Así lo indicó coordinador del Movimiento CREA Belisario Álvarez de Toledo durante una exposición ofrecida en el anexo de la Cámara de Diputados.
“La carga toxicológica asociada a la producción de granos es actualmente mucho menor que la que se tenía en la década de los ochenta”. Así lo indicó el coordinador general del Movimiento CREA Belisario Álvarez de Toledo durante una exposición sobre sustentabilidad productiva ofrecida esta tarde en el edificio anexo de la Cámara de Diputados de la Nación.
En agricultura, el riesgo del manejo de agroquímicos para la salud humana y el ambiente en general es evaluado a partir de su efecto sobre distintos organismos. Dicho riesgo es expresado como DL50 (dosis letal media), usualmente como miligramo (mg) de producto por kilogramo de peso vivo que provoca la mortandad del 50% de una población evaluada.
La DL50 depende de varios factores y sirve para dar una idea del riesgo toxicológico de un producto. Sobre los productos agroquímicos se reporta la DL50 oral (consumo), dermal (contacto) y crónica (ligadas al efecto acumulativo de dosis bajas durante un tiempo prolongado). En la evaluación de riesgos ambientales, los agroquímicos reportan además información ecotoxicológica vinculada a su toxicidad sobre abejas, toxicidad sobre aves o toxicidad sobre organismos acuáticos.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud clasifica a los agroquímicos según los riesgos en productos sumamente peligrosos (Clase I a); productos muy peligrosos (Clase I b); productos moderadamente peligrosos (Clase II); productos poco peligrosos (Clase III); y productos que normalmente no ofrecen peligro (Clase IV).
“En la actualidad los planteos incluyen mayor cantidad de productos con menor toxicidad respecto a los planteos de décadas anteriores (de Clase IV)”, Álvarez de Toledo.
Con la tecnología actual (2005) casi el 70% de los productos fitosanitarios utilizados en las rotaciones llevadas a cabo en sistemas agrícolas argentinos son de Clase IV (“no ofrece peligro toxicológico”), mientras que los mismos en la década del 80 representaban solamente el 1% del total de los que se usaban en el campo argentino (gráfico 1).
“Eso también lo podemos ver en el tiempo de carencia (tiempo que debe transcurrir desde la ultima aplicación y la cosecha), que es un indicador de tiempo en el que el producto continúa siendo activo en el medio. El tiempo de carencia se redujo en 2005 en aproximadamente en un 60% respecto de los planteos de 1985 y en un 26 % respecto de 1995”, apuntó Álvarez de Toledo.
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