La perplejidad que provocó la muerte del ex presidente Néstor Kirchner y el cambio del mapa político abren un interrogante sobre cómo evolucionará la agenda del campo
El tablero de la política y de los principales actores sociales y económicos está patas para arriba desde la muerte del ex presidente Néstor Kirchner el miércoles pasado. El campo no es ajeno a esta conmoción que vive la sociedad argentina. Los referentes del sector consultados se encuentran perplejos ante el imprevisto giro de la realidad nacional.
Creen que se viene el fin de una etapa, pero observan que el corto plazo será bastante complicado. No es para menos.
Las retenciones, la reforma de la Oncca, el control del comercio y la relación con la dirigencia rural eran los temas sobre los cuales el campo aguarda definiciones. "¿Habrá cambios en el mapa político que influyan en alguno de esos puntos de la agenda del campo?", se preguntan los referentes del sector. Por ahora, es prematuro responder a ese interrogante, pero no hay dudas de que la figura de Néstor Kirchner sobrevoló sobre esas cuestiones.
Es que el ex presidente representaba el centro del poder por el que pasaban todas las decisiones de este gobierno y, además, era el precandidato para las elecciones de 2011. Ejercía un férreo y cotidiano control de las variables económicas como los ingresos fiscales, el gasto público o el nivel de reservas del Banco Central.
"Todos los presidentes argentinos tuvieron su ministro de Economía, pero el nuestro siempre ha sido Kirchner", confió en una oportunidad Cristina Kirchner.
Además era el referente político de los dos bloques oficialistas en el Congreso de la Nación. Su capacidad ilimitada de trabajo y también su desprecio por armar equipos con autonomía de decisión lo llevaron a verse obligado, en cualquier terreno, sea este barrial, municipal o nacional, a tirar el córner y, al mismo tiempo, saltar para cabecear.
En síntesis, desde hace siete años la vida económica y política se ordenaba a partir de su figura. Por lo que oficialismo y oposición se encuentran hoy por hoy como astronautas flotando a la deriva en la inmensidad del espacio. En las próximas semanas, inevitablemente, ambas fuerzas sufrirán un fuerte replanteo interno.
¿Flotan en ese espacio los dirigentes rurales? No por ahora. Pero sin su mayor adversario político la Comisión de Enlace también tendrá que encontrar su lugar en el mundo. No por nada en pleno conflicto por la resolución 125 se decía que Néstor Kirchner había logrado, gracias a su enconado enfrentamiento con el campo, lo que nadie se había atrevido a soñar antes: la unión de las cuatro entidades que representan al campo. "Kirchner, lo hizo", decía el eslogan.
Si en la década de los noventa el campo adquirió la tecnología y logró dar un salto cuali y cuantitativo que lo ubica decididamente entre los más competitivos del mundo, también se podría decir que en la primera década de este siglo se graduó como un protagonista de peso en la vida política argentina. Prueba de esto son los once diputados con fuerte raigambre agropecuaria que están actualmente sentados en las bancas del Congreso de la Nación.
Pero por el momento hay cuestiones acuciantes que tienen que ver más con el rumbo que puede tomar el Gobierno, sin su principal líder, que el destino final de la Comisión de Enlace. En este sentido, la pregunta que más se repite entre los referentes del campo es la continuidad en el Gobierno del secretario de Comercio, Guillermo Moreno. "Cambiar a Moreno es cambiar la política", sentencia Ricardo Buryaille, presidente de la comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados.
Cualquier especulación sobre los posibles rumbos que pueda tomar el Gobierno en su relación con el campo debe tener como dato inicial que el denominado modelo K más que un modelo económico es en definitiva un estilo y que ese estilo estuvo marcado a fuego por un protagonista excluyente. Sin Néstor Kirchner el estilo centralizado, arbitrario y de confrontación será muy difícil de repetir. Tampoco se contará con esa verdadera usina de energía y determinación. ¿Quién les dará las instrucciones y ofrecerá la cobertura política para los funcionarios más duros? ¿Llegó el momento de las palomas?
Como dato al margen, pero que aporta para explicar un estilo que será difícil de mantener en el tiempo, el ex presidente Néstor Kirchner iba a participar ayer del lanzamiento en Mar del Plata de la Corriente Agropecuaria Nacional y Popular (Canpo), que reúne a académicos y funcionarios, en apoyo de la política agropecuaria oficial.
Futuro inmediato
Para los próximos días, se podrá observar si hay algún cambio en el grado de discrecionalidad con que se intervienen los mercados de cereales, el otorgamiento de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) y los cupos de exportación. En la Cámara de Diputados, además, había avanzado el dictamen para la reforma de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) con el propósito de limitar el margen de maniobra para intervenir en los mercados que aún conserva el organismo.
Y por supuesto lo que ocurra con la carne que para fin de año promete tener un trámite movido. Vale recordar que una de las medidas más polémicas que adoptó Kirchner durante su mandato fue el cierre de las exportaciones de la carne, en marzo de 2006, por un incremento de los precios en el mostrador.
Hoy ante un faltante de hacienda estructural, las estimaciones hablan de un faltante de diez millones de cabezas, las herramientas por utilizar necesariamente deben ser más sofisticadas que los golpes de efectos o voluntarismos que vino ensayando el Gobierno hasta el momento.
Que por estos días todo este patas arriba no sólo significa que los actores políticos buscarán un nuevo orden, sino también la posibilidad de contar con una nueva agenda de cuestiones pendientes por resolver. La aceleración inflacionaria puede dejar de ser ocultada para comenzar a ser tratada antes de que se vuelva inmanejable. Representa, con el tipo de cambio congelado, un agujero por el que se pierde porciones importantes de competitividad.
Esta agenda tiene buenas chances de convertirse en un primer ejercicio de consenso político. Y el campo puede estar presente.
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