “resignando” U$S 60-80 millones, pero a los productores les significaría “alinear” los precios de su producto a la totalidad de la cosecha (no solo a lo exportable), y ese incentivo sería suficiente para inducir a una mayor siembra del cereal. Claro que esto siempre y cuando también se eliminen los permisos de exportación –los Roes-, con los cuales es el Gobierno el que maneja, realmente, el mercado.
El caso del trigo no es el único. A otros granos les pasa lo mismo, igual que a la carne vacuna que ni la Cuota Hilton llega a cumplir, o la leche que, con precios récord internacionales, no logra salir de la terapia en la que la sumió la política económica, y las decisiones de algunos funcionarios que la mantienen estancada hace 10 años.
Ante semejante cuadro, y considerando que el campo siempre tiene vocación de producir, la opción entonces para la mayoría pasa por convertirse en verdaderos financistas, y desmenuzar cada opción.
Es que los chicos o medianos no tienen las chances de los grandes grupos, como algunos pools de siembra que, directamente “levantan” las inversiones y se van a otro lado, o como ocurrió con casi todos los capitales brasileños que habían invertido en el sector frigorífico del que se alejaron en los últimos 2 años rumbo a destinos más predecibles, como Australia, o los Estados Unidos.
Entonces, si no se puede “salir”, al menos hay que aguantar de la mejor forma, y una de esas chances, es la que da la financiación en pesos, tanto privada como la pública.
En el primer caso, la oferta es más que atractiva, con tasas en la banca pública de 9% y hasta 10,5% en leasing, aunque son muy pocos los que están en condiciones de calificar para tomar estas opciones.
La banca privada también está en el mercado, aunque sin subsidio de tasa, pero igual “debe” ofrecer algunas líneas a 15%-17%.
En cualquier caso, con una inflación que no pocos prevén en alrededor de 30%, el negocio de la tasa fija en pesos, se torna muy atractivo.
El caso comercial es más rico en alternativas ya que, a esta altura, una de las prioridades es lograr movilizar a los productores para que compren, aunque sea pagando a cosecha, con los planes canje mas inverosímiles, o con las negociaciones más rebuscadas. El hecho es sacar parte de la mercadería que quedó del año pasado y, además, achicar al mínimo los stocks cuyos costos licuan cualquier ganancia previa.
Así, la desaparición parcial de la financiación que representaban los grandes pools, hoy en franca retirada, se suple parcialmente con las necesidades de otros eslabones de la cadena que, ante la inmovilidad comercial, se decidieron a “quemar las naves”, tratando de tender un puente, al menos, hasta la campaña que viene.
En todos los casos, el clamor es unánime; “al menos, que el clima acompañe…”
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